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Las duros desafíos que deberá enfrentar Joseph Ratzinger en su pontificado

Aunque calificado por los expertos como »un hombre de transición» en la iglesia Católica (tiene 78 años y se presenta como la continuidad del Papa polaco Karol Wojtyla), el sucesor alemán de Juan Pablo II no sólo deberá lidiar con un mundo cada vez más secularizado y el reclamo de los teólogos liberales, sino también con su fama histórica de férreo conservador.


Con el paso de las horas, el cardenal Joseph Ratzinger o el Papa Benedicto XVI, como desde el mediodía de ayer será conocido para la historia, continúa recibiendo desde el mundo entero declaraciones de aprobación. Desde nuestro país el Presidente Ricardo Lagos, pasando por el Opus Dei y la Autoridad Nacional Palestina, hasta el mandatario norteamericano George Bush, presentaron sus saludos a una Iglesia Católica que confirmó su estrecho lazo con las tendencias religiosas más conservadoras.

Se esperaba un cónclave corto, pues los pronósticos más auspiciosos sostenían que recién en una semana los cardenales habrían elegido al sucesor de Juan Pablo II. Pero en menos de dos días, y sólo en cuatro votaciones, Ratzinger confirmó todas las versiones que desde hace días lo nombraban como el nuevo Papa. La Iglesia Católica daba una contundente señal de solidez y de que el camino de Karol Wojtyla continuaba.

Considerado la mano derecha del fallecido Juan Pablo II, quien le entregó la custodia de la ortodoxia de la Iglesia católica como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Ratzinger, de 78 años, es un conocido conservador. Aunque no adhiere a ninguna de los llamados movimientos neo apostólicos, su doctrina está alineada con grupos como el Opus Dei, Comunidad y Liberación, Legionarios de Cristo el movimiento Focolari y Schoenstatt.

Antes de entrar al concilio, en la misa «Pro Eligiendo Pontífice», el nuevo Papa dejó claro su pensamiento. «Tener una fe clara, según el credo de la Iglesia, es muchas veces etiquetado de integrismo, mientras el relativismo, es decir, el dejarse llevar de aquí allá por cualquier viento de doctrina, es visto como el único comportamiento a la altura de los tiempos», dijo Ratzinger.

Ayer, ya como Benedicto XVI, aseguró ante los fieles reunidos en la Plaza San Pedro que actuará con «instrumentos suficientes» para que pueda llevar adelante su Pontificado y añadió: «y sobre todo confío en vuestras plegarias».

El enfrentamiento teológico

Desde el próximo domingo, cuando asuma oficialmente, el Papa Benedicto XVI tendrá que asumir una serie de desafíos al interior y fuera de la Iglesia Católica. Según plantea el periodista, escritor y teólogo Rafael Otano, dentro de la institución enfrentará «una silenciosa, pero dura confrontación con la inteligencia católica»; es decir, teólogos y científicos que adhieren al Vaticano, pero que están lejos de las filas conservadoras. Un grupo con el que Juan Pablo II no tuvo las mejores relaciones.

«Juan Pablo II no era un intelectual propiamente, pero Ratzinger es un académico, es un tipo fino desde el punto de vista intelectual. Por lo tanto los teólogos ahora le va atacar mucho más en su condición de teólogo, para decirle bueno ‘si eres teólogo de verdad, tendrás que aceptar cierto tipo de diálogo en el pensamiento de la Iglesia Católica’. No sé si va tener una rebeldía o un cisma, pero sí se puede avizorar un conflicto con grupos teológicos europeos y norteamericanos», asegura Otano.

De hecho, uno de los más emblemáticos representantes de los teólogos disidentes, el suizo Hans Küng, quien fue castigado y condenado al ostracismo por el Papa Wojtyla, ya expresó al mundo su «decepción gigantesca» por la elección del nuevo Papa. Sin embargo, manifestó que, «tal como hacemos con los presidentes de EEUU, deberíamos darle al nuevo Papa cien días de prueba de confianza», y resaltó que el nuevo Pontífice tiene ante sí «una montaña de trabajo por hacer».

Sociedad moderna y conflictos morales

Ahora bien, al margen de la Iglesia Católica, Benedicto XVI deberá hacer frente además a un constante alejamiento entre el Vaticano y la sociedad moderna cada vez más secularizada. Como antecedente, el 2003 el mismo Ratzinger emitió un documento en que llamaba a los católicos involucrados en política a rechazar las posiciones favorables al aborto, el divorcio, el matrimonio entre homosexuales y la eutanasia, entre otros asuntos.

«Decir Iglesia Católica en los últimos años es igual a decir moral conservadora, moral reaccionaria, moral tradicional, moral que no quiere dialogar con la nueva situación de la psicología, de la biología, etc. Todo el tema bioético, la sexualidad, el tema de la eutanasia, son temas de los cuales el Vaticano se ha apartado, pero vienen con una fuerza tremenda. No digamos todo el tema de los anticonceptivo que parte de conceptos absolutamente medievales. Creo que Papa va a tener un gran problema», dice Otano.

Por lo pronto, representantes del mundo homosexual norteamericano plantearon su disconformidad con el arribo del nuevo Papa. Según Matt Foreman, director de la Asociación Nacional de Gays y Lesbianas de EE.UU., Ratzinger mostró un «odio venenoso e implacable» hacia la comunidad homosexual y recordó que el cardenal fue responsable de una larga serie de pronunciamientos en los que el Vaticano utilizó la palabra «malvado» para describir la homosexualidad.

Benedicto XVI claramente adhiere a la línea de Juan Pablo II y como tal, está my lejos de los aires de tolerancia que dejó entrar el Concilio Vaticano II a la Iglesia Católica. La posición de Otano es firme: «Al fin y al cabo Ratzinger es la confirmación de que el Concilio Vaticano Segundo está muerto y bien muerto. Lo fue ahogando Juan Pablo II, pero ahora su espíritu -no la letra- va a ser sepultado por Ratzinger».

El sencillo «guardián de la fe»

Lo que Benedicto XVI parece no compartir con Juan Pablo II, es su hábil relación con el mundo mediático. Mientras Wojtyla fundó gran parte de su exitoso y mundialmente conocido pontificado en sus viajes por el mundo y una relación carismática con el «público», Ratzinger es un sacerdote conocido por ser un introvertido académico. El sacerdote Cristián Precht, quien lo conoce desde hace años, lo describió así ayer en radio Cooperativa: «no un hombre mediático, es sobrio, más cerebral, es alemán, pero también de una extraordinaria sencillez (…) no es hombre de protocolos».

De hecho, en la serie de perfiles que han aparecido se ha insistido en que en la intimidad, Ratzinger es un hombre cálido y sencillo, que hasta la semana pasada fácilmente se le podía ver atravesando la Plaza San Pedro. Por ejemplo, el embajador de Chile ante El Vaticano, Máximo Pacheco, lo describió como un hombre «inteligente, muy profundo en su sentimiento, muy fino y muy modesto. Esa es una cosa que impresiona mucho».

Sin embargo, hasta ahora su perfil público lo posiciona como uno de los hombres más duros del catolicismo . Mientras sus enemigos dentro de la Iglesia Católica se refieren a él como «perro guardián de la ortodoxia», también es conocido como Panzerkardinal (el cardenal Panzer). Desde su cargo como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe ha defendido a la fuerza la palabra de Jesús y por ejemplo, en el documento «Dominus Jesús» (2000) afirma que la única iglesia verdadera es la Católica Romana, declaración que desató una polémica en el marco del ecumenismo.

«Cuántas corrientes ideológicas, cuentas modas del pensamiento. La pequeña barca del pensamiento de muchos cristianos ha sido agitada por estas olas, que van desde un extremo a otro, desde el marxismo, al liberalismo, pasando por el libertinaje, al colectivismo, al individualismo radical, desde el ateísmo al un vago misticismo religioso», señaló el purpurado en la suerte de declaración de principios que hizo en la homilía previa al cónclave.

Nacido en la bávara Marktl, en la diócesis de Passau, en una familia tradicional de campesinos, Benedicto XVI participó en la juventud hitleriana (según él, obligado) y también como soldado del ejército alemán en los últimos meses de la II Guerra Mundial. De hecho, formó parte de una unidad antiaérea. Una vez que el conflicto quedó atrás, entre 1946 y 1951 estudió filosofía y teología en la universidad de Múnich y en 1951 fue ordenado sacerdote.

Según ha señalado, no le gusta el rock and roll, por considerarlo «expresión de pasiones primarias». No obstante, sus gustos por la música van más allá y sabe tocar el piano y es fanático de Ludwig von Beethoven.

Un hombre de transición

Su carrera al interior de la curia vaticana comenzó en 1977 al ser designado Elegido Arzobispo de Munich, pero en el ’81 afianzó su poder al ser nombrado prefecto para la Doctrina de la Fe, presidente de la Pontificia Comisión Bíblica, y presidente de Comisión Teológica Internacional. En ese momento, Ratzinger comienza a convertirse en un referente de la corriente más conservadora y dogmática de la Iglesia.

Tal como se había planteado en el mundo antes de su designación, el nuevo Papa es un hombre de transición de la Iglesia Católica. Con 78 años no se espera que Ratzinger esté mucho tiempo en el cargo y tampoco que realice una gestión demasiado distante a lo hecho por Juan Pablo II. Incluso, pese a su fama de conservador, Otano plantea que no profundizará el alejamiento entre el Vaticano y la sociedad, aunque «al menos se va a consolidar».

En todo caso, hasta ahora las especulaciones sobre el pontificado de Ratzinger no pasan de ser eso, pues, por ejemplo, no utilizó el nombre de Juan Pablo III que es el que habrían acordado los cardenales. Al tomar el de Benedicto XVI sigue la tradición del cardenal italiano Giacomo della Chiesa, cuyo pontificado se extendió desde 1914 hasta 1922, quien enfrentó la compleja situación política de Europa en medio de la Primera Guerra Mundial. En ese sentido, se cree que Ratzinger podría tener como primera prioridad levantar la voz como reserva moral en un mundo marcado por las guerras.

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