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Una banana verde

Una banana verde

La renuncia de Cristián Suárez a la Roja, envuelta -como es tan típico en estos casos- en una serie de ambigüedades, no hace sino ratificar que muchos jugadores no tienen la jerarquía suficiente para vestir la camiseta nacional.


El capítulo que protagonizó el zaguero de la Universidad de Chile es viejo y malo. Un chiste repetido que ya no causa gracia, porque en medio está la Selección Chilena. Y la Roja, a pesar de su triste bitácora de frustraciones competitivas, es por lejos el producto más querido de nuestro fútbol. Un elemento, casi, de «unidad nacional», de sentimiento consensuado dentro de una sociedad cuyas contradicciones se estiran a niveles insoportables.

Los jugadores lo saben y por eso, demagógicamente, declaran que su gran anhelo «es llegar a la Selección». Ahí es donde surge la gran distorsión en esta historia: son tantos los episodios de escándalos, polémicas, renuncias e incoherencias que envuelven a la Roja, que válidamente nos preguntamos, ¿en qué parte del camino se queda ese gran anhelo por llegar a ella? ¿Se trata de un deseo real o de una simple declaración de intenciones? ¿Por qué, ahora y en otras épocas, son los propios jugadores quienes boicotean los procesos? Ojo, no hablo de la responsabilidad de los rivales -que en esta parte del mundo son de temer: tres campeones del mundo, entre otros-, sino de la culpa de nuestros propios convocados, expertos en sabotear el éxito del grupo.

Con jugadores así, podemos concluir, no hacen falta enemigos para guiarnos al fracaso…

Uno de los méritos de Marcelo Bielsa fue haber elevado el respeto en torno del «equipo de todos», al punto de que los jugadores mantuvieron un compromiso irrestricto con el ideario del estratego argentino, que incluía, por supuesto, una enorme valoración por el cuadro nacional. Igual, sin embargo, hubo escandalillos menores, bien camuflados por la dirigencia de la época.

Con la llegada de Claudio Borghi, la fuerza de esa «costumbre» sobrepasó todos los límites permitidos. Asomaron los «azos», es decir, la forma en que la prensa denominó cada episodio de indisciplina personal o colectivo, como el bautizazo y el tavellazo, dignos sucesores del puertordazo y dublinazo que remecieron al equipo años atrás.

Jugadores como Elías Figueroa y otros de esa estatura dentro y fuera de la cancha, siempre tuvieron claro en qué lugar de sus prioridades asomaba la Roja: en el primero.

Hoy, Alexis Sánchez, Claudio Bravo, Gary Medel y Charles Aránguiz, por ejemplo, recogen esa herencia y dan muestras periódicas de su entrega. Pero siguen siendo una minoría, una excepción, un grupo que no logra compensar la historia negra del equipo.

Volvamos al caso de Cristián Banana Suárez. Separado de las convocatorias desde que hizo podio con la Sub 20 de José Sulantay en el Mundial de Canadá, su buen rendimiento en Cobreloa y en la U le abrió nuevamente la entrada a Juan Pinto Durán. Ad portas de salir como titular en el amistoso frente a Estados Unidos, el zaguero llamó por teléfono para avisar de su renuncia, pues no estaba en condiciones físicas para afrontar el desafío.

Su proceder resultó tan desubicado, tan alejado de cualquier contexto, que el cuerpo médico de la Roja debió convocar una conferencia de prensa para aclarar que, si bien el defensa no había entrenado con normalidad en los últimos días, los exámenes a los que fue sometido no arrojaron ninguna lesión invalidante.

“Fui muy inmaduro y ojalá esto no me cierre las puertas para otras convocatorias”, musitó luego Suárez, arrepentido de su torpeza, aunque ponerse a llorar ahora más bien parece un acto catártico que sólo libera de culpa al ofensor y no contribuye en nada a reparar un daño ya instalado.
Mientras, los rumores de la verdadera “lesión” de Banana ya circulan en el medio futbolero y ayudarán pronto a aumentar el folclor que seguramente rodeará a esta historia.

Si optamos por creer en la versión del jugador (lesión e inmadurez, y no otra variable), el resultado de este relato seguirá siendo el mismo: que la Roja fue sacudida otra vez por un atentado contra el respeto que debiese generar per se en cualquier época y bajo cualquier condición…

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