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¿Planificación o arrancada de tarros?

¿Planificación o arrancada de tarros?

Herrera cruzó la cancha con trote de macho Alfa que se dispone a dar el zarpazo de gracia a la presa moribunda, después de que el resto de la manada hiciera el trabajo sucio. Tomó carrera, le pegó al piso y mandó la pelota un par de metros lejos del arco de su colega Jorge Carranza.


¿Es confiable el técnico Martín Lasarte? Los hinchas de Universidad Católica fruncen el ceño de inmediato; los de la U, en cambio, responden categórica y afirmativamente con igual celeridad; a nosotros, los periodistas, nos parece un tipo serio, honesto, autocrítico…

Sin embargo, una parte de las declaraciones del uruguayo post triunfo de su equipo sobre O’Higgins, quedó envuelta en un halo de incredulidad: aquella referida a la responsabilidad “programada” que tuvo Johnny Herrera a la hora de ejecutar el penal. “Estando en cancha Gustavo Lorenzetti, él se encarga de ejecutar los penales. En segundo lugar estaba designado Herrera”, explicó el estratego.

“La situación tal vez se enredó un poco, porque había ingresado (Ramón) Fernández, otro de los encargados. Pero Herrera estaba en la lista de ejecutantes y eso lo conversamos antes del partido. Me gustaría mostrarles la grabación de la charla técnica, para corroborar lo que digo…”, agregó Lasarte, dirigiéndose a la prensa.

La U no sólo contaba con Fernández, sino con Gonzalo Espinoza y Mathías Corujo. De hecho -estoy casi seguro-, fue el uruguayo quien acomodó en primer término la pelota en el punto penal, tras la ingenua falta de Nico Vargas sobre Enzo Gutiérrez al término del primer tiempo. En el barrio, esa jugada cae en la categoría de tontera de marca mayor, del defensa pavo, del pasó el llevador…

Pero, si mi memoria falla, como habitualmente ocurre, no pasa lo mismo con la de mis compañeros de transmisión de la radio Bío Bío, quienes hasta hoy juran de guata que fue Espinoza el que ubicó el balón para rematar, mientras, tal vez, Fernández miraba a la banca con cara de “¿y yo, profe?”.

Nada de eso. Herrera cruzó la cancha con trote de macho Alfa que se dispone a dar el zarpazo de gracia a la presa moribunda, después de que el resto de la manada hiciera el trabajo sucio. Nadie se interpuso en su camino, nadie rebatió el poder de sus jinetas.

Los jugadores de la U, como las aguas del Mar Rojo, se separaron ante la imagen de este Moisés enguantado, y dejaron que la acción fluyese desde los anhelos más profundos del arquero: convertirse, también, en goleador.

Universidad de Chile vs O'Higgins

El público de pie aplaudía el penal errado

Ya con la mesa servida, Herrera tomó carrera, le pegó al piso y mandó la pelota un par de metros lejos del arco de su colega Jorge Carranza. La barra de la U, por supuesto, coreó su nombre mientras Johnny retomaba posiciones, imagino, con el rubor de la vergüenza lesionando su ego gigantesco.

Para Herrera, la redención llegaría en el segundo tiempo con dos intervenciones notables: rozó el balón con sus dedos ante un cabezazo bombeado de Pablo Calandria, que terminó en el vertical derecho, e hizo lo mismo con un remate colocado de Braulio Leal. Lo suficiente para reafirmar que es el mejor arquero de la competencia chilena.

Sin embargo, ni eso ni el 3-0 conseguido frente a un O’Higgins que jugó muy poco, pueden hacer olvidar la falta de criterio futbolístico en la definición del penal. Porque, si no dudamos de la explicación de Lasarte, habría que sentarse a conversar sobre las cualidades de Herrera para estar sobre Gonzalo Espinoza, por ejemplo, en la lista de ejecutantes.

El volante de la U es, a mi juicio, y junto con el wanderino Marco Medel (uno con la derecha, el otro con la zurda), quien mejor le pega a la pelota en nuestro torneo, con gran potencia y precisión. En esta faceta, ¿está Herrera más valorado que Espinoza por el estratego de Universidad de Chile?

Es difícil creerlo, así de buenas a primeras.

Ahora, si la respuesta de Lasarte fue para evitar un bochorno mayor (aceptar que Johnny se arrancó con los tarros), la situación merece un cuestionamiento mayor: subordinar el éxito de todo el equipo a los caprichos de un jugador, por muy calificado o referente que sea, resulta poco serio.

En el semestre pasado, los azules contaron con cuatro penales a su favor, todos pateados por Gustavo Canales, con apenas un 50 por ciento de efectividad. Si Lasarte está buscando nuevas fórmulas en ese sentido, me siento obligado a decirle, respetuosamente, que no se repita lo del sábado. Genera una sensación de inaceptable desprolijidad y menoscaba el talento de jugadores mejor dotados en esas materias.

Hay Copa Libertadores un poco más allá. Y en esa instancia, un penal perdido puede interponerse en el siempre latente objetivo de hacer historia…

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