Publicidad

Informe sobre la CIA: Un truco para reelegir al Presidente en guerra

El reciente informe del Senado estadounidense, concentrando en la CIA la responsabilidad por las fallas de información, respecto a la existencia de armas de destrucción masiva en Irak, pretende absolver a la presente administración republicana por la gestación de lo que a todas luces aparece como un fraude de características globales.


El informe, se observa, en una primera instancia, como una forma de hacer un borrón y cuenta nueva, donde lo que cuenta ahora es el presente y el futuro. También, en una primera aproximación, con el informe el Senado pretende hacer reflejar el ejercicio de una democracia abierta, que reconoce las equivocaciones.



Pero allí reside la trampa. Al mismo tiempo el documento intenta cancelar una investigación más profunda de las raíces del fraude que gran parte la opinión pública mundial espera. En Gran Bretaña la investigación sobre las fallas en la inteligencia se sitúa por otros carriles: hay que encontrar a los verdaderos culpables y ellos no están en los órganos de inteligencia, si no en el gobierno de turno que da las instrucciones (The Guardian 9 de julio 2004).



Sin embargo, el informe va más allá. Sirve para desviar el foco de atención de los graves errores de la política exterior estadounidense, sobre todo en el intentar propagar la nueva doctrina de seguridad con el instrumento de la acción preventiva.



Razones para una reelección



Cuando George Bush padre intentó la reelección frente a Bill Clinton (1992), la revista SPY -una especie de The Clinic, pero en diseño lujoso y glossy- enumeró las 1.000 razones por las cuales el norteamericano no debería votar por Bush. Cuando se examinaban. cada una de ellas tenían su base. Pero había un problema: no se exhibía una razón central de peso para no apoyarlo.



En el caso del actual Presidente Bush, esa razón central para no apoyarlo existe. Es el fraude en la información y la aberración jurídica montada en torno a la Operación Libertad, que derrocó a Hussein. Pero precisamente, porque esa única razón que justificó la invasión está viciada, hay que protegerla, porque sería causal principal para una destitución. Y a un presidente, en tiempos de guerra, no se le destituye y más aún, se le debe reelegir.



Con este tipo de intervenciones, como la del Senado en pleno proceso eleccionario, se percibe con mayor claridad ahora que George W. Bush debería ser reelegido a como dé lugar, por una cuestión de seguridad nacional.



El Senado, con este blanqueo de imagen, no sólo le está entregando un respiro a una fatigada administración. Al mismo tiempo, ejercita la vuelta de mano de los demócratas a los republicanos que colaboraron, para evitar la destitución de Bill Clinton por el caso Lewinsky (1998).



Si una equivocación mayor en este caso, del cómo se legitima la invasión a Irak, ocurriera en las inciertas y frágiles proto-democracias de América Latina, no hay duda que rodarían las cabezas ejecutivas. Por ejemplo, la oposición en Chile. Si no fuera porque la inestabilidad política en países pequeños como Chile genera problemas en el sistema financiero, por cuestiones de menos trascendencia habría impulsado la destitución de más de un alto personero del Poder Ejecutivo. En este sentido, o la aparentemente estable democracia norteamericana languidece o las frágiles democracias latinoamericanas son hiperreactivas y ante cualquier distorsión podrían derrumbarse.



Una democracia con problemas



El informe del Senado que implica a la CIA como la agencia que, con información errada, indujo a la Casa Blanca a tomar la decisión de una invasión, es síntoma de un problema más profundo en el sistema político en los Estados Unidos.



El Senado no abordó en su investigación el contexto determinante de la política exterior norteamericana, que es la aplicación de la doctrina de seguridad con la acción preventiva, como pieza central que se utilizó en Irak.



Es probable que la situación de seguridad impuesta por los eventos del 11 de septiembre de 2001 y que la propia intervención en Irak estén distorsionando el contexto dentro del cual una máxima autoridad política, como el senado, debe operar. De allí el tipo de informes respecto al rol de la CIA, que aseveraron que Irak tenía armas de destrucción masiva.



Aún así, es probable también que estemos en presencia del anquilosamiento de la democracia norteamericana. Y es un anquilosamiento que ya se observaba en el propio caso Lewinsky, que estuvo a punto de provocar la destitución de un Presidente de la Unión. Como podemos recordar, este caso fue convertido en un debate en torno a la moralidad y el abuso de poder. El equipo del actual Presidente -recordemos- centró en la moralidad el principal argumento para ocupar la Casa Blanca.



Por el contrario, los errores cometidos en torno a la invasión de Irak, que desestabilizaron el sistema internacional que no logra recuperarse -una falla de estado mayor-, no son causa de debate profundo en el Senado. El informe más completo, el que discute la propiedad de la gestión de la Casa Blanca, ha informado el Senado, se divulgará hasta después de la elección.



En este caso, prevaleció un viejo pacto bipartisano entre demócratas y republicanos de no distorsionar el proceso eleccionario. Obviamente el Estado está en guerra -ahora no contra Saddam, sino continúa contra el terrorismo- y a estas alturas los demócratas prefieren abstenerse antes que provocar una ruptura de ese pacto de cooperación entre los dos partidos, cuando está en juego la seguridad nacional.



Como ha quedado en evidencia por la documentación disponible (Hersh, Lemann, propias fuentes,), la invasión a Irak estaba decidida desde mucho antes. El uso de la acción preventiva no dependía de la existencia de armas. La invasión formaba parte de un diseño mayor y la Casa Blanca estaba convencida de que la ONU le daría la legitimación. Con el correr de los 15 meses de guerra, la posibilidad de que las armas podían ser implantadas empezó a colapsar. Esta es la presa mayor de una investigación que está pendiente, y en donde hay muchas partes en connivencia. No sólo las instituciones estadounidenses.



Los dossiers están adulterados desde el origen, por lo tanto, "lo que importa ahora es el presente y el futuro", que es la posición oficial del Departamento de Estado. Nunca antes el mundo se hacía testigo de un claro montaje, uno más en este cuestionable episodio llamado invasión a Irak.



Curiosamente, la mayor parte de los miembros del actual gobierno iraquí, especialmente su Primer Ministro Ayad Allawi, por muchos años estuvieron bajo el mandato operacional de la CIA, instruida a su vez por la Casa Blanca. Muchos de los exiliados que ocupan posiciones de gobierno en Irak, hoy fueron los que entregaban la información de las armas que actualmente está cuestionada por el Senado.




Publicidad

Tendencias