Publicidad
Olimpia-Sol de América: el tongo inolvidable

Olimpia-Sol de América: el tongo inolvidable

El fútbol mundial está lleno de partidos bajo sospecha y resultados que llegan a veces a ser absurdos. Pero pocos arreglos han resultado más ordinarios, desvergonzados y peor actuados que este entre los cuadros paraguayos protagonistas de esa Copa Libertadores de 1989 que sirvió para dejar fuera a Colo Colo.


Por estos días (29-30 de marzo) acaba de conmemorarse un año más de uno de los tongos más desembozados y desvergonzados del fútbol sudamericano de toda su historia: el que protagonizaron Olimpia y Sol de América en la Copa Libertadores de 1989, para clasificar ambos a la siguiente ronda y dejar en el camino a Colo Colo.

Un partido de trámite tan teatral y de resultado tan absurdo, que la propia prensa deportiva paraguaya, que no suele destacar por su objetividad ni dureza de conceptos, precisamente, lo calificó como “el partido de la vergüenza”.

La historia del fútbol, a pesar de todo, está llena de tongos. Y decimos “a pesar de todo” porque, al ser un juego colectivo, el acuerdo entre dos equipos para manejar un resultado depende de la complicidad de muchos, dispuestos no sólo a prestarse a la mascarada sino, y esto es lo más complicado, a guardar el secreto a ultranza. Lo contrario que, por ejemplo, ocurre a veces con el boxeo, en que basta sobornar a uno solo de los protagonistas para obtener el resultado que signifique pingües ganancias para algún corrupto interesado.

¿Quién podría olvidar, por ejemplo, el tongo entre alemanes y austríacos durante la disputa de la fase de grupos de España 82? Luego de que los germanos abrieran la cuenta, ambos equipos decidieron “hacer tablas” con un resultado que los clasificaba y dejaba fuera a Argelia, que se había transformado en la selección sorpresa del torneo luego que en el debut, y contra todos los pronósticos, venciera por 2-1 a una Alemania Federal que siempre es candidato.

En otras palabras, luego de la apertura de la cuenta no jugaron más, transformando el partido en un sainete. Ni los alemanes quisieron hacer más goles ni los austríacos mostraron ni la más mínima intención por empatar. ¿Para qué, si con eso ambos seguían en carrera y dejaban al margen de la competencia a los argelinos?

Nadie puede olvidar, tampoco, el sospechoso 6-0 de Argentina frente a Perú en el Mundial de 1978. Porque era el resultado que clasificaba al dueño de casa a la final, por mejor diferencia de goles de la que podía exhibir Brasil para aspirar a enfrentar a Holanda, ganadora del otro grupo de tres selecciones en fase de semifinales.

Un manto de dudas cayó desde entonces acerca no sólo del desenlace de ese partido, sino que, obviamente, sobre el resultado del campeonato mismo. ¿Y cómo no pensar mal, si en el arco de Perú jugaba Ramón Quiroga, peruano por adopción, pero argentino de nacimiento? ¿Cómo no dudar, si la Argentina de aquellos años estaba gobernada por una dictadura militar sangrienta, que no había trepidado en nada para dirigir el país con mano de hierro y acallar cualquier asomo de protesta con la vieja fórmula de “pan y circo”?

La historia que hoy nos preocupa comenzó así: Olimpia y Sol de América quedaron en el Grupo 1 de la Copa Libertadores de ese año junto a Cobreloa y Colo Colo, los representantes del fútbol chileno. La serie comenzó el 23 de febrero, con un empate sin goles entre los equipos paraguayos. Al día siguiente, Cobreloa, que era el campeón, venció por 2-0 a Colo Colo en el Estadio Nacional.

Una semana después, Sol de América se trasladó a Chile para caer por 3-1 frente a Colo Colo y 1-0 frente a los loínos. Tras esos partidos, fue Colo Colo el que debió desplazarse hasta Asunción y le fue rotundamente mal: perdió por la cuenta mínima frente a Sol de América y por 2-0 ante Olimpia.

Fue el turno de Olimpia para desplazarse a Chile, de donde regresó con las manos vacías: frente a Colo Colo y Cobreloa cayó por idéntico marcador: 2-0.

A esta altura de la competencia por el grupo, Cobreloa sumaba 6 puntos, contra 4 de Colo Colo y 3 de Olimpia y Sol de América.

Era el momento que a Cobreloa le correspondió viajar hasta Paraguay en busca de su clasificación, pero tampoco sus resultados resultaron positivos: apenas empató 1-1 ante Sol de América, mientras que con Olimpia perdió 2-0.

Con esos marcadores, la tabla del grupo quedó de la siguiente manera: Cobreloa 7, Olimpia 5, y Colo Colo con Sol de América 4 puntos. A falta de dos encuentros, entre los cuadros del mismo país para dirimir el grupo, Colo Colo debía viajar hasta Calama para buscar su clasificación, un reducto donde no ganaba desde hacía diez años, al paso que a Sol de América, que era el campeón del fútbol guaraní por haber ganado el denominado Torneo de la República de 1988, le correspondió recibir a Olimpia en el estadio La Olla, perteneciente a Cerro Porteño.

Ambos partidos fueron programados para el 29 de marzo, pero “a la sudamericana”. Es decir, no se trató de duelos simultáneos: mientras Cobreloa enfrentaba a Colo Colo desde las 16.00 horas, Sol de América haría lo mismo con Olimpia por la noche, “con el resultado puesto”.

En Calama, tras comenzar perdiendo, Colo Colo lo dio vuelta y, conforme avanzaban los minutos, pareció que no sólo lograría la proeza de batir a Cobreloa en su propia cancha después de una década, sino que clasificaría a la ronda siguiente, independiente de lo que pasara más tarde entre los cuadros paraguayos.

Pero en el último minuto de descuento, llegó el empate dramático de Cobreloa para un 2-2 que prolongó la paternidad de los “Zorros del Desierto” frente a los albos y dejó al Cacique dependiendo de un resultado casi insólito para quedar fuera de carrera: el único marcador que clasificaba a los dos cuadros paraguayos a la fase siguiente de la Copa era un 5-4 en favor de Sol de América.

Pero en el vestuario albo nadie quiso dedicar su tiempo a ejercicios matemáticos: la victoria se les ha escapado de las manos y temían el arreglo de los equipos paraguayos. Ni siquiera los consoló saber que el único marcador que los dejaba fuera –de por sí poco frecuente- jamás se había producido entre ambos equipos.

Raúl Ormeño, capitán albo, dijo: “Los paraguayos se van a arreglar entre ellos, cualquiera sea el resultado que necesiten. Yo, por lo menos, me siento fuera de la Copa con este empate en los descuentos”.

Parece un concepto demasiado pesimista, demasiado amargo. Y más triste aún luego de que Jorge Massardo, árbitro de la brega en Calama, confidenció: “Iba a tocar el pito dando por terminado el partido, pero justo en ese momento se produce una carga de Cobreloa y estimé que era lo más criterioso dejar que concluyera”.

En Buenos Aires, el “Pato” Pastoriza, director técnico de Boca Juniors, se negó a hablar de Colo Colo como su rival más seguro en la fase de octavos de finales. Canchero, conocedor profundo el medio sudamericano, deslizó: “Yo no daría nada por seguro hasta tanto no termine ese partido entre los equipos paraguayos. Mirá que se han visto muertos cargando adobes…”.

Las declaraciones del Pato Pastoriza fueron toda una premonición. El partido en La Olla comenzó, pero a los 24 minutos el recinto sufrió un inexplicable apagón. Más extraño aún si se considera que sólo afectó al estadio de propiedad del Ciclón. En el resto del sector el suministro de energía eléctrica era absolutamente normal.

En Santiago, en los estudios de Televisión Nacional, que transmitía en directo el partido, la habitual dupla de Livingstone y Carcuro empezó a “rellenar” y a ganar tiempo, a la espera de que todo se normalizara.

Es lo mismo que en Asunción hizo el árbitro paraguayo Estanislao Barrientos, encargado de dirigir el partido: esperar que la luz volviera para reanudar el juego. Pero todo fue inútil. Los técnicos electricistas paraguayos demostraron ser unos vulgares “maestros chasquillas”. La luz nunca retornó y el partido se reprogramó para la tarde siguiente, en el mismo recinto.

Es el momento en que, sin ninguna duda, se cocinó el acuerdo.

Y los 66 minutos que se jugaron, más descuentos, se transformaron en la mascarada más grosera y ordinaria de cuantas se hayan visto en un fútbol sudamericano, donde las trampas eran (son) no sólo el pan de cada día, sino el símbolo de la viveza criolla que confirmaba una y otra vez la máxima rioplatense de que “el fútbol es para los vivos, no para los giles”.

Al gol de la apertura de Sol de América, anotado por nuestro conocido Hugo Brizuela, que después jugaría en Chile por Audax Italiano, O’Higgins, Unión Española y Universidad Católica, vendría luego el empate de Olimpia. Todo en medio de un juego tan falso, tan mal actuado, que a poco andar Carcuro y Livingstone cayeron en cuenta de la desembozada comedia que se estaba escenificando y comenzaron a pronosticar el equipo al que le correspondía anotar luego de alguna conquista. ¡Y no se equivocaron nunca…!

En ese momento, ellos también supieron que ese partido terminaría por 5 goles a 4 a favor de Sol de América.

Para la historia de la vergüenza, estos fueron los protagonistas de ese tongo:

Sol de América: Espínola, Leguizamón, Pedrozo, Martínez y Brugada; Estigarribia, Centurión e Espinoza; Cano, Genes y Brizuela.

Olimpia: Almeida; Miño, Fernández, Vergara y Portela; Torres, Balbuena, Benítez y Bobadilla; Amarilla y Mendoza.

Para Sol de América, anotaron Genes (4) y Brizuela. Para Olimpia, Amarilla (2), Torres y Mendoza.

Colo Colo, dirigido por Peter Dragicevic como presidente, no pudo permanecer impávido frente a ese show ramplón que habían maquinado los cuadros paraguayos. Anunció, aparte de un reclamo formal ante la Confederación Sudamericana, que “nunca un protagonista de ese partido, un tongo de principio a fin, llegará a Colo Colo”.

Digamos que hasta la propia Confederación estimó que a ambos equipos se les había pasado la mano. Los sancionó a cada uno con 5 mil dólares y tomó la determinación que, a partir de ahí, ningún grupo copero se definiría con un partido final entre cuadros de un mismo país, pero a Nicolás Leoz, el paraguayo que era su presidente, jamás se le pasó por la cabeza desconocer el resultado. Dicho vulgarmente, para Colo Colo había pasado la vieja nomás.

Esas palabras, la dirigencia alba se las tuvo que comer cuando, en 1995, decidió contratar a Gustavo Benítez como director técnico. Él, como capitán de Olimpia, tenía que estar naturalmente enterado del tongo en todos sus detalles, pero siempre negó que algo extradeportivo hubiera sucedido. De más está decir que nunca nadie le creyó una sola palabra.

Menos elusivo fue el uruguayo Sergio Markarián, director técnico de Sol de América en ese entonces, quien luego de veinte años llegó a nuestro país contratado para ocupar la banca de Universidad de Chile (2009). Consultado por ese tongo histórico en su conferencia de prensa de presentación, dijo con todas sus letras: “Hay hechos que me enorgullecen y otros que no. Y este claramente es un hecho del que no me enorgullezco y del que me quiero librar”.

Como se decía antes: más claro, echarle agua…

Publicidad

Tendencias