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Máquinas sonoras: Kraftwerk en Chile

Antes más de 3 mil verdaderos fanáticos, la agrupación alemana que en los ’70 creó los primeros beats electrónicos, puso en escena el conflicto entre la máquina y el hombre… Un show automático, pero todo un lujo.


Después de una hora y media de show y en el segundo bis programado, Krafkwerk revela su estrategia: al ritmo de la más clásicas de sus composiciones, Robots, cuatro maniquíes mecanizados se mueven en los puestos que hasta ese momento habían estado ocupando los alemanes Florian Schneider, Ralf Hütter, Fritz Hilper y Henning Schmitz, supuestamente interpretando las canciones en vivo. Robots no la "toca" nadie, alguien simplemente puso play.



Que las dos horas de la presentación que la agrupación alemana dio anoche en el estadio Víctor Jara fueron el resultado de un par de play en distintos equipos, es una idea difícil de sostener. Cuesta pensar que la gira Tour de France, que ha llevado a Krafkwerk a dar vueltas por todo el mundo, sea un fraude. El show de los alemanes será frío y en teoría lejano, pero de un cálculo tan perfecto que necesita que cada uno de los integrantes apriete la tecla indicada en el momento indicado para que funcione. Y funciona.



Quince minutos después de la hora fijada -21:15 horas-, los alemanes subieron al escenario. Vestidos con trajes y corbatas negras y camisas rojas, se ubicaron cada uno frente a su sintetizador y laptop y se dedicaron a armar tramas sonoras sin evitar ninguno de sus clásicos: ‘The Model’, ‘Radioactivity’, ‘Autobahn’, ‘The Model’, ‘Trans Europe Express’, ‘Neon Lights’ y ‘Pocket Calculators’, entre otras.



Pero el show de Krafkwerk no fue sólo música. Lo que suelen ser imágenes de apoyo para cualquier grupo, anoche ocuparon un sitio central para lograr la sensación de estar asistiendo a algo más que perfecta interpretación de un par de clásicos de la electrónica. Proyecciones minimalistas digitales e imágenes reales -sobre todo de ciclistas en movimiento- en pantallas gigantes tras los músicos convirtieron la presentación en toda una experiencia audiovisual -en el más amplio sentido de la palabra-, que aguanta hasta la más intelectual lectura conceptual de la relación entre el hombre y las máquinas.



Y aunque la tensión entre hombre y máquina fue evidente, la actitud del público lejos ser contemplativa e intelectual fue la de cualquier fans ante su artista preferido. Las más de 3 mil personas que coparon el ex Estadio Chile, se cansaron aplaudiendo y hasta intentaron cantar, aunque con poco éxito. Incluso, y en el estilo más chileno posible, corearon en un par de ocasiones: «¡Krafkwerk!, ¡Krafkwerk!».



Al final de show, y después de haber llevado al extremo su estrategia automática situando maniquíes en su lugar, lo hombres de Kraftwerk simbólicamente se convirtieron en robots. Copiando las imágenes que los habían representado en las pantallas, se pusieron ajustadísimos trajes negros con líneas cuadriculadas verdes fluorescente -al más puro estilo de ‘Automan’-, y en un contrapunto con la mecánica presentación cada integrante dejó el escenario tras interpretar un «solo» con su sintetizador y laptop como si se tratara de una guitarra. Todo un lujo.

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