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Desde lo social, hacia una nueva gestión de innovación y emprendimiento


No hay duda en que hablar y hacer emprendimiento e innovación en Chile hoy está en boga ¿Pero desde dónde entendemos y hacemos innovación los chilenos?

Tanto aquellos familiarizados o no con estos conceptos, hemos notado cómo éstos han sido crecientemente utilizados por entidades provenientes de todos los sectores. El Gobierno recién saliente fue un actor importante en incluirlos en las distintas agendas del sector público y privado, impulsando una serie de iniciativas en su entorno. Por ejemplo, durante el año 2012, el llamado “Año del Emprendimiento”, la gestión declaró haber apoyado la creación de cerca de 70 mil nuevas empresas, e invertido alrededor de US$4 mil millones en emprendedores. Siguiendo con esa misma línea, el año 2013, bautizado como el “Año de la Innovación”, fue un periodo en el cual, entre otras cifras, se dijo haber destinado un presupuesto histórico de mil millones de dólares al apoyo de iniciativas de largo plazo, como centros e institutos, y haber desarrollado más de 350 actividades públicas en torno a la temática, logrando convocar a más de 100 mil chilenos.

Sin embargo, observando más allá de los números, estas prácticas también han repercutido en la imagen que el país proyecta al exterior. Chile tiende a observarse como un país con gran potencial de convertirse en un importante nodo o HUB de emprendimiento e innovación en la región. He sido testigo de cómo iniciativas como Start-up Chile –sí, un ejemplo recurrente últimamente– son aplaudidas por europeos, provocando que emprendedores, académicos, y actores del mundo de los negocios en general, fijen atentamente su vista en el país y, quién sabe, futuras inversiones.

En sintonía con esta ‘cruzada hacia el HUB’, me gustaría hacer una pausa para ilustrar a través de variados ejemplos locales que la innovación en Chile no sólo tiene que ver con nuevas combinaciones que permiten generar nuevos emprendimientos, comúnmente llamados ‘emprendimientos de negocios’. También puede complementar lo anterior, pero con una innovación concebida desde lo social.

A pesar de que el origen del concepto de emprender e innovar socialmente data en la literatura de la década de los 70, hoy no existe un consenso que entregue una definición exacta de su significado. Sin embargo, y  sin perjuicio de lo anterior, este hecho, más allá de ser un problema, ha sido la oportunidad para algunos de levantar una variedad de interesantes aproximaciones.

Si el fenómeno se observa internacionalmente, son muchos los casos de organismos gubernamentales, empresas privadas, organizaciones de la sociedad civil (OSCs) y unidades académicas que han declarado una aproximación conceptual a este tipo de innovación sólo con el fin –un proactivo fin– de iniciar acciones en este ámbito dentro de la sociedad. El punto de encuentro entre cualquiera de estas definiciones es sin duda la preocupación por los problemas más urgentes de la sociedad, y que estos sean abordados a través de ‘nuevas formas de hacer’ que apunten a la sostenibilidad de estas acciones sociales.

Desde los tres sectores

Interesante resulta observar que, pese a que en Chile el emprendimiento y la innovación social se han hecho popularmente conocidos hace no más de 5 de años, iniciativas de este tipo ya han sido promovidas y llevadas a la práctica desde los tres sectores: el público, el privado y desde el tercer sector o, como diría Bill Drayton, el sector ciudadano.

En el sector público, por ejemplo, el tema ha sido promovido a través de FOSIS, con el fondo IDEA, INJUV, con Desafío Clave, y CORFO con el fondo PIES. Este último, lanzado en enero 2012, se encuentra hoy cofinanciando siete proyectos que buscan dar soporte a la acción de nuevos emprendimientos nacionales, especialmente aquellos que trabajan con sectores vulnerables y la erradicación de la pobreza.

Por otra parte, el sector privado chileno también demuestra interés. Nuevos conceptos de gestión de responsabilidad social, como el ‘valor compartido’, están impregnando varios departamentos de RSE. ¿El fin? Actualizar el actuar de sus clásicas prácticas, las que para algunos investigadores, como Michael Porter, son nada más que actividades mediáticas y poco estratégicas desconectadas de la realidad social y empresarial, para luego ser impresas en reportes anuales de papel couché.

Vale la pena observar lo desarrollado por Arauco y su programa InnovArauco, lanzado el 2011 como una estrategia para mantener el liderazgo de esta empresa en la industria. A la vez que lanzó el programa, Arauco instaló internamente tres desafíos corporativos; entre ellos, el Desafío de Innovación Social. Utilizando lineamientos de Innovación Abierta, esta iniciativa ha permitido a la empresa alinear su core-business con las necesidades de las comunidades de entorno y descubrir interesantes puntos de encuentro nunca antes observados. Hoy, AcercaRedes, uno de los proyectos estrella del Desafío, está posicionándose en el sur de Chile como un relevante espacio de co-creación que convoca a actores de todos los sectores para trabajar en conjunto por el desarrollo de las comunidades de la zona.

Uno de los hechos que aspira a reforzar la innovación social para y desde el sector ciudadano de nuestro país es el ‘aterrizaje’ de Ashoka en Chile, ocurrido el año pasado. Ashoka Innovators for the Public es la mayor red de emprendedores sociales en el mundo, los llamados Ashoka Fellows: líderes que aspiran a cambiar sistémicamente el mundo y cuyo principal lema es que todo el mundo puede cambiar el mundo (Everyone a Changemaker). Sin embargo, el historial de Ashoka en nuestro país no comenzó el 2013, sino que data de 1995, cuando Ximena Abogabir –Presidenta de la Fundación Casa de la Paz– fue seleccionada como la primera Ashoka Fellow chilena. A la fecha la red de Fellows en el mundo cuenta con 3.000 emprendedores, de los cuales 37 son chilenos (Julián Ugarte de SociaLab acaba de ser elegido el Fellow número 3.000). Estos agentes están llevando a cabo modelos exitosos en nuestro país que vale la pena observar. Aparte de abordar problemas sociales de variada índole, y en ámbitos como la educación, derechos humanos, medio ambiente, entre otros, lo hacen desde una mirada sistémica, invitando a que todos los actores sociales se sumen al cambio social.

La Academia: Sector en potencia

Como ya lo muestra la literatura, las instituciones de educación superior –o el sector académico, como podríamos llamarlo para continuar con el mismo lenguaje– han sido actores clave para la innovación y emprendimiento social. Este sector no sólo ha aportado con producir conocimiento e investigar este fenómeno, sino que también ha sido encargado de generar instancias para reunir a importantes agentes sociales alrededor del tema, encuentros mundiales como el World Skoll Forum llevado a cabo anualmente en el Reino Unido por la Escuela de Negocios de la Universidad de Oxford y la Fundación Skoll. Además, estos mismos centros educacionales incentivan a sus estudiantes a continuar proyectando nuevas soluciones a problemas sociales, integrando estás ‘nuevas formas’ dentro de los currículos, como el Center for Social Innovation de la Universidad de Stanford.

Un fenómeno similar al descrito, en una escala menor, pero incipiente y con gran potencia, está ocurriendo en Chile, y universidades como la PUC, la Universidad del Desarrollo y la Universidad de Chile ya han dado pasos importantes. Esta última, desde la promoción y la germinación de agentes de cambio.

En la Universidad de Chile, particularmente en la Facultad de Economía y Negocios, la unidad Nexo Responsabilidad Social Universitaria, desde el 2010 trabaja por ser pionera en reunir innovación social y educación superior en la palestra académica nacional, y creando la iniciativa MES en ese mismo año en conjunto con la Facultad de Arquitectura y Urbanismo. MES, o el Mes del Emprendimiento Social, busca promover el emprendimiento e innovación social al interior del espacio universitario, llevando a cabo una agenda de un mes completo de actividades en asociación con importantes emprendedores sociales del país. Seminarios, concursos, workshops, han logrado atraer a estos líderes sociales a las dependencias universitarias, y llevado a actores universitarios a terreno, donde los emprendedores ponen en práctica sus modelos. Desde entonces, MES ha sido llevado a cabo desde el 2010 a la fecha  entre los meses octubre y noviembre, en sintonía también con las actividades de la Semana Global del Emprendimiento, GEW.

Luego de 4 años promoviendo el emprendimiento social, y co-financiados por CORFO, el 2013 nace NESIS, los Nodos de Educación Superior para la Innovación Social. NESIS es la primera red nacional de instituciones de educación superior por la innovación social, la cual provee herramientas de emprendimiento e innovación a líderes del sector académico –estudiantes y docentes–, aspirando a que iniciativas de esta índole permeen hacia las actividades académicas y curriculares de la academia. Desde julio pasado, estudiantes y académicos trabajan en conjunto para cultivar y co-crear nuevos emprendimientos e innovaciones sociales y expandir la educación de este tema en Chile, no sólo en la Región Metropolitana, sino que además instalando nodos NESIS tanto en el Norte y Sur del país. Hoy NESIS está inaugurando sus actividades en la Región de Atacama, específicamente en Copiapó, en asociación con actores relevantes, como la Universidad de Atacama, la Universidad Santo Tomás, ASECH, entre otros.

Un mosaico chileno de innovación social

En conclusión, y como una manera de aclarar el concepto a quienes hasta hoy les resultaba extraño, es posible entender la innovación social como un proceso que desarrolla actividades, productos y servicios innovadores motivados a satisfacer una necesidad social a través de una idea escalable y sostenible, y liderado por personas y organizaciones que asumen lo social como central y constitutivo de su quehacer.

Como puede observarse, Chile no sólo se puede destacar como un país que levanta iniciativas emprendedoras e innovadoras en el mundo de los negocios y los start-up. Hoy también se orientan a proyectar nuevos modelos para abordar problemas sociales antes obviados o no abordados eficientemente ni co-creados de la mano de aquellos afectados por estos.

Las soluciones desde arriba hacia abajo, desde los poderosos a los necesitados, comienzan a verse como algo del pasado e inconcebibles desde la innovación social y los emprendedores sociales. Estas nuevas formas han permitido concebir un mosaico de iniciativas provenientes del sector público, privado, ciudadano y académico que se han involucrado con los tópicos que la innovación social entrega. Han articulado actores y organizaciones a su alrededor, esbozando con esto lo que podría llamarse un ecosistema nacional de innovación social, algo que hoy, post-Año de la Innovación, y escenario de cambio de gestiones, es necesario destacar, ojalá, esperando ser considerado por aquellos que aspiran a ser líderes sociales y políticos en los próximos años.

Gianncarlo Durán Díaz
MSc Innovation Management and Entrepreneurship, Manchester Business School;
Coordinador Académico Proyecto NESIS, Universidad de Chile.

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