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BBC News Mundo

El extraordinario mundo de los hinchas del fútbol egipcio

La tragedia del estadio de Port Said tiene como fondo la lucha de los ultras del fútbol egipcio y su vinculación con un proceso de cambio político que aún sigue después de la salida de Hosni Mubarak.


La muerte de 74 personas y los cientos de heridos en el estadio de Port Said luego del partido entre el local Al Masry y el visitante Al Ahly ponen en relieve el fanatismo relacionado con el fútbol egipcio y su vinculación con la tensa situación política que vive el país.

El Al Ahly del Cairo es el equipo más exitoso del país y del continente africano, acumulando 6 ligas de campeones de África y 36 títulos nacionales. Entre sus seguidores se incluye un nutrido grupo de radicales o “ultras” que saltaron al primer plano por su protagonismo en las manifestaciones que terminaron en la salida del presidente Hosni Mubarak.

Los clásicos de la capital entre el Al Ahly y el Zamalak están cargados de tanta tensión que se juegan en un estadio neutral y suelen ser oficiados por un árbitro extranjero.

Sin ser tan encarnada, la rivalidad entre el Al Ahly y el Al Masry también es grande e histórica.

El conjunto de Port Said, ciudad ubicada en la Costa Mediterránea, participa en la liga premier egipcia desde su fundación en 1948. Sin embargo, a pesar de escoltar al Al Ahly y el Zamalak en muchas temporadas jugadas en la división de honor, nunca ha ganado el campeonato.

La periodista de la BBC basada en El Cairo Inas Mazhar, resalta que parte del odio que los seguidores del Al Masry le tienen al Al-Ahly se debe a que las promesas que salen de Port Said terminan jugando en el poderoso equipo de la capital.

En los ojos de los seguidores del Al Masry, al Al Ashry les sobran el dinero, el patrocinio y los triunfos.

Unidos contra el régimen

Durante mucho tiempo el fervor de los hinchas en los estadios egipcios sirvió, como en tantas partes del mundo, para festejar victorias, sufrir derrotas y canalizar las frustraciones de jóvenes acosados por el desempleo y la pobreza.

Sin embargo, a mediados de la pasada década ese sentimiento se fue convirtiendo cada vez más en instrumento para el rechazo a la represión política gracias al auge del fenómeno de los ultras.

El periodista británico James Montague, autor del libro “Cuando llega el viernes: fútbol en la zona de guerra” señala que bajo el férreo gobierno de Mubarak, dos grupos consiguieron el recinto apropiado para poder expresarse: “la Hermandad Musulmana en la mezquita y los ultras en el estadio de fútbol”.

Moldeado en los grupos violentos de hinchas organizados en el fútbol europeo y suramericano, los hinchas radicales fueron adquiriendo más notoriedad y sus batallas campales terminaron sirviendo como entrenamiento para los acontecimientos políticos que vendrían posteriormente.

“Cada fin de semana, los ultras del fútbol egipcio encendían la rivalidad entre los clubes locales, pero, lo que era más importante aún, combatían las tácticas brutales de la policía convertida en símbolo del autoritarismo del gobierno de Mubarak”, apunta Montague.

Ese proceso terminó desembocando en la unión hasta entonces impensada de los Ultras del Al Ashry y del Zamalek al servicio de la revolución en lo que pasó a ser conocida como la “Batalla de los Camellos” del 2 de febrero de 2011.

Ese día, las fuerzas oficialistas embistieron a caballo y a camello a los manifestantes acampados en la simbólica plaza Tahrir de El Cairo, pero inesperadamente encontraron en la primera línea de frente a los ultras de ambos equipos.

La batalla terminó con un sonado triunfo de los revolucionarios que marcó un cambio en la opinión pública contra el régimen.

Descenso al caos

La periodista de la BBC Inas Mahzar indica que desde la salida de Mubarak, el fenómeno de los ultras se ha ido incrementando y extendiendo por todo el país.

Ahora se habla de una especie de semi guerra civil inspirada por el fanatismo en los estadios.

Sin embargo, Mahzar señala que detrás de todo es evidente la falta de vigilancia en los estadios y, en ese sentido, destaca que las autoridades no estaban preparadas para lo que sucedió en Port Said.

“Muchos están criticando a la policía por permitir que aficionados entraran con cuchillos al estadio y por su negativa a intervenir”, apunta.

Para los ultras del Al Ahlly se trata de una venganza. “Nos quieren castigar y ejecutar por nuestra participación en las revolución contra la represión”, señalaron en un comunicado, comprometiéndose en una “nueva guerra en defensa de nuestra revolución”.

Por su parte el jefe del consejo militar gobernante, Mariscal de Campo Hussein Tantawi, sugirió que detrás de todo hay un intento de “desestabilizar Egipto”.

A la espera de una exhaustiva investigación, la tragedia ha entrado en el terreno de las especulaciones y teorías conspirativas, incluyendo la supuesta inflitración de seguidores de Mubarak entre la hinchada del Al Masry.

Por lo pronto, y en una nueva prueba de la mezcla explosiva de fútbol y política en Egipto, lo sucedido ya desató una nueva ola de protestas que evidencian también la frustración con la marcha del proceso de reformas en manos de los gobernantes militares interinos.

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