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Réquiem para el poder K

Santiago Escobar
Por : Santiago Escobar Abogado, especialista en temas de defensa y seguridad
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Queda para la historia argentina valorar si el aporte de Kirchner lo convierte en un gran estadista desaparecido o en un duro corredor político de las pampas australes que sitió con su audacia el poder político de Buenos Aires. Lo que sí es indudable es que se trató de un representante típico del movimiento peronista. Con un olfato social y de la oportunidad política no exentas de métodos de dudosa calidad democrática.


Sorpresivamente, tal como arribó a la Presidencia de la república el año 2003,  falleció Néstor Kirchner. La percepción es que su deceso genera un vacío enorme en el gobierno de su esposa, la Presidenta Cristina Fernández, el que ha estado marcado desde las sombras por la personalidad y voluntad políticas del ex mandatario muerto.

Aún cuando Cristina Fernández siempre tuvo una vida política propia desde temprano y, según muchos analistas, no se explica la carrera política de Néstor sin ella, siempre existió la convicción de que detrás del gobierno de la señora K estaba la mano política de su marido. Y que inevitablemente ella solo era una interfase de poder para la reelección de Kirchner el 2011.

La biología parece haber resuelto el problema, y lo más probable es que ella sea la candidata oficialista en las elecciones presidenciales del próximo año. Su eventual principal contrincante, el conservador gobernador de Buenos Aires, Mauricio Macri, deberá descifrar si lo ocurrido favorece sus expectativas o es un golpe de emoción con el cual será imposible luchar.

Queda para la historia argentina valorar si el aporte de Kirchner lo convierte en un gran estadista desaparecido o en un duro corredor político de las pampas australes que sitió con su audacia el poder político de Buenos Aires. Lo que sí es indudable es que se trató de un representante típico del movimiento peronista. Con un olfato social y de la oportunidad política no exentas de métodos de dudosa calidad democrática. Y un gusto obsesivo por el control y el poder, que lo llevaron a fuertes disputas tanto con el entorno político como con los medios de comunicación, los cuales se solazaron en los numerosos hechos de corrupción denunciados bajo su período presidencial y el de su esposa.

[cita] El conservador gobernador de Buenos Aires, Mauricio Macri, deberá descifrar si lo ocurrido favorece sus expectativas o es un golpe de emoción con el cual será imposible luchar.[/cita]

En el ámbito regional, su desaparición  abrupta generará  repercusiones en UNASUR, cuya  Secretaria General, la primera del organismo desde que se creó hace cinco años, ostentaba desde  principios de mayo del 2010. Conseguirla requirió un arduo esfuerzo diplomático de más de dos años del gobierno de su esposa, entre otras cosas para vencer las reticencias de Perú, Colombia y Uruguay. Esto último lo logró solo porque ya no estaba Tabaré Vázquez y el actual presidente José Mujica hizo confianza y levantó el veto.

Unasur, aún sin consolidación orgánica clara, deberá reponer la búsqueda de un secretario general, en un escenario regional mucho más fluido que el que existía al momento de nombrarlo.

Para todos, su elección al cargo fue una apuesta de la región para dotarse de un liderazgo dinámico, capaz de imponer una gestión activa y sin complejos a la joven organización. Particularmente en un momento en que las relaciones internacionales experimentan cambios importantes y se requiere de acuerdos regionales para aumentar el peso de los países en las decisiones internacionales.

Si bien la política exterior y la diplomacia no eran su fuerte, sí eran notorios su vehemencia y su capacidad de encarar en cualquier escenario la representación del interés que encarnaba. Ello quedó demostrado en la gira europea de comienzos de su mandato, cuando planteó sin embagues a la banca acreedora la imposibilidad de asumir el pago de la deuda externa argentina en la forma pactada, y comunicó, unilateralmente, prórrogas y nuevos plazos, que según señaló, requería para la reactivación del país.

En esa misma ocasión, en Madrid, encaró a los empresarios españoles concesionarios de servicios públicos en Argentina, que le exigían un reajuste de tarifas -caídas a propósito del fin de la paridad del peso con el dólar-, y les reprochó su comportamiento tras la privatización de las empresas públicas en la época de Carlos Menem, rechazando de plano la petición. Poco le importó el lobby político de José María Aznar y Felipe González juntos, ni las amenazas del CIADI.

Pero como buen animal político, era plenamente consciente del valor de las alianzas y los gestos en las relaciones internacionales. Antes de asumir la presidencia y luego que Menen se bajara de la carrera presidencial, viajó a Brasil y a Chile a reunirse con Lula y Ricardo Lagos, para afirmar su autoridad y bajarle el perfil a la crisis de confianza provocada por la retirada de Menem.

En el nuevo escenario de Unasur, las tendencias más conservadoras han adquirido peso, mientras se debilitan aquellas que fueran su sostén directo. Lula deja la presidencia y aunque se espera gane Dilma Roussef, la última palabra no está dicha. El presidente ecuatoriano Rafael Correa ha tenido problemas fuertes de gobernabilidad, y Hugo Chávez acaba de sufrir un revés electoral significativo. Para muchos analistas, el surgimiento de un eje conservador entre Colombia y Chile, puede arrastrar un nuevo alineamiento regional cuyo primer test será la elección del reemplazante de Kirchner en la Secretaria General del organismo.

Las relaciones con Chile

Pocas dudas caben que las relaciones entre Argentina y Chile son estratégicas para ambos países. La velocidad con la cual cambió el escenario diplomático desde 1978 a la fecha no se explica solo por la enorme dimensión económica de las relaciones, sino por la existencia de una voluntad política de Estado en ambos lados de la frontera.

La muerte de Néstor Kirchner y la incertidumbre política que pudiera generar en Argentina su desaparición no debieran afectar ese proceso. Los ámbitos de cooperación bilateral son muy extensos, incluidos en el ámbito de la defensa, y parte sustancial de ellos se han construido con las administraciones peronistas.

Hace pocos meses, con motivo de la primera visita Presidencial de Sebastián Piñera a Argentina, ambos mandatarios firmaron una declaración conjunta para ratificar «la fortaleza de la relación estratégica bilateral y la continuidad del Tratado de Maipú de Integración y Cooperación que firmaron los dos países el pasado 30 de octubre.

«Estoy seguro de que avanzaremos en una integración económica, cultural, científica, tecnológica y física», destacó Sebastián Piñera y en una breve declaración, los presidentes Fernández y Piñera coincidieron en trabajar para dar un «salto adelante» en las relaciones bilaterales.

A los pocos meses, la decisión de Argentina de otorgar refugio político a Galvarino Apablaza Guerra, cuya extradición reclamaba Chile por asesinato de Jaime Guzman, volvió a tensar las relaciones.

Los adjetivos de parlamentarios y dirigentes de la coalición de gobierno chilena fueron de grueso calibre, en lo que tampoco ayudó ni los gestos exagerados de la Cancillería chilena ni las declaraciones del Ministro de Relaciones Exteriores de Argentina que trató de payasadas las declaraciones del senador Andrés Chadwick sobre el hecho.

Los derechos humanos han sido un tema sensible para el mundo kirchnerista, por lo que cayó como bomba en la Casa Rosada la declaración de Piñera de que el hecho era un «golpe a la causa de los Derechos Humanos en Chile». La actuación ambigua del gobierno argentino avala las dudas sobre el uso político e ideológico que el Gobierno argentino y los organismos de derechos humanos vinculados a éste  han hecho del tema, no solo en este caso sino en muchos otros.

Sin embargo, no se debe olvidar que Kirchner, una vez asumido, en julio de 2003, derogó el decreto firmado por el presidente De la Rúa el 2001 que prohibía la extradición de los militares nacionales reclamados por otros países y acusados de crímenes de lesa humanidad. Lo que abrió paso a la aplicación concreta de la extradición acordada poco antes por tribunales federales. Además, poco después consiguió que las dos Cámaras del Congreso anularan las leyes de Obediencia Debida y Punto Final (1986 y 1987) y sus secuelas de impunidad para los autores y cómplices de los delitos cometidos durante la dictadura militar.

Con todo, la muerte de Kirchner no debería cambiar mayormente el escenario de las relaciones con Chile. Incluso si en reemplazo del kirchnerismo en la Presidencia llega alguien como Mauricio Macri el año 2011. Con una participación del 8 por ciento, Chile es el tercer destino de las exportaciones de Argentina, las que llegaron a casi 56 mil millones de dólares el año pasado, según sus estadísticas oficiales. Esa dimensión de negocios en la sociedad globalizada, con perspectivas de aumentar, no se pierde por un asilo político ni por la muerte de un mandatario. Por más potente que sea su legado, lo que en este caso está por verse.

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