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Un año paradojal para el mercado de bonos y la infraestructura


El actual contexto de desaceleración de la actividad tiene una arista que puede llegar a ser paradojal: debido a lo bajo que ha llegado a situarse la tasa de instancia con que el Banco Central maneja la política monetaria local, como reacción al mencionado enfriamiento de la economía, se ha configurado una muy buena oportunidad para impulsar inversiones en infraestructura. El motivo es simple: dichas inversiones pueden financiarse en parte con deuda “barata”, a través de emisiones de bonos corporativos de largo plazo.

El vínculo entre ralentización económica, recortes de tasa y financiamiento vía deuda es directo y en otras ocasiones se ha traducido en un aumento notorio de las colocaciones de bonos en el mercado bursátil que se convierten en capital para financiar obras de infraestructura. Pero ya que hablamos de paradojas, durante el año 2014 ocurrió algo singular: a lo largo del año el mercado de bonos se movió principalmente por operaciones cuyo destino fue el refinanciamiento; es decir, para cambiar deuda antigua “más cara” con nuevos instrumentos emitidos a menor tasa.

Dicho de forma directa, no se han estado colocando bonos para financiar proyectos de inversión, como lo demuestra el recuento de operaciones realizadas el año recién pasado: de un total de 48 colocaciones de bonos corporativos (tanto nacionales como internacionales), un 87,5% tuvo como destino principal el refinanciamiento de pasivos, mientras que solo el 12,5% fue destinado mayoritariamente a inversión. Más aún, durante el segundo semestre de 2014, solo dos colocaciones fueron destinadas a proyectos de inversión.

El fenómeno podría ser anecdótico de no mediar la necesidad que tienen las compañías de seguros de vida de invertir en instrumentos financieros con una duración superior a 10 años, a fin de hacer calzar su cartera de respaldo (inversiones) con sus obligaciones (principalmente el pago de rentas vitalicias), que por naturaleza son de largo plazo.

Financiar proyectos de infraestructura tiene muchos beneficios en términos de desarrollo, pero en lo inmediato además significa insuflar aire a la economía. Por eso lo que está pasando no es lógico, y a mi juicio se explica por un problema de expectativas.

Pareciera ser que la respuesta es que el Gobierno no tiene un plan de licitaciones bien estructurado, o no existe confianza en el mundo privado para llevarlas a cabo, pero lo cierto es que algo pasa. A mi juicio, es más lo primero que lo segundo. Hoy no se aprecia una agenda activa de proyectos de infraestructura que aporten mayor dinamismo a la economía y que vayan en la dirección de hacer más eficientes los procesos productivos.

Por lo anterior, me pregunto, ¿ya no necesitamos más puertos, aeropuertos, carreteras y más inversiones en general?

Jorge Palomas
Gerente General
ICR Clasificadora de Riesgo

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