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Opinión: Yo, que Sampaoli, hago mis maletas

Opinión: Yo, que Sampaoli, hago mis maletas

Julio Salviat
Por : Julio Salviat Profesor de Redacción Periodística de la U. Andrés Bello y Premio Nacional de Periodismo deportivo.
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Bonito conflicto se le presentó a Jorge Sampaoli. Aunque no es nuevo (ya le había sucedido después de clasificar al mundial de Brasil, en plena fiesta universal y antes de comenzar la Copa América), la avalancha de ofertas se estaba convirtiendo en un fenómeno inédito para él y para las autoridades del fútbol nacional.

Encerrado en una pieza de un hotel de Buenos Aires, enfrentado a convincentes dirigentes mexicanos, el director técnico de la selección chilena de fútbol escuchó una oferta que si no es textual anda cerca: “No hay problema con los 15 millones de dólares por la cláusula de salida y tampoco lo hay con su remuneración y la de su cuerpo técnico: le ofrecemos el doble de lo que ganan en Chile”.

Pocos días antes, una oferta un poco menor formulada por el Internacional de Porto Alegre (Brasil) había pasado directamente al archivo de las negativas. Y poco después, una invitación del Olimpique de Marsella (Francia) pasó al casillero de los asuntos pendientes.

En la cresta de la ola por la hazaña conseguida en la última versión de la Copa América, Sampaoli pasó a ser uno de los entrenadores más codiciados del mundo. Atrae su forma de trabajar y, más que todo, tienta su amistad con el éxito. Causa admiración la forma en que transformó a un equipo regular, como Universidad de Chile, en potencia sudamericana. Lo aplauden por el vuelco que le dio a una selección indisciplinada, y aparentemente condenada al fracaso, para convertirla en protagonista de Brasil 2014: en la más importante de las instancias futbolísticas contribuyó a la eliminación del campeón mundial vigente y tuvo por las cuerdas al dueño de casa y, a esas alturas, el gran candidato a quedarse con el título. Le hacen reverencias por haber conseguido la estrella continental en las circunstancias más adversas para el fútbol nuestro: jugando con la final con Argentina y definiendo con penales.

Tiene que haberse desvelado Sampaoli pensando en qué hacer con tanto billete verde y dando otro paso hacia metas que nunca escondió: dirigir a los mejores equipos del mundo.

Y tiene, también, que haber meditado acerca de lo que gana y lo que pierde quedándose en Chile.

¿Qué gana? posibles malos ratos.

¿Qué pierde? casi nada.

No hay que ser muy sabio para comprobar que la necesaria renovación, aunque existente, va más lenta de lo necesario. Que encontrar un grupo de jugadores de similar calidad, suficiente personalidad, garantizado rendimiento y hambre de laureles no será fácil, por no decir imposible.

Todo eso lo vislumbró Marcelo Bielsa cuando le ofrecieron venirse al fútbol chileno. Sampaoli sólo tuvo que seguir el vuelito y enmendar el rumbo que se extravió en un momento después de la partida del rosarino. El casildense encontró que la semilla había germinado y que solamente tenía que poner las estacas para enderezar los arbolitos.

Tenía un grupo excepcional, que sólo necesitaba mano firme y trabajo serio. Y él tenía las dos cosas.

Hoy día, ese grupo envejeció y ya consiguió lo que se proponía. Le quedan energías para una próxima Clasificatoria, pero nada garantiza que alcancen para el próximo mundial.

¿Con qué podrá Sampaoli estimular a quienes chicoteó con tanto premio en las instancias anteriores? Ya los convenció una vez de que podían clasificar por segunda vez consecutiva a un Mundial fuera de casa, algo que nunca había conseguido el fútbol chileno. Ya les inculcó que a la cita máxima se va a competir, y no solamente a participar. Ya les remachó que la Copa América no era una utopía.

¿Qué le queda por decir?: que se puede ir tres veces seguidas a un Mundial, que ahora hay que llegar más arriba que nunca en un torneo de esa naturaleza, que si fueron campeones de selecciones de América pueden ser campeones cuando compitan con las de otros continentes, que hay que defender airosamente el título americano…

Se puede asegurar que ya no será lo mismo. Los capos de la Roja ya están a otras alturas y con metas ligadas a sus clubes.

Si yo hubiese estado en el pellejo de Jorge Sampaoli, habría hecho las maletas y me habría enfrascado en desafíos más novedosos, atrayentes y rentables.

El problema es que el Pelao tiene más palabra de hombre que yo.

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