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Cuarenta años en confinamiento solitario

Dos hombres en Luisiana, Estados Unidos, cumplen este mes cuatro décadas en aislamiento total. Se trata de un tipo de castigo cuyo uso va en aumento en centros penitenciarios estadounidenses. ¿Qué efectos tiene sobre quienes lo padecen?


Cuando se cumplen 40 años del confinamiento solitario de dos hombres en una cárcel de Luisiana, Estados Unidos, resurge el interrogante sobre los efectos de este castigo en la mente de un preso. En especial porque cada vez se recurre más al aislamiento total de reclusos en cárceles estadounidenses.

Robert King da unos pasos mientras habla en una habitación de su pequeña casa en Austin, Texas.

«Imagino que mi celda cabría aquí seis veces, y puede que más», dice.

Durante 29 años King ocupó casi 23 horas al día una celda de poco menos de tres metros por dos.

La mayor parte de su tiempo estuvo encerrado en una de las prisiones más duras de Estados Unidos: la Penitenciaría Estatal de Luisiana.

Los «Tres de Angola»

Es la cárcel más grande del país y es apodada Angola debido a que allí una vez hubo una plantación con esclavos embarcados desde África.

King, quien salió de prisión en 2001, todavía es identificado como uno de los «Tres de Angola», en referencia al grupo de hombres que en el centro de una larga campaña internacional.

Entre los tres acumulan más de 100 años en confinamiento solitario. Los tres dicen que fueron encarcelados por delitos que no cometieron y que las condenas se obtuvieron sólo después de juicios dudosos.

King, septuagenario, parece un hombre en buena forma física.

Y se muestra reacio a profundizar en los años que pasó en confinamiento. Según dice «es imposible meterse en la basura y no llegar a apestar».

Aclara, sin embargo, que en el aislamiento: «Las personas envejecen y enferman antes de tiempo».

Sobre el efecto psicológico, dice que él se mantuvo fuerte pero era «aterrador» ver cómo otros se desplomaban debido a la falta de contacto humano.

En los años 60 y 70 la cárcel Angola era un lugar conocido por su trabajo forzado brutal, la esclavitud sexual y la violencia. Aun así, Robert King figura en expedientes declarando que el confinamiento solitario era mucho peor.

Su reticencia no se corresponde con la actitud de Nick Trenticosta, el abogado de los otros dos miembros de los «Tres de Angola»: Herman Wallace y Albert Woodfox.

«He entrevistado a una serie de personas que han pasado entre 10 y 12 años en confinamiento solitario» dice Trenticosta, en sus oficinas en un sótano en Nueva Orleáns.

«Casi todas las personas están gravemente afectadas. No tienen deseos de vivir», afirma.

«Se convierten en sombras de lo que fueron. Si los llevo al área de visitantes pasarán dos horas antes de que pueda obtener una respuesta a mis preguntas, y las respuestas puede ser una serie de incoherencias».

En solitario

En la década de 1970, Herman Wallace y Albert Woodfox se encontraban en la cárcel Angola cumpliendo una condena por robo a mano armada.

Se habían involucrado en el Partido de las Panteras Negras, dicen, con el fin de tratar de mejorar las pésimas condiciones de los presos. Luego, en 1972, un guardia de la prisión llamado Brent Miller fue asesinado.

Wallace y Woodfox fueron declarados culpables, y se les colocó en celdas de aislamiento donde -aparte de un breve período en 2008 en un dormitorio de alta seguridad- han permanecido desde entonces.

Ambos han defendido siempre su inocencia y planteado graves dudas acerca del proceso judicial debido a una supuesta recompensa secreta a un recluso por su testimonio incriminatorio. También han apuntado a lo que llaman falta de evidencia forense.

La hermana de Wallac, Vicky, vive en una zona pobre de Nueva Orleáns. Su salud, dice ella, se ha dañado debido a la preocupación por su hermano, el cual tampoco se encuentra bien.

«Él necesita hablar con un psiquiatra», afirma Vicky.

Tanto el servicio de prisiones de EE.UU. como la oficina del Fiscal General del estado declinaron hablar sobre el caso de los «Tres de Angola» o el uso de la incomunicación.

Sin embargo, en la ciudad más cercana a «Angola», San Francisville, el jefe de la policía Scott Ford es claro.

«Me importa un bledo si alguien que se cobró la vida de un ser querido de otra persona no vea más de una hora de luz solar al día».

¿Cuántos?

Cifras fiables sobre el número de presos en confinamiento solitario en EE.UU. son difíciles de conseguir.

Lo que sí parece claro es que en que las últimas décadas, el número ha aumentado en gran medida hasta quizás hasta llegar a las decenas de miles de personas, ya que algunos estados han puesto mayor énfasis en ese tipo de castigo y se ha elevado la población carcelaria en general.

Activistas llegan a colocar la cifra en 80.000 personas.

Esta estimación se puede comparar con la cifra aportada a la BBC por el Servicio de Prisiones de Inglaterra y Gales, en el Reino Unido: «A la vez sólo se coloca en esas condiciones a un pequeño puñado de presos excepcionalmente peligrosos (menos de cinco)».

Además, «los reclusos nunca se queda en un estado de aislamiento durante largos períodos».

Desafío

En tiempo de crisis económicas, las prisiones de máxima seguridad son muy caras. Las unidades de aislamiento dentro de ellas son aún más costosas.

Y a menos recursos habrá más presión para eliminar el castigo.

El caso de los «Tres de Angola» ha ganado el apoyo de organizaciones como Amnistía Internacional.

Mientras, el exjefe de la Corte Suprema de Luisiana, Pascal Calogero, sugiere que podría haber espacio para un desafío legal a la práctica.

El uso de aislamiento por períodos prolongados, no está, según él, contemplado en la ley.

Jean Casella, del grupo de campaña Solitary Watch, es más contundente: «Se trata de una tortura cuando (el castigo) se extiende por más de unos pocos días o unas pocas semanas».

Ella cita el testimonio de personas como el senador John McCain, quien pasó años en solitario como prisionero de guerra en Vietnam.

Y también cita a un prisionero de una cárcel de máxima seguridad en Illinois, quien dijo: «Enciérrate en tu cuarto de baño durante 10 años; luego, cuando salgas, dime que no es tortura».

Herman Wallace tiene 70 años. Albert Woodfox, 65 años. A mediados de este mes, cada uno habrá pasado 40 años en confinamiento solitario.

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