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El mal de Italia: los negocios a puerta cerrada


En mayo, Alberto Nagel, presidente ejecutivo del banco de inversión italiano Mediobanca SpA, convocó una reunión secreta con el magnate siciliano de los seguros Salvatore Ligresti que acabó por poner en peligro la carrera de Nagel como uno de los negociantes más influyentes del país.

En las oficinas de Mediobanca en el centro de la ciudad, los dos hombres entregaron sus celulares como garantía de que nadie oiría lo que iban a discutir: Nagel quería que el empresario de 80 años renunciase al control de su imperio.

«Prefiero suicidarme», contestó Ligresti, al borde de las lágrimas, contó Nagel en una entrevista con The Wall Street Journal. El abogado de Ligresti, Gian Luigi Tizzoni, aseguró que su cliente no es un suicida y declinó hacer más comentarios sobre lo que dijo Ligresti. Aun así, admitió que su cliente estaba emocionalmente perturbado.

Ambos empresarios se jugaban mucho en esa reunión, y los dos confirmaron el siguiente relato de lo que aconteció después.

Nagel quería que Ligresti dejase que el holding de su familia, Premafin, realizara un aumento de capital. Eso abriría el camino para que el mayor activo de Premafin —la aseguradora que cotiza en bolsa Fondiaria-SAI SpA— evitase la quiebra al fusionarse con dos otras aseguradoras, formando un gigante europeo de seguros. Si Fondiaria se hundía, Mediobanca podría perder más de mil millones de euros (US$1.230 millones) que había prestado a la firma.

Pero la emisión de bonos también diluiría considerablemente la participación controladora de la familia Ligresti en Premafin. Entonces, el octogenario dio un paso inesperado que acabó por colocar a Nagel en el centro de una investigación de la fiscalía de Milán sobre si él y Ligresti obstruyeron a los reguladores bursátiles: Ligresti pasó al banquero una lista manuscrita de sus condiciones, incluyendo un pago de 45 millones de euros para la familia Ligresti, trabajos de consultoría para los hijos del empresario y acceso gratuito a un resort en la isla de Cerdeña.

Nagel rubricó la lista y nadie informó a los reguladores al respecto. Según los fiscales y el regulador, Consob, cualquier acuerdo debería haber sido inmediatamente revelado. Por ahora, ninguno de los dos ha sido acusado de cometer irregularidades, pero ambos recibieron notificaciones oficiales de que están siendo investigados.

Durante la entrevista con el WSJ, momentos antes de que fuera interrogado por los fiscales en agosto, Nagel negó haber hecho el acuerdo y dijo que la lista era demasiado estrambótica como para tomarla en serio. «Recibí la lista de deseos, pero nunca se hizo nada con ella», dijo, agregando que sólo la firmó por pena a Ligresti.

«Mis iniciales fueron un acto de compasión», aseguró.

Para Ligresti, la firma del banquero cimentó un «acuerdo de caballeros» que garantizaba que permitiría la fusión, asegura Tizzoni.

Los críticos apuntan a la reunión de mayo como una prueba de que el capitalismo en Italia sigue anclado en un sistema de clientelismo que el gobierno del primer ministro Mario Monti culpa de asfixiar la economía nacional. La naturaleza opaca de Italia SA, aseguran los analistas, perjudica la competencia y ahuyenta a los inversionistas extranjeros.

«Este es el problema de Italia, y es la razón por la cual Italia no tiene grandes empresas internacionales», dijo Giuseppe Berta, historiador de la industria de la Universidad Bocconi, de Milán.

Ahora, el futuro de Nagel está en el limbo. La junta directiva de Mediobanca convocó una reunión para el 5 de septiembre para discutir la investigación, según fuentes al tanto. «Si la investigación se convierte en un lastre, (Nagel) no estará en posición de dirigir el banco», dijo una de estas personas.

La investigación marca un drástico giro en la carrera de Nagel, de 47 años. En Italia, Mediobanca —que emplea a 3.600 personas y facturó 1.540 millones de euros en el período de nueve meses cerrado en marzo— es conocido como el abanderado del llamado salotto buono, donde la élite de Italia se reúne en privado para cerrar acuerdos. Esa tradición socava la economía de Italia, aseguran los detractores.

Durante la entrevista, Nagel dijo que estaba comprometido con una reforma del sistema, destacando que reformuló la administración de Mediobanca y limpió las empresas de cabilderos polémicos. Esas iniciativas, apuntó, irritaron a la élite a la que ahora le están acusando de proteger.

Los críticos afirman que el involucramiento de Nagel con la familia Ligresti lo contradice.

Al intermediar en la fusión de Fondiaria, Nagel se enfrentó con un cúmulo de intereses contrapuestos. No sólo le debía dinero Fondiaria a Mediobanca, sino que Premafin también tenía una deuda de 322 millones de euros con un grupo de bancos liderados por el mayor accionista de Mediobanca, UniCredit SpA. Fondiaria también estaba en números rojos.

Ligresti y Nagel se reunieron el 17 de mayo. El 12 de junio, la familia aprobó el incremento de capital de Premafin, esperando que Nagel honrara la lista de exigencias.

El pago de 45 millones de euros nunca llegó. El 23 de junio, Paolo Ligresti, hijo de Ligresti, informó a los fiscales sobre la lista secreta, según su abogado. A continuación, los fiscales confiscaron la lista.

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