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¿En qué momento se jodió Perú?

¿En qué momento se jodió Perú?

Fútbol de primer orden continental hasta inicios de los años 80, los del Rímac fueron decayendo lenta y sostenidamente. Su relumbrón de la última Copa América no logró ocultar tres décadas y media de mediocridad.


Santiago Zavala, un periodista treintón de buena cuna pero devenido en opositor a la dictadura del general Manuel Odría, a mitad del siglo pasado, conversa en un bar limeño de mala muerte con el negro Ambrosio, ex chofer de su padre.

Es un reencuentro tras largos años sin verse. Afloran los recuerdos, no siempre gratos. Es en ese momento cuando Zavala lanza la pregunta que ha sacudido a su país durante décadas:

-¿En qué momento se jodió Perú?

Interrogante amarga y desencantada que Mario Vargas Llosa pone en boca del protagonista de “Conversación en la Catedral”, una de sus mejores novelas, escrita en la segunda mitad de los 60 y con la cual el Premio Nobel de Literatura 2010 reflexiona sobre lo que ya en ese momento era una triste constatación de un país de enorme potencial, pero que empezaba a hundirse en la frustración y la desesperanza.

Posiblemente debido a que una respuesta a ese fenómeno político, económico y social toca también al deporte, es que la pregunta clave de Santiago Zavala puede extenderse para intentar explicar la mutación hasta ahora sin vuelta de un fútbol otrora bello y elegante en otro apabullado por los malos resultados, la escasez de talentos de alto vuelo y la inexistencia de planes de largo plazo que pongan coto a esta postración.

¿En qué momento la selección peruana dejó de lucir a tipos como Lolo Fernández y Juan Joya, entre los más antiguos; Teófilo Cubillas, Hugo Sotil, Héctor Chumpitaz, Julio Meléndez, Juan José Muñante y Perico León, protagonistas de los 70, llamada la década dorada; o Juan Carlos Oblitas, Julio César Uribe, César Cueto y José Velásquez, postreros emblemas de ese pasado enterrado?

No hay estudios serios que exhiban las causales para un fenómeno sostenido y que, por lo tanto, no puede atribuirse a “buenas o malas generaciones”. Sin embargo, es posible aventurar, como el propio periodismo y medio futbolístico peruano lo han señalado, que la descomposición institucional sufrida por el país entre los años 80 y 90 haya repercutido en el fútbol, como en todos los ámbitos de la vida cotidiana peruana.

Es cierto que después del Mundial de España 82 (su última asistencia mundialista) ha habido jugadores destacados. Claudio Pizarro, Paolo Guerrero y Jefferson Farfán, entre los más recientes, pero también Franco Navarro, Nolberto Solano y Roberto Palacios, unos años antes.

Sin embargo, sus esfuerzos han sido inútiles. Fracaso tras fracaso. Hace ya ocho versiones y 33 años que Perú no asiste a un mundial.

Alguna vez estuvo cerca, como en las clasificatorias para Francia 98 cuando se quedó sin pasajes por diferencia de goles a favor de Chile. Era esa una generación meritoria. Porque a los ya nombrados Solano y Palacios había que sumar a los hermanos Jorge y José Soto, Percy Olivares, Juan Reynoso, Juan Jayo y Flavio Maestri. Todos ellos daban cuerpo a una dignidad futbolística que merecía mejor suerte. Pero la goleada 4-0 encajada en Santiago marcó su amargo final.

No ha tenido otra oportunidad igual. Al revés, su derrotero en las últimas clasificatorias es similar: promediando la mitad del calendario Perú ya está en la parte baja de la tabla y rezándole a Santa Rosa de Lima y al Señor de los Milagros para tratar inútilmente de subir.

Vergüenza ajena provoca repasar sus ubicaciones en las últimas cuatro clasificatorias: octavo para Japón-Corea 2002, penúltimo para Alemania 2006, último para Sudáfrica 2010 y antepenúltimo para Brasil 2014.

Actualmente ocupa el puesto 61 en el ranking FIFA y su colocación promedio desde que se creó el ranking es 57.

A nivel sudamericano, claramente hoy es el segundo país más débil después de Bolivia. Hasta Venezuela lo dejó atrás. Para qué decir el resto de la clase media sudamericana. Chile, Colombia, Uruguay, Paraguay y Ecuador le han perdido todo respeto.

El tercer lugar en la anterior Copa América Argentina 2011 fue apenas un destello. La prueba es la pobrísima actuación en la clasificación siguiente. Ni Sergio Markarian pudo sacarles trote.

Ahora llegaron a Chile con la ilusión de un repunte consistente. Pero un mero repaso de su nómina revela que vienen con lo de siempre. Esperando que Pizarro, Guerrero, Farfán y Juan Manuel Vargas hagan un milagro.

Si bien es cierto en lo económico, nuestros vecinos han tenido un alentador repunte en los últimos años, en el fútbol la pregunta de Santiago Zavala todavía goza de buena salud.

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