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Elecciones en la OEA: La interminable Guerra Fría


La reciente elección de la Organización de Estados Americanos (OEA) y el cúmulo de consideraciones emitidas a partir de este hecho incita una vez más a plantearse la vieja pregunta: ¿Son los Estados Unidos parte de una América integrada o es Latinoamérica y el Caribe un componente más de una alianza hemisférica con Washington como cabeza de control y tutelaje?



Lo cierto es que de la forma en que se llevó a cabo la elección y considerando la homogeneidad de los comentarios acerca de su resultado, ha quedado en evidencia más lo último que lo primero.



Lo primero estaría sustentado por una visión idealista de las relaciones internacionales que podría tener cabida en un marco de relaciones internacionales menos determinado por el evidente sello unilateral de la política exterior de los EEUU.



En ese sentido, tanto por la forma en que el candidato mexicano Luis Ernesto Derbez fue impuesto, como por el modo en que la candidatura del salvadoreño Francisco Flores fue eliminada, los EEUU estarían confirmando una tendencia en aplicar criterios de Guerra Fría clásica, aunque en el discurso se desmienta, y muchos no lo admitan en los medios.



El escenario a partir del viernes 8 de marzo, con el súbito retiro del candidato Flores, comenzaba a conformar una cápsula del pasado cuando se caricaturizaban las elecciones del politburó del Soviet Supremo. Posteriormente, en el día de la elección, durante la repetición de las votaciones, la pátina de democracia con que se adornaba la transmisión de las noticias no facilitaba las cosas. Hacía ver el espectáculo aún más concentrado en el secretismo, donde la falta de autenticidad era el mensaje.



Concomitante al proceso de la elección, Richard Myers, el Jefe del Estado mayor de las FFAA de los EEUU en su visita a Colombia, en un lenguaje casi eufemístico, no negaba la posibilidad de invadir a Venezuela, si el caso lo merecía. Como sabemos, la decisión de invadir cualquier parte del mundo bajo el marco de la lucha contra el terrorismo, ya no pasa por el mecanismo de conseguir antes resoluciones internacionales en favor de esa intervención.



Detrás de esa cubierta de democracia, donde no ha habido debate y se imponía y eliminaba a un candidato, los criterios de Guerra Fría ahora aparecen convertidos en dispositivos ideológicos de última generación en el marco de la guerra global contra el terrorismo.



Si bien las escaramuzas de la elección en la OEA aparecieron desdibujadas en la prensa estadounidense, no pasó lo mismo con las declaraciones de Myers y su foco de atención sobre la situación de tensión con Venezuela. Se agregaba también una declaración del gobierno venezolano y su indagación respecto a complots en contra de Chávez.



En esta elección del Secretario General de la OEA 2005, aparecieron sin ambigüedades los fantasmas de 20 y 30 años atrás en plena lucha de contención del comunismo, reflejados ahora en el alineamiento automático de analistas acoplados al mensaje convencional: el bolchevismo en América latina ahora viene envasado -según ellos- bajo el sello del populismo de izquierda desestabilizador.



Si hay una característica inequívoca de la Guerra Fría "clásica", aquella que estaba vigente durante la contienda EEUU-ex URSS, esa es la de la guerra ideológica, con el uso del mensaje amenazante, donde se puede destruir a otro en nombre de una idea. Con la fuerza del impacto mediático de la actualidad, las "guerras ideológicas" de esta generación son más rotundas, bordeando los contornos de la agresión. El escritor norteamericano Gary Wills define a la guerra fría como una guerra ideológica donde "se puede matar por una idea".



Qué es América o qué es la OEA

La elección de la OEA, que tanto vigor y candor de análisis ha causado, refleja que la región llamada ampliamente Las Américas, continúa siendo una zona claustrofóbica y alejada del resto del mundo. Por cierto, todo es nuevo y casi fundacional aunque existan síntomas de fatiga, como si fuera una vieja tierra. Y allí está el viejo o nuevo dilema de la discusión de qué es América y, en consecuencia, qué es América Latina.



Una legión de filósofos y sociólogos latinoamericanos han llenado páginas abordando esta inquietud, pero nunca aparecen en los momentos en que surgen estas decisiones políticas de elegir a una autoridad de una determinada institución. Como que la reflexión más macro y de largo plazo, se perdiera en la euforia de fijar pautas en el espacio reducido donde prima el hiper pragmatismo.



Es notable como en el proceso de elegir una autoridad regional, como ésta de la OEA, por muy relativo que sea su peso político en las decisiones más globales, no se palpen interacciones políticas más visibles (al ojo público) con otras partes del mundo. La coyuntura política de un mundo enfrascado en la claustrofobia y el desorden de la hegemonía unipolar, no lo permite.



La vieja pregunta qué es América, y qué es América Latina, seguirá vigente en un laberinto interminable. Por cierto, la elección de la OEA es apenas un factor que ni siquiera genera esa reflexión mayor y allí podría estar la hebra de la ansiada reforma. Esa pregunta, por lo general, no se la hacen los asiáticos ni los africanos ni los políticos del Medio Oriente cuando se reúnen o votan a sus autoridades regionales. En ASEAN, en la OUA o en la OAU, la identidad no está en cuestión.



La volatilidad de las lealtades



Es más que probable que el mapa de lealtades históricas y básicas sufra a partir de ahora una desconfiguración. Como las votaciones son secretas, con la excepción de los apoyos oficiales a determinado candidato, el gasto diplomático debería orientarse entonces a lealtades que quedaron dañadas.



Pero no fue el caso del eje EEUU, México y Canadá. Más allá de la convergencia geográfica, política e histórica entre los Gobiernos de los EEUU, Canadá, y México, (NAFTA y otros acuerdos de por medio), hay que hacer notar que pocas veces estos tres países -con gobiernos cuyas plataformas políticas frente a temas más sustantivos no siempre han coincidido (por ejemplo, en el caso de Irak) -, han encontrado en esta elección una base común apoyando a Derbez.



El factor Canadá y su posición indeclinable de apoyo al candidato mexicano, demostró con claridad las posiciones reales en el tablero. Cualquier candidato debería ser negociado con la alianza política y económica primaria que se gestó en esta parte del hemisferio occidental, como es la que forman los EEUU, Canadá y México.



En este sentido, una derrota política frente a una alianza instrumental como la de Venezuela, Argentina, Brasil y Uruguay, construida en torno a un candidato como José Miguel Insulza, y estereotipada como una coalición de "gobiernos populistas de izquierda" según la linealidad analítica que prevalece, no podía ser aceptada por esta alianza de base histórica de última generación formada por EEUU, México y Canadá. Este tipo de derrota política era insostenible, y los efectos colaterales de la primera ronda de votaciones van a marcar las características y el resultado de la próxima elección.






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