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Viaje a Fukushima

Ordenados, los japoneses esperan en fila india a que les digan si están contaminados o no. Ya no queda bencina y todos los habitantes usan mascarilla. Son imágenes que rescata esta crónica del diario El Mundo. Una mirada desde el centro de la amenaza nuclear.


“La carretera que lleva a la ciudad de Fukushima permanece desierta, el silencio interrumpido sólo por las sirenas de camiones de bomberos que cruzan en sentido contrario”, dice un cronista del diario El Mundo que describe la situación en esta ciudad, ubicada a más de dos horas de Tokio.

“Un cartel adornado con flores primaverales invita a entrar en un lugar del que todo el que ha podido ha escapado. Quienes han salido a la calle llevan mascarillas protectoras y esperan bajo el intenso frío en interminables colas frente a los pocos comercios abiertos. ‘Llevaba dos días encerrado en casa y no tenía nada que comer’, dice el viejo Eiki mientras espera su turno frente al centro comercial Nakago”.

“Los que siguen en sus hogares permanecen pendientes de los mapas de radiación que la televisión exhibe constantemente, indicando las zonas de mayor riesgo”.

La crónica de El Mundo destaca cómo viven los japoneses que esperan pacientes, que hacen filas cuando aguardan por un certificado que diga si están “contaminados”, mientras el mundo habla de ellos y la planta de Fukushima.

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