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Modernización del Estado


No sólo el pequeño comercio se moderniza (ver columna anterior), también lo hace el Estado. Si el pequeño comercio lo hace presionado, eso creemos, por el mercado, el Estado lo hace, eso queremos creer, presionado por los ciudadanos. Pero no descartemos la idea de que lo hace presionado por la escasez en el mercado de las ideas políticas…



Al principio, las cosas empezaron por lo obvio: la estética, o mejor, el look de los edificios públicos. Fue el principio del fin de esos sucios y grises edificios que alojaron por años a señores de edad indefinida, trajes con brillo y la mirada opaca de tanto mirar papeles. Llamaron a unos arquitectos para saber si los edificios tenían algún valor, porque capaz lo tenían, y luego se pusieron manos a la obra poniendo capas y capas de color corporativo a las paredes. Algunos quedaron mejor que otros.



Pero ¿qué hacer con los señores de traje con brillo y anteojos con cristales rallados? Ellos no tienen la culpa de la escasez de ideas nuevas en el mercado político, dijeron, con justa razón, los sindicatos. Algunos funcionarios, desconfiando del sindicato, sacaron a relucir los años de servicio, (que dicen que siempre se parecen al sacrificio), y las leyes laborales. Empezaron, o más bien volvieron, a hacer cálculos de las horas extraordinarias que todavía no les pagaban, de los días de vacaciones que todavía tenían adentro (no me pregunten porqué se dice «tener adentro», yo los días de vacaciones que me faltan los cuento en arrugas que me sobran). Coincidió con una época en que faltaban más carpetas que de costumbre, y que los resfríos hacían estragos en el mundo funcionario. Coincidió también con un período en que los jefes se agotaron de tanto decir que «aquí no se va a despedir a nadie», pero nadie creía.



Por ese tiempo llegaron los expertos, ingenieros claro está (no se conoce experto que no sea ingeniero, ni al revés). Hicieron cosas que nadie entendió, sobre todo el funcionario, que ahora empezó a padecer de los nervios teniendo que aprender a hacer las cosas de nuevo, después de 20 años de hacerlas como él sabía! Como las cosas se desajustaron un poco, hubo que llamar a otros expertos para que las arreglaran, claro que esos cobraron más… Estos recomendaron capacitar al personal, y así fue como unas señoras de edad indefinida y polleras de color indefinido se fueron a capacitar, después de 20 años de estar sirviendo al país en el cobro de impuestos! Fue un tiempo en que el contribuyente iba a pagar sus impuestos, y había muchos funcionarios en capacitación y muy pocos atendiendo. Las oficinas se llenaron de computadores y de un capacitador por funcionario, porque resulta difícil de reconvertir a funcionario moderno.



El usuario, consumidor, contribuyente, y votante a fin de cuentas, no podía quedar fuera de tamaño movimiento. Dejaremos para otro día las venturas y desventuras del enfoque de cliente. Digamos solamente que el usuario, consumidor… y votante, pasó de hacer colas a hacer colas con un número en la mano. Nuestro usuario pasó de decirle al guardia «¿Yo le puedo hacerle una consulta? (sic)», a ser remitido a la página web, donde podemos encontrar toda la información que el usuario necesita, por ejemplo «D:E … actualiza procedimiento para la inspección periódica. Incluye modificaciones realizadas a través de la R.E n° 1277». Si el usuario no salta de alegría con tanta información, es que la vida del funcionario es muy dura, y más dura todavía del que está a honorarios en el Estado!



No quedó más remedio, entonces, que modernizar al usuario… y hacer nuevas normas, reglamentos, procedimientos, penas, multas, plazos, actualizaciones, standards, reconversiones tecnológicas… pero todo esto a pagar en cuotas!

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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