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El diario que viene

Si bien un proyecto de nuevo diario es caro, complejo y de muy dudosa rentabilidad, la insatisfacción de una parte del público con los actuales genera un fermento de ideas capaces de remover este mercado.


¿Hace falta más prensa escrita en Chile? Es decir, ¿existe el espacio económico, la necesidad intelectual, el público nuevo como para justificar esta fiebre de proyectos que se está desarrollando tras bambalinas? Y, además, el futuro electrónico, el crecimiento explosivo que se espera que tenga la red de internet en nuestro país, ¿no convierte a estos proyectos en obsoletos aún antes de nacer?

Partamos por los hechos.

Existen al menos tres proyectos de diarios nuevos en el mercado.

Uno, liderado por el grupo francés de Le Monde, lleva ya más de un año de maduración y cuenta con dos características particulares: sería el segundo diario en Chile desarrollado por una empresa extranjera (el primero fue el diario Metro, hoy MTG, ideado y lanzado por una empresa sueca) y busca un abanico de accionistas de todos los sectores políticos, aunque liderados por el perfil republicano y crítico desarrollado con éxito por Le Monde en Francia.

Un segundo proyecto, del que se ha hablado poco pero que está bastante avanzado, tiene como actores al grupo de radio Cooperativa (Compañía Chilena de Comunicaciones) y como principal impulsor a Genaro Arriagada. Ya ha encontrado los socios necesarios, el equipo de dirección y el aliento político que le permite tener viabilidad concreta.

Un tercero, que ha comenzado a reactivarse fuertemente en las últimas semanas, es la idea de revivir El Clarín, un diario popular que fue acallado por el golpe militar y que ahora, gracias a las indemnizaciones millonarias que el Estado chileno deberá pagar por las maquinarias incautadas (en particular, por una rotativa nueva que fue simplemente expropiada por las nuevas autoridades militares del 73), parece tener una nueva posibilidad. Al menos se sabe que los beneficiarios directos de esas indeminzaciones (se habla de más de 40 millones de dólares) están decididos a invertir una parte en el renacimiento de ese diario clásico chileno.

Sumemos a esto el surgimiento de al menos tres sitios de información diaria exclusivos de internet en Chile ya existentes (El Sitio, El Area y El Mostrador), así como varios otros que están en desarrollo, y tendremos un año 2000 más que explosivo en materia de nuevas propuestas de prensa diaria.
En síntesis, hay muchos empresarios dispuestos a arriesgar dinero, tiempo y energías a proyectos para competir en lo que podríamos llamar la «nueva prensa», por oposición a prensa «vieja», caracterizada por el duopolio de El Mercurio (El Mercurio, Las Ultimas Noticias y La Segunda) y Copesa (La Tercera, La Cuarta, La Hora y revista Qué Pasa).

Por su parte, la «vieja» prensa se ha remozado en diseño, contenidos, suplementos, propuestas comerciales para enfrentar un fenómeno agudizado en los últimos años: la caída sostenida de los lectores, especialmente entre los más jóvenes.

Hay que partir, sin embargo, diciendo que la prensa escrita diaria es uno de los pocos negocios en los que, aparte de los resultados operacionales y la participación de mercado, tiene relevancia vital la capacidad de influencia que se pueda generar.

Si hay un elemento común a los tres proyectos de diario en papel es que, aun desde distintas perspectivas, se plantean una mirada editorial más progresista, más liberal o más «social» que los diarios que hoy están en el mercado. Dicho de otro modo: uno puede encontrar hilos conductores comunes en el enfoque editorial de los diarios actuales, todos vinculados a la derecha (incluyendo a El Metropolitano) y a una mirada del mundo más empresarial que social. Esa cierta uniformidad de orientaciones -presentada con una gran variedad de formatos y propuestas- es la gran matriz de la cual surgen una y otra vez proyectos que pretenden disputar lectores entre la amplia gama de ciudadanos que piensan distinto o que quieren comparar puntos de vista.

Los diarios clásicos en papel -a diferencia de la TV, de los diarios gratuitos y de los medios virtuales- cumplen un rol insustituible en una sociedad compleja: son los grandes otorgadores de sentido del enorme volumen de información de que dispone cada día un ciudadano cualquiera. Esa búsqueda de sentido, de identificación espiritual, de interpretación de los acontecimientos, de contexto para comprender mejor el curso de las cosas convierte a los diarios en sustitutos modernos del foro romano, el espacio en donde se dan las polémicas ciudadanas en las cuales todos podemos estar involucrados.

Quienes están detrás de estos proyectos piensan que una visión del país que representa a una buena parte de los chilenos no puede inhibirse de expresar esa mirada a través de un articulador de sentido colectivo tan poderoso como es un diario.

Esta nueva visión se puede notar, pero no agotar, en el espíritu demostrado por el gobierno de Lagos en sus primeras semanas. Pero también se entronca con una tradición menos conservadora y más laica que la que representan los estandartes de la prensa chilena actual. Resulta una la paradoja que, mientras la mayoría del país expresa en diversas encuestas su apertura valórica a temas considerados tabú para una visión conservadora (como el divorcio, el sexo prematrimonial, la preocupación por el medioambiente, la horizontalidad de las relaciones, la mentalidad cosmopolita, la profundidad en el tratamiento de los temas, la inclusión de actores sociales, etcétera), los diarios existentes respondan casi exclusivamente al perfil contrario.

Una y otra vez surge el fantasma de La Epoca para demostrar que un diario alternativo tiene escasas posibilidades de consolidarse en un mercado pequeño como el nuestro, pero eso no frena los proyectos que, una y otra vez, porfían por romper ese maleficio.

Si bien un proyecto de nuevo diario es caro, complejo y de muy dudosa rentabilidad a corto y mediano plazo, la insatisfacción de una parte del público con los actuales genera un fermento de ideas capaces de remover este mercado, una de las herencias más persistentes de los tristes y largos años de censura militar.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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