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Irán y Arabia Saudita, las dos potencias tras el enredo árabe

Para estos dos países, Medio Oriente y el Golfo Pérsico son un tablero de ajedrez en el que disputan una partida para asegurar alianzas y ampliar sus esferas de influencia. Y los casos de Siria y Bahréin ilustran esa maniobra por el equilibrio entre los poderes regionales de la cual hablan los observadores.


El ejército sirio intensificó este martes el bombardeo de las áreas controladas por los rebeldes en la ciudad de Homs, en lo que muchos temen podría ser el preludio de un ataque terrestre que podría tener consecuencias desastrosas para la población civil.

Según activistas de derechos humanos, los muertos desde que empezó el levantamiento en contra del gobierno de Bashar al Assad ya suman 7.000, mientras que las autoridades sirias cifran en 2.000 el número de miembros de las fuerzas de seguridad caídos durante los enfrentamientos.

La comunidad internacional, sin embargo, no logra ponerse de acuerdo acerca de como reaccionar a lo que está pasando en Siria desde hace 11 meses.

La propuesta del senador estadounidense John McCain de armar a los rebeldes sirios “para detener la carnicería”, contrasta, por ejemplo, con el veto de China y Rusia a las propuestas de resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que condenan la violencia en el país árabe.

Y según analistas consultados por BBC Mundo, las diferencias de opinión entre las potencias regionales —Irán y Arabia Saudita— es todavía mayor.

Para estos dos países, Medio Oriente y el Golfo Pérsico son un tablero de ajedrez en el que disputan una partida para asegurar alianzas y ampliar sus esferas de influencia.

Y los casos de Siria y Bahréin ilustran esa maniobra por el equilibrio entre los poderes regionales de la que hablan los observadores.

Chiítas y sunitas

Teherán, por ejemplo, respaldó abiertamente la mayoría de los levantamientos de la denominada Primavera Árabe, a los que calificó de “despertar religioso”.

Pero la república islámica apoya con firmeza al gobierno del presidente Bashar Al Assad, su principal aliado en la zona, hasta el punto de haber enviado esta semana dos barcos de guerra a Siria para entrenar a la armada de ese país.

Mientras, en ningún otro escenario de la Primavera Árabe las protestas antigubernamentales del año pasado generaron una respuesta tan veloz como en Bahréin.

Desde el principio las fuerzas de seguridad del reino recurrieron a la violencia para dispersar a los manifestantes y a las pocas horas de iniciadas, el rey Hamad bin Isa Al Khalifa decretó el estado de Emergencia.

La ira de los manifestantes fue contenida, momentáneamente, con la intervención de una fuerza de reacción rápida del Consejo de Cooperación del Golfo Pérsico (CCG) que incluía unos 150 vehículos blindados de transporte de tropas de Arabia Saudita.

Aunque la mayoría de la población de Bahréin (el 70%) pertenece a la rama chiíta del islam, el poder en este pequeño reino ha sido ejercido durante décadas por la minoría sunita, encabezada por la familia Al Khalifa, estrecha aliada de la vecina dinastía Saud.

El gobierno de Siria, por su parte, está dominado por los alawitas, una rama del islam chiíta. Y tanto ellos como el Irán chiíta son vistos con recelo por sus vecinos sunitas.

Y esto es un elemento clave en el tablero por la influencia regional.

En “confrontación abierta”

Así, en una entrevista con el semanario alemán Der Spiegel, el rey Hamad de Bahréin criticó la “cobertura mediática” que se hace en Irán de los asuntos en Bahréin.

“No hay dudas de que algunos en Irán prestan una atención enfermiza a los asuntos internos (de Bahréin)”, dijo el monarca.

Y en opinión de Gustavo Morales, director adjunto de la revista de análisis War Heat Internacional, la actual situación en Siria no ha hecho más que reforzar viejos pactos.

“La alianza entre el Irán chiíta y la Siria alawita es antigua. En la guerra de 1980 a 1988, en la que lo lógico hubiera sido que el Partido Baath que gobierna en Siria apoyase al Partido Baath que gobernaba Irak, vimos, por el contrario, cómo los sirios se alinearon con los iraníes”.

Para el analista, en esta puja “Irán tiene una serie de aliados que van trabajando con este país, como pueden ser el Líbano y Siria, mientras que Arabia Saudita tienen los suyos, como Qatar, cuyas tropas entran en acción (es el caso de Bahréin), pero con financiación saudita”.

Y Riad puede además jugar la ficha de “guardián de los santos lugares”, lo que le otorga un poder de convocatoria entre las mayorías sunitas, en una región donde religión y política no necesariamente suelen desligarse como en occidente.

En el fondo, opina Morales, lo que vemos “es un pulso sobre cuál de ellos va a tener el liderazgo” islámico y sobre “qué idea —la corriente wahabí saudita o la concepción político-revolucionaria del Islam iraní”— va a prevalecer.

“En esto (los iraníes) están en confrontación abierta (con Arabia Saudita) desde los famosos sucesos de La Meca en que 200 peregrinos perdieron la vida mientras protestaban contra la monarquía reinante”, dijo.

Y es una partida en la que no se pueden desdeñar factores como el de Al Qaeda, “que tiene una concepción wahabí del Islam, o la de Hezbolá, o Hamas, que tienen concepciones de corte chiíta”, apuntó.

¿Arábigo o Pérsico?

Félix Arteaga, investigador principal del Real Instituto Elcano, en España, coincide.

“Hay un enfrentamiento regional de fondo, y es la lucha entre Irán y sus vecinos árabes por el predominio regional”, le dijo a BBC Mundo.

Y, según Arteaga, el interés de Irán por “evitar que Estados Unidos y sus aliados occidentales pueda inclinar la balanza, es algo que explica todas estas tensiones”.

“Esto lo vemos ahora que Irán tiene unas proyecciones exteriores y puede movilizar a comunidades chiítas, como lo ha hecho en el caso de Arabia Saudita, en el sur de Yemen o en Bahréin”, agregó.

En sus palabras, “Siria es la pieza que ahora se está cotizando, porque una caída del régimen puede poner en dificultades al propio Irán, país que puede desestabilizar a Bahréin donde dos tercios de la población pertenecen a la comunidad chiíta. Según como module a esas comunidades, Irán puede llegar a acuerdos” con Arabia Saudita.

Lo que queda por ver es “si a medida que el precio del petróleo y el gas se van acabando con respecto a la oferta, se logra algún tipo de acomodo entre las potencias regionales o si alguna de ellas se impondrá”.

El juego parece ese: el Golfo Arábigo Pérsico podría convertirse en arábigo o en pérsico. Depende de si alguno de los jugadores gana esa supuesta partida de ajedrez.

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