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El inminente retiro de Francis Ford Coppola

No está lejos el momento en que Coppola abandone el rubro de las imágenes en movimiento: el director de la trilogía de El Padrino anunció que dejará el séptimo arte después de finalizar su más reciente trabajo, Megalópolis, que retrata la lucha de un arquitecto por construir una ciudad utópica.


El proyecto, predestinado a acaparar atenciones y a levantar rumores durante meses por el inminente retiro de Coppola tras su estreno, contará con un presupuesto financiado íntegramente por el propio director. De esta manera, y evidentemente con muchos más recursos que en la época de Apocalipsis Ahora, cuando hipotecó su casa para sostener el proyecto, evitará las incómodas presiones de los grandes estudios deseosos de obtener rendimiento de sus inversiones.



Con una sofisticada imaginación, Coppola se transformó en un inesperado seguidor de los pensadores utópicos, aquella generación de filósofos que ocuparon parte de su vida en imaginar sociedades ideales donde planteaban su particular visión de la modernidad.



Megalópolis, al parecer su último largometraje, narrará -con un acento filosófico que marca un contenido denso y complejo- la lucha de un arquitecto por levantar una ciudad ideal para la humanidad. «Es una película eminentemente política que se basa en una premisa: ¿quién no piensa en una utopía?. Mi sensación es que si podemos demostrar que es posible será deseable y quiero jugar con eso», afirma el cineasta.



Esta gran epopeya, que uniría la decadencia del Imperio Romano con el Nueva York de hoy, transcurrirá desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta 30 años más allá del comienzo del siglo XXI.



El motor de la historia se mueve alrededor del tradicional choque entre lo clásico, materializado en un alcalde que trata de defender los patrones antiguos de la ciudad, y la modernidad, escenificada por un arquitecto que apuesta por construir edificios con un nuevo compuesto plástico de aspecto inusual.



Según el director, Megalópolis tiene mucho que ver con el tiempo y la visión de lo él cree será el mundo en un futuro no muy lejano, donde la sociedad, supuestamente se asentará más en su creciente aspecto urbano, como eje de migraciones, que en el de carácter rural.



Una pérdida inminente



Perteneciente a esa generación de directores de cine de autor que emergió en los setenta, Francis Ford Coppola ha logrado construir un universo particular -al estilo de Scorsese, Lumet o Kubrick-, donde cintas como Drácula, Apocalipsis Ahora o la grandiosa trilogía de El Padrino, han renovado y estimulado al séptimo arte.



Guionista, productor y director estadounidense, Coppola nació en Detroit, Michigan, el 7 de abril de 1939. Formado en la Universidad de Hofstra, tempranamente obtuvo una licenciatura en teatro en 1960, y en la escuela de cine de la Universidad de California, en Los Angeles. Siendo aún estudiante, comenzó a trabajar para Roger Corman, destacado director y productor de películas de serie B.



Por aquellos años dirigió también su primera película profesional. Un año antes había hecho un documental llamado Dementia 13 (1963), en Irlanda, y escrito diversos guiones para la Seven Artists Productions. Coppola pronto sería conocido en el mundo entero por sus guiones y la dirección de Ya eres un gran muchacho (1966) y Llueve sobre mi corazón (1969), que realizó con su nueva productora American Zoetrope, fundada junto con George Lucas en 1969.



En 1970 ganó un Oscar al mejor guión por Patton. Desde entonces, trabajó con su propia productora -varias veces al borde de la bancarrota- y una que otra vez para alguna de las compañías grandes, como la Paramount o la Universal.



En 1972 rodó El Padrino, filme que se convirtió rápidamente en un título mítico y uno de los más aclamados del cine estadounidense.



Celebrado por la crítica y el público, fuera por las actuaciones, los diálogos, la música o el montaje, este trabajo se transformó en objeto de un culto masivo sólo comparable al que generan obras como Lo que el viento se llevó, o Ciudadano Kane.



Dos años más tarde apareció la esperada secuela, El Padrino II. Coppola comenzó a dar en esta película muestras de la megalomanía que luego estallaría en Apocalipsis Ahora. Además de la compleja estructura narrativa y la gran cantidad de personajes, el filme abunda en escenarios (Nueva York, Las Vegas, La Habana, Sicilia) y en temas: es a la vez un tratado sobre el amor y el odio, sobre la familia y su desintegración, sobre la ley y el delito, sobre el hambre de poder y el hastío de él.



En 1979 llegó Apocalipsis Ahora, su antiepopeya sobre la guerra de Vietnam. Las crónicas de la época señalan que durante el rodaje Martin Sheen sufrió un infarto, Coppola perdió 40 kilos y trató de suicidarse varias veces y Marlon Brando amenazó con retirarse y solo aceptó aparecer entre sombras.



Un tifón destruyó los sets en Filipinas y Coppola debió gastar gran parte de su fortuna personal para poder concluir el rodaje. Increíblemente, el resultado fue un clásico absoluto del cine bélico cuyo costo -45 millones de dólares, un récord para la época- fue imposible de recuperar en las salas y marcó el comienzo de los problemas financieros de Coppola, que llegaría a la ruina completa con su siguiente filme, Corazonada (1982).



En el ’83 hizo La Ley de la Calle, cinta en la que Rusty James (Matt Dilon) es un joven que sueña con volver a los tiempos de las pandillas juveniles y así emular a su hermano mayor que en su día fue líder de una de éstas. Una interesante mirada a un mundo oscuro donde el color y el sonido desaparecen.



Siete años más tarde volvieron los Corleone a la carga con El Padrino III. Ya los años habían transcurrido; el heredero de Corleone ha consolidado su poder no sólo en Las Vegas a través de sus casinos, sino nuevamente en Nueva York. Los hijos de Michael, la tercera generación, han dejado de ser unos niños, y están listos para llevar el estigma de la familia, situación que el »jefe de la familia» desea impedir a cualquier precio. La vida bajo la sombra de la muerte no es una vida. Sin embargo, hay destinos que no pueden elegirse, simplemente aceptarse. Una interesante y deliciosa película que viene a finalizar con gran éxito una imponente trilogía.



En 1992, Coppola recurrió a la novela de Bram Stoker para filmar Drácula. Aquí el clásico vampiro cambió su residencia desde los Cárpatos a occidente ligándose al contador que lo visitaba para acompañarle en su mudanza como servidor. Una vez instalado, conoce a una joven ya prometida, de quien se enamora. Comenzará a visitarla por las noches, para ir bebiendo su sangre poco a poco, y convertirla así en su esposa. Magistralmente, Coppola realiza una de las versiones más acertadas en la historia del cine sobre la novela de Stoker, transformando a Gary Oldman en un personaje abominablemente bello.



No cabe duda Francis Ford Coppola representa uno de los empeños más genuinos por hacer cine de autor dentro de la maquinaria de los grandes estudios de Hollywood. En el trayecto quedaron los infinitos conflictos para imponer sus condiciones de filmación, sus problemas económicos y complicados manejos de las productoras.



A cambio de ello, Coppola ha logrado plasmar su visión y talento en algunas obras importantes, en la medida en que pudo controlar las condiciones de producción, creando así un cine innovador e inquietante mediante su extraordinaria capacidad de narrador y su maestría como cineasta.



Son muchas las razones que transforman a este excelente director en una persona indispensable para el desarrollo y auge del cine contemporáneo. Si Francis Ford Coppola cumple su palabra de alejarse del celuloide, sin duda será una de las pérdidas por voluntad propia más grande que haya registrado el cine en los últimos años. Y es muy probable que Megalópolis, independientemente de su calidad o mediocridad fílmica, será recordada como la línea que separó a un genio de lo que mejor sabe hacer: películas.



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