El detenido, que en un principio se había negado a declarar, estaba rompiendo su silencio, «dando a conocer un detalle tras otro».
Las autoridades austríacas encontraron abierto el «calabozo» en la ciudad de Amstetten, Estado federado de Baja Austria, donde Josef Fritzl, de 73 años, mantuvo supuestamente a su hija, Elisabeth, de 42 años, encerrada durante 24 años.
Así lo informó la televisión austríaca ORF, a la que un agente de policía explicó que Josef Fritzl, detenido bajo acusación de secuestro, maltrato y abuso sexual de su hija, así como de incesto, delató el código electrónico que permitía la entrada al sótano donde su hija vivió con sus hijos en condiciones «infrahumanas».
Franz Polzer, jefe de la Oficina contra el Crimen de Baja Austria, explicó que el «calabozo» contenía varias habitaciones, si bien muy estrechas y bajas, de 1,7 metros de altas como máximo, equipadas para dormir, así como con instalaciones sanitarias y una pequeña esquina para cocinar. No se encontró ningún televisor.
El suelo es irregular: «sube y baja», dijo Polzer.
Añadió no saber aún si estas habitaciones eran parte del sótano inicial o fueron construidas después.
Polzer señaló también que el detenido, que en un principio se había negado a declarar, estaba rompiendo su silencio, «dando a conocer un detalle tras otro».
Elisabeth Fritzl tuvo siete hijos, todos aparentemente de su padre (aunque esto es algo que aún deben verificar las pruebas ADN) y todos nacieron en el sótano descubierto hoy.
Uno murió por falta de atención pocos días después de nacer y su padre quemó sus restos.
Otros tres fueron adoptados por Josef Fritzl y su esposa, Rosemarie, después de «aparecer» cuando eran bebés delante de la puerta de su vivienda, situada encima del sótano-calabozo de Elisabeth, con cartas en las que aparentemente su madre decía que no podía ocuparse de ellos.
Otros tres hijos han vivido siempre con su madre en el sótano y dos de ellos, al parecer, hoy vieron por primera vez la luz del día, pues nunca fueron a la escuela ni al médico, ni salían para nada, ya que ni siquiera estaban registrados oficialmente.
«De acuerdo a los resultados obtenidos hasta ahora de las investigaciones, la esposa del acusado no mantenía ningún contacto con la mujer de 42 años (su hija) y los tres niños» que vivían con ella, afirmó Heinz Lenze, capitán de Amstetten.
Mediante cartas manipuladas, que daban a entender que la hija se había ido con una secta, el acusado logró mantener la impresión de que Elisabeth estaba viva, pero que no quería ocuparse de tres de sus hijos.
El caso salió a la luz cuando la mayor de las hijas, Kerstin, enfermó gravemente y fue llevada a un hospital por su abuelo -quien probablemente también es su padre- y las autoridades descubrieron que la madre de la enferma estaba desaparecida desde 1984.
EFE