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Caos «bajo control» por la masiva llegada de refugiados a Viena

Caos «bajo control» por la masiva llegada de refugiados a Viena

Durante toda la mañana han seguido llegando refugiados desde la frontera o directamente en trenes desde Hungría, provocando una enorme acumulación de personas en la estación del Oeste de la ciudad, ya que arriban más de los que la capacidad de los convoyes permite sacar.


La estación del Oeste de Viena sigue siendo escenario de imágenes que en Europa sólo se relacionaban con películas de catástrofes o con países lejanos y pobres.

Miles de personas que huyen de la guerra y de la miseria esperan poder subirse a un tren con la esperanza de tener una nueva vida.

Durante esta madrugada local, más de 3.000 personas cruzaron la frontera austríaca desde Hungría y comenzaron a ser trasladados a Viena.

Otros 1.000 llegaron hoy sobre el mediodía, tras cruzar la frontera andando desde Hungría.

«Unas mil personas llegaron por la noche y estuvimos hasta las 03.00 de la madrugada buscándoles alojamiento», explica a Efe Stephan Waldner, uno de los coordinadores del dispositivo de asistencia que tiene Caritas en la estación del Oeste.

Durante toda la mañana han seguido llegando refugiados desde la frontera o directamente en trenes desde Hungría, provocando una enorme acumulación de personas en la estación, ya que arriban más de los que la capacidad de los trenes permite sacar.

Waldner indicó que se espera que unos 7.000 refugiados lleguen hoy en total a la estación.

Según la Policía austríaca, unos 2.500 lo habían hecho ya y otros 3.000 esperan en la frontera a trasladarse a Viena.

Señalando los cientos de personas que se mueven por la estación y el aparente desorden, que no lo es porque los refugiados mantienen la calma y las filas, Waldner medio bromeó y aseguró que se trata de un «caos bajo control».

Docenas de agentes de la Policía vigilan la llegada de los refugiados, que esperan en los andenes, ocupan el vestíbulo de la estación e incluso son llevados a una plaza en el exterior donde se les pide que esperen.

Allí se les facilita agua, comida y ropa, mientras los traductores voluntarios les explican que han de esperar hasta que haya trenes disponibles

Waldner señaló que Caritas iba a pedir que se redujera la presencia policial, ya que los refugiados se sienten intimidados.

Shkeb Mahmod, un sirio que llegó ayer por la tarde a Viena desde Hungría, explicó a Efe que no sabe cuánto tiempo va a tener que esperar antes de subirse a un tren hacia su destino, Alemania.

La espera puede ser larga, ya que en los trenes regulares sólo hay sitio para un limitado número de refugiados y no está planeado fletar convoyes especiales, ya que la red ferroviaria está completamente sobrecargada.

De hecho, la empresa estatal de ferrocarriles de Austria, la ÖBB, interrumpió hoy el tráfico de trenes hacia Hungría y ha pedido que no se transporte a más refugiados a las estaciones, pues, de lo contrario, «no puede garantizarse un desarrollo ordenado de la actual situación».

Los refugiados aguantan pacientemente en colas y siguen las indicaciones de hacia dónde ir y esperar.

Muchos quieren comprar tarjetas de teléfono, dijo a Efe una voluntaria, mientras que otros aprovechan la espera para cargar los móviles (celulares), una herramienta esencial en el viaje de miles de kilómetros que tienen a sus espaldas.

En el vestíbulo, los refugiados aprovechan la confusa espera para comer algo en los distintos restaurantes, para descansar y, los más pequeños, para jugar.

Hay puntos en los que voluntarios juegan a cuatro en raya o a la pelota y un grupo de payasos hace de las suyas para entretener a los muchos niños que forman parte de este éxodo.

Fadi ya no es un niño, pero también está huyendo. Tiene 25 años y conoce bien la guerra. Fue soldado durante un año y medio en el Ejército sirio, cuenta mientras muestra en su teléfono móvil fotos en las que carga con un enorme fusil automático.

Decidió dejar Siria por consejo de sus padres cuando le llegó la hora de volver al Ejército.

Afirma que luchó contra los yihadistas de Estado Islámico, pero tampoco quiere hablar mucho de su vida militar.

En Siria estudió ingeniería mecánica y montó una tienda de móviles. Quiere casarse con su prometida, a la que dejó esperando en Damasco, pero antes tiene que asentarse en Europa, aunque no sabe bien dónde.

¿Cómo se está en Austria?, pregunta al periodista, al que le confiesa que duda entre ir a Alemania o a Holanda.

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