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¿Está loco Trump? Opinión

¿Está loco Trump?

En su columna publicada en el diario El País, Moisés Naím, uno de los economistas y analistas políticos más influyentes del mundo, argumenta que, a pesar de las pocas semanas que lleva Trump en la Casa Blanca, «su conducta ya es causa de justificada alarma. Los problemas y frustraciones del presidente se van a agudizar. Y eso no es bueno para su salud mental». Además, sostiene que el actual presidente de EE.UU. exhibe síntomas propios de una personalidad narcisista.


En su columna publicada en el diario El País, Moisés Naím, uno de los economistas y analistas políticos más influyentes del mundo, analiza el fenómeno Trump desde una perspectiva psiquiátrica, argumentando que exhibe síntomas propios de una personalidad narcisista.

Su análisis comienza diciendo que los poderosos tienen dos rasgos en común: el carisma y la vanidad.

«Los líderes carismáticos inspiran gran devoción e, inevitablemente, los aplausos, la adulación y las loas inflan su vanidad. Es fácil que la vanidad extrema se convierta en un narcisismo que puede ser patológico», escribe.

Agrega que, en sus formas más moderadas, dicho narcisismo, es decir, el encanto consigo mismo, es irrelevante. «Pero, cuando se vuelve más intenso y domina las actuaciones de quienes tienen poder, puede ser muy peligroso. Algunos de los tiranos más sanguinarios de la historia mostraron formas agudas de narcisismo y grandes empresas han fracasado debido a los delirios narcisistas de su dueño, por ejemplo».

Para ejemplificar su tesis, entrega los criterios de la Asociación Psiquiátrica de Estados Unidos para diagnosticar el narcisismo patológico. «Las personas que lo padecen se caracterizan por su persistente megalomanía, la excesiva necesidad de ser admirados y su falta de empatía. También evidencian una gran arrogancia, sentimientos de superioridad y conductas orientadas a la obtención del poder. Sufren de egos muy frágiles, no toleran las críticas y tienden a despreciar a los demás para así reafirmarse», indica.

No hay duda, según Naím, de que el actual presidente de Estados Unidos exhibe muchos de estos síntomas.

«¿Pero lo inhabilita eso para ocupar uno de los cargos de mayor responsabilidad de nuestro planeta? Un grupo de psiquiatras y psicólogos cree que sí».

En una misiva, dicho grupo de sicólogos y psiquiatras dijeron lo siguiente:

“Las palabras y las acciones del señor Trump demuestran una incapacidad para tolerar puntos de vista diferentes a los suyos, lo cual le lleva a reaccionar con rabia. Sus palabras y su conducta sugieren una profunda falta de empatía. Los individuos con estas características distorsionan la realidad para adaptarla a su estado psicológico, descalificando los hechos y a quienes los transmiten (periodistas y científicos). En un líder poderoso, estos ataques tenderán a aumentar, ya que el mito de su propia grandeza parecerá haberse confirmado. Creemos que la grave inestabilidad emocional evidenciada por los discursos y las acciones del señor Trump lo incapacitan para desempeñarse sin peligro como presidente”.

Y, aunque en su columna entrega la versión de otro psiquiatra (Allen Francis, director del grupo de trabajo que elaboró la cuarta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de Desórdenes Mentales (D.S.M. IV) que no está de acuerdo con etiquetar a Trump con un desorden de personalidad narcisista, escribe que «una de las conclusiones del doctor Francis es fácil de compartir y otra menos. La fácil de aceptar es que más importante que la salud mental del presidente es la salud política del país. La capacidad de las instituciones para resistir los intentos de Trump de concentrar el poder es la batalla más importante que se libra en Estados Unidos. Sus resultados tendrán consecuencias mundiales».

«La otra conclusión de Francis es que la estabilidad mental de Donald Trump es irrelevante. No estoy de acuerdo. Trump lleva pocas semanas en la Casa Blanca y su conducta ya es causa de justificada alarma. Los problemas y frustraciones del presidente se van a agudizar. Y eso no es bueno para su salud mental», concluye.

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