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Saqueos en ciudades iraquíes: La catarsis consentida

La inestabilidad que reina hoy en el país es el preludio de la irrupción de venganzas, purgas y la reapertura de heridas históricas, sociopolíticas y religiosas. Tal como lo adelantamos en estas páginas, la desarticulación de Irak será uno de los resultados de la intervención angloamericana.


Después del diluvio de bombas, el caos se ha apoderado de Bagdad y otras ciudades de Irak: no hay ni ley ni orden y la ayuda humanitaria no llega con la rapidez requerida. Este es el escenario preferido para los ideólogos de esta guerra: la inestabilidad permanente que permite que el eje seguridad-finanzas se retroalimente de las situaciones de descomposición que se están dando en Irak. Esto es, precisamente, lo que se quería lograr.



Apagados los vítores iniciales -los cuales, pese a la difusión que se les ha dado, no fueron tantos ni tan entusiastas-, comenzará la resistencia a la ocupación, especialmente de la poderosa clase media local, educada y apegada a sus tradiciones.



El asesinato del clérigo shiíta Said Al Majid Al Kaib, en Najaf, ciudad ubicada al sur de Irak, es una de las primeras manifestaciones del tipo de fracturas que provocará una invasión que no consideró las implicancias que tendría la acción militar en las luchas intestinas en la sociedad iraquí.



El apresuramiento de los EEUU por colocar al banquero exiliado Ahmed Chalabi en el Gobierno Provisional demuestra, una vez más, los costos de una operación diseñada por Donald Rumsfeld al estilo de Oliver North: "rápida y eficiente".



"Al final el costo es mayor y los republicanos están "doomed to fail" -destinados a fallar- aunque se vanaglorien que bajo su administración cayó el bloque soviético. Como en los últimos años se han llenado de un grupo de financieros y tecnócratas fracasados, siendo los ejemplos más prominentes Cheney, Perle y el propio Bush, empiezan las cosas rápido y aparentemente bien, pero las terminan mal. Y esto de Irak tiene todo el olor al fracaso, una vez más", nos dice una analista norteamericana con 20 años de experiencia analizando la política internacional de su país.



Ni corta ni dulce



Antes de iniciarse las operaciones militares, se usó mucho el cliché inglés de que sería una guerra "short and sweet" -"corta y dulce"- que daría dividendos inmediatos a todos los interesados en el derrocamiento de Sadam Husein, incluyendo los propios iraquíes. Pero las victorias de este tipo son las que dejan las más oscuras conclusiones, por la tendencia natural a trazar generalizaciones.



El Secretario de Defensa de EEUU, Donald Rumsfeld, el verdadero "Príncipe de la oscuridad" de esta tragedia se encargó de desmentirlo poco después del ingreso de las tropas en Bagdad: "Esta guerra aún no ha terminado". Demostrando que tiene plena consciencia de que, en medio de la inestabilidad reinante, las "acciones de guerra" iban a continuar.



En Irak, la inestabilidad va a provocar el inició de un periodo de venganzas, purgas y la reapertura de heridas históricas, sociopolíticas y religiosas. Tal como lo adelantamos en estas páginas, la inestabilidad será uno de los resultados que tendrá la intervención angloamericana: el asesinato del líder shiíta y el rechazó de las primeras propuesta de liderazgo, lo demuestran.



Los americanos están perdidos no en una selva como en Vietnam, sino en las arenas movedizas de un territorio que desconocen por completo. Incluso sus asesores iraquíes más directos han estado en el exilio 20 o 30 años, por lo que no son una gran aporte.



Apagados los vítores iniciales -los cuales, pese a la difusión que se les ha dado, no fueron tantos ni tan entusiastas-, comenzará la resistencia generalizada, especialmente de la poderosa clase media local, educada y apegada a una antigua tradición.



Laissez faire



Las hordas que recorren las ciudades bajo "control" aliado saqueando edificios gubernamentales, significan un cuadro de anarquía que no puede remediarse con la misma violencia con que las tropas invasoras entraron en Bagdad. "Es otro el tipo de violencia. Más política, más parecida a la que se vive cotidianamente en Palestina. Con ella que van a tener que lidiar", asegura un profesor iraquí que intenta escapar de la caza de brujas huyendo hacia Jordania.



"Muchas de las personas apoyaron la entrada de las tropas, son las mismas que están saqueando la ciudad. Son aquellos que nunca han tenido una posición frente al régimen. Recibirían de la misma forma a Sadam si regresa mañana y le pedirían perdón. Las personas que verdaderamente estaban contra el régimen no han salido de sus casas y están, mayoritariamente, también en contra de la invasión. Serán los mismos que rechazarán a cualquier líder que se imponga desde afuera. No se sabe cuántos son, pero deben ser muchos. No acostumbro a dar porcentajes porque las encuestas en nuestra cultura no funcionan", agrega el profesor que no tiene ningún empacho en sostener que la mano vendrá dura contra quienes no muestren adhesión a la ocupación.



El mensaje ideológico



Lo afirmó el propio Rumsfeld cuando dijo que había que estar preparado para más porque "la guerra continúa" más allá de Irak o Sadam.



El mensaje es claro e ideológico: la guerra contra Irak ha sido definida como un mero paso en el intento por erradicar las amenazas a la seguridad de los EEUU. Vengan estas de redes terroristas o de países que adopten posiciones que no agraden a la Casa Blanca. No es necesario ser analista internacional para prever que las operaciones militares continuarán en la zona o donde surja una amenaza real o prefabricada.



Quedó demostrado que no era necesario destruir a Irak para derrocar a un régimen que estaba carcomido, como sostenía más de un análisis serio. ¿Por qué entonces movilizar a los dos ejércitos más poderosos del mundo hasta Mesopotamia?



La respuesta la da la necesidad imperiosa que sentía Washington de entregar con claridad su mensaje; todo intento por resistir el ingreso de EEUU en la zona será aplastado. No habrá contemplación con aquellos líderes árabes que intenten recurrir a su historia, cultura o nacionalismo para evitar la instalación de una avanzada militar en toda la zona del Golfo Pérsico.



La estrategia es la misma aplicada para contener la expansión del comunismo que irradiaba la ex URSS. Así como, ahora, la OTAN está abriéndose para contener a sus ex enemigos, con Rusia a la cabeza, la mixtura cultural será aplicada en el Golfo siguiendo los dictámenes de las multinacionales.



En el fondo, lo que se pondrá en práctica con celeridad es el esquema de seguridad regional para permitir la existencia de un siempre beligerante Israel, país que cada día parece dictar la política internacional en los EEUU.



Pese a la presencia de las tropas de ocupación, el caos se ha apoderado de Bagdad. Es evidente que hay un manejo deliberado del laissez faire. El dejar hacer y dejar pasar las tropelías de la población, tiene el objetivo permitir una catarsis colectiva después de tres semanas de bombardeos y muchos años de enclaustramiento. Sin embargo, esta situación no legitima la ocupación ni permite a los países que rodea a Irak recuperarse del impacto que les significó ver la feble resistencia que puede oponer el nacionalismo árabe a la fuerza militar de los patrones de occidente.



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