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Santa Serapia de Iquique


Vuelven a la carga los instrumentalistas de cualquier cosa. El debate que se inicia y las primeras declaraciones de algunos profesionales del «derecho humano ajeno», por los contactos entre familiares de detenidos desaparecidos y la UDI, dan a entender que eso no es posible.



Ä„Nada parece más absurdo! Después de 13 años de gobiernos democráticos sustentados en una «Constitución» y leyes que no son democráticas, con una no-solución -ni real ni formal- al grave problema, creo que asumir posiciones principistas es otra violación a los derechos humanos.



Más aún, y de acuerdo a los propios protagonistas del tema, está claro que también una cierta línea de clases ha dividido el tema tal como sucede con todas las cuestiones sociales; muchos de ellos han sido postergados, olvidados, mientras que otros han tenido no solo la atención de la clase política dirigente, sino que también de los medios y de toda la sociedad. Las reparaciones de dos o tres familias Letelier, Soria y alguna que se nos olvida, dieron la impresión de justicia real, mientras que el resto ha recibido compensaciones que parecen más propinas que posibilidad real de salir de la postración en que quedaron bajo la tiranía militar.



Esto me recuerda un poema del venezolano inmortal Andrés Eloy Blanco, dedicado a Santa Serapia a la que el poeta definía como objeto de su amor precisamente por la humildad de su nombre, en contraposición a las santas de prosapia, las de los grandes altares de catedrales y basílicas, llegando a decir que con ese nombre podría haber sido hasta «la cuidadora del niño Dios». Igual que la Curia de Roma, aquí se le puso más atención a Catarina de Siena y a Birgita de Suecia que a Serapia de Iquique o de Longaví.



Aquí se ven los efectos de la frase «justicia en la medida de lo posible» y toda la cadena de hechos que se han derivado de aquellos tiempos iniciales de la Concertación.



¿Qué fue de los hijos de los campesinos de Linares o de los dirigentes de Lota? Y si ellos no pudieron pisar las aulas de la educación superior, ¿qué fue de sus hijos, o sea los nietos de las víctimas?



Gente que estuvo proscrita por 17 años, socialmente aislada salvo la solidaridad de los más conscientes, que tuvo muchas más dificultades que el resto de los chilenos para surgir y desarrollarse, cuyos hijos, nietos, sobrinos y cercanos crecieron con el trauma, a lo que se sumó el miedo constante, tienen toda la razón para buscar los canales que mejor les parezca para empezar a resolver sus problemas.



Ä„Y que no empiecen los catones de medio pelo a hablar sobre dineros eventuales de una justa reparación! Lo que se ha hecho en Chile ha sido una malsana monstruosidad. Ayudas pichiruchis, al límite de la sobrevivencia, mientras en Argentina y otros países, el Estado -con pantalones- asumió su cuota de responsabilidad y en serio.



Hay varios chilenos que estuvieron presos de la dictadura argentina que recibieron 200.000 dólares en reparación por haber sido injustamente encarcelados por algunos meses. Ä„En Chile a los exonerados les dieron pensiones de menos de 100.000 pesos por haber sido proscritos por 17 años!



Y así quieren seguir usando el tema de los derechos humanos. Eso me recuerda un refrán muy viejo que dice: «díganle al tonto que es forzudo». Que el Opus Dei y su brazo político sean car’e palo y que encuentren en el dolor ajeno terreno fértil para sus perfidias de lesa humanidad, es otra cosa; pero ningún engominado progresista intente tapar las faltas que todos hemos cometido, repitiendo las vejaciones del pasado a los mismos que han sufrido.





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