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Cómo se prepara un candidato para los debates presidenciales

Cómo se prepara un candidato para los debates presidenciales

En momentos en que algunas encuestas le otorgan a Barack Obama ventaja en varios estados cruciales, muchos piensan que el debate televisado es una gran oportunidad de su rival Mitt Romney para cambiar la tendencia que aparentemente se va formando en su contra.


La atención política de Estados Unidos está centrada en el primer debate entre los candidatos presidenciales, que tendrá lugar el miércoles en la ciudad de Denver. El presidente Barack Obama se enfrenta a su contrincante republicano, Mitt Romney.

En momentos en que algunas encuestas le otorgan a Obama ventaja en varios estados cruciales, muchos piensan que el debate televisado es una gran oportunidad de su rival para cambiar la tendencia que aparentemente se va formando en su contra.

Debatir es un arte antiguo, donde las partes opuestas ponen a prueba la solidez de sus ideas, su habilidad para exponerlas con elocuencia, convicción y pasión, y su destreza para defender y rebatir argumentos.

Pero en la época de los medios masivos, la sustancia y contenido de los debates no es todo, también importa cómo se proyecta el candidato y muchas veces es una imagen la que queda plasmada en la mente del electorado y que puede tener mucha influencia en el resultado electoral.

Los debates presidenciales son uno de los pocos eventos en el transcurso de una campaña en el que un candidato puede hablarle directamente al votante y, a su vez, en el que el votante puede mirar bien de cerca al candidato.

A medida que se acerca la fecha de las elecciones nacionales en Estados Unidos, estos enfrentamientos empiezan a cobrar más importancia y las campañas entran en una “modalidad de debate” donde se prepara al candidato en minucioso detalle y nada se deja al azar.

Ensayos y libretos

A mediados de junio, la campaña para la reelección de Obama reveló que el senador demócrata John Kerry haría las veces de Mitt Romney en las sesiones de preparación de los debates.

Los analistas especulaban que el senador de Ohio, Rob Porman, sería el “Obama” del candidato republicano.

Que haya un “doble” para “actuar” como el rival en un ensayo que imita un debate son apenas unos de los paralelos que tienen estas preparaciones con un montaje teatral.

Los candidatos reciben gruesas carpetas con toda la investigación que han hecho sus equipos sobre el oponente, sus posturas y su trayectoria política.

La información no sólo se limita al rival, también incluye todo sobre el candidato mismo y sus temas de campaña, para así empezar a elaborar el tipo de preguntas y respuestas que se van a expresar durante el debate. En otras palabras, se empieza a escribir un libreto.

A media que se aproxima la fecha del enfrentamiento retórico, cada candidato suspende sus actividades para tomar hasta cinco días en una concentrada y seria preparación donde se realizan varios simulacros o ensayos.

Estos son observados cuidadosamente por los asesores de campaña y evaluados después en términos de contenido, presentación, forma y estilo. Se depuran y reescriben las interlocuciones, preguntas y respuestas sobre todos los temas a tratar para que el candidato las memorice.

“Los candidatos pasan mucho tiempo estudiando sus carpetas de debate y perfeccionando lo que van a decir”, comentó a BBC Mundo Chriss Winston, exdirectora de escritores de la Casa Blanca durante el gobierno de George Bush, padre.

“Tienen que hablar en frases muy sucintas y no pueden divagar, no sólo por que son televisados sino por las mismas reglas del debate. Así que invierten mucho tiempo estudiando los temas y memorizando frases”, señaló.

Escenario en detalle

Las campañas han negociado el formato del debate y cuánto tiempo habrá para exponer temas, preguntar, responder y emitir conclusiones. Pero también hay otros detalles aparentemente más inocuos que se negocian.

“La temperatura del recinto, la iluminación, la altura de los podios, el estilo de los vasos de agua, si se puede llevar un cuaderno con apuntes o no”, divulgó a la BBC un estratega demócrata que prefirió no dar su nombre por continuar vinculado al proceso.

Con esto se trata de que ningún elemento inesperado distraiga al candidato, que se sienta perfectamente cómodo y familiarizado la noche del debate y nada lo tome por sorpresa, dijo la fuente. “Si ensayó con una botella de agua que no vaya a haber un vaso con agua y cubos de hielo golpeando el cristal cuando beba”.

Informó que, en 2008, la campaña de Obama ocupó todo el segundo piso de un hotel donde recrearon una réplica exacta del escenario donde se iba a realizar el debate en La Universidad Washington de St. Louis, Missouri.

“Se reprodujo hasta el último detalle”, afirmó. “Es como la presentación de una obra de teatro, aunque lo que dice la crítica va a tener más relevancia y repercusión”.

Es tan minuciosa la preparación que para los debates vicepresidenciales, el entonces compañero de fórmula de Obama, Joe Biden, empezaba sus ensayos a la misma hora en que los debates reales irían a empezar y por una duración exactamente igual, agregó el estratega demócrata.

Estrategias

Después de estos debates simulados se sientan los asesores de campaña con el candidato a desmenuzar su desempeño, qué dijo, qué no dijo, dónde se puede mejorar.

“El 90% de lo que se dice en un debate ya está escrito”, aseguró Bob Lehrman, profesor de escritura de la Universidad Americana en Washington y antiguo redactor de discursos para Al Gore, otrora vicepresidente de Bill Clinton.

“Lo peor que puede hacer un candidato es apartarse del guión. Ahí es cuando se mete en problemas”, dijo a la BBC.

Siguiendo ese principio, esos famosos momentos que definen los debates, las agudas réplicas que callan al rival o causan deleite entre la audiencia y llenan los titulares de la prensa no tienen nada de improvisadas, son parte del guión, dijeron todos los especialistas consultados por BBC Mundo.

“Ronald Reagan era un gran comunicador y seguramente eso fue lo que le hizo ganara la presidencia”, manifestó Chriss Winston, pero durante un debate en 1984 le advirtió a su contrincante demócrata Walter Mondale (mucho menor que él) que no abordaría el tema de su edad ni inexperiencia. “El público se rió, eso definió el debate, pero fue algo que seguramente no fue improvisado”.

La escritora también indicó que otra estrategia es lanzar un señuelo para hacer que el o la rival aborde un tema para el cual uno tiene una respuesta impactante preparada.

Uno de los casos más memorables fue durante un debate vicepresidencial en 1988 entre el aspirante demócrata Lloyd Bentsen y el republicano Dan Quayle. Los demócratas sabían que Quayle, en ese entonces un joven y desconocido legislador de Indiana, le gustaba compararse con John Kennedy y ya tenían algo listo por si aludía al tema.

“Yo conocí a Jack (John) Kennedy, Jack Kennedy era mi amigo. Senador, usted no es ningún Jack Kennedy”, fue lo que Bensen respondió. Eso es todo lo que se recuerda de ese debate.

Imagen

Sin embargo, en esta era donde la imagen es todo, las palabras no son lo único que se afinan. La apariencia del candidato, su vestir, sus movimientos, sus gestos, todo tiene que ser cuidadosamente calculado.

“Se sabe, según estudios, que para ganar credibilidad hay que vestirse ligeramente mejor que el público al que uno se dirige”, comentó el profesor Bob Lerhman.

También se le dan indicaciones a los participantes de cómo pararse, como sentares, cómo mover las manos o qué hacer con ellas.

“Hay que estar erguido y no dislocar la cadera. No se deben cruzar los brazos -ni las piernas, si están sentados-, las manos deben estar a los lados y nunca descansarlas sobre el regazo”, indicó Lehrman.

La postura y los gestos pueden transmitir mensajes equivocados, lo mismo que los movimientos y las miradas.

“Mi jefe cuando miró el reloj”, recordó Chriss Winston de George Bush, padre, durante su debate con Bill Clinton en 1992, cuando las cámaras lo captaron echándole un ojo a la hora en pleno debate.

Según Winston, Bush explicó que miró el reloj porque Clinton se había sobrepasado del tiempo indicado y el moderador no le había llamado la atención. Sin embargo, la imagen que quedó para el recuerdo era que estaba aburrido.

“No sé si perdió la presidencia por eso, pero no ayudó”, manifestó la experta.

No obstante, Chriss Winston recalca que, a pesar de que el éxito de los debates depende de una mezcla entre estilo y sustancia, en esta oportunidad el público va a querer declaraciones concretas.

“No va a ser suficiente usar palabras como ‘esperanza’ o ‘cambio’. El pueblo quiere saber lo que el candidato va a hacer, cuáles son sus planes, cuáles sus soluciones”, dijo.

“El formato de televisión no se ajusta para eso y deberán reducir su mensaje a dos o tres argumentos que se puedan expresar en un período corto de tiempo”, concluyó.

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