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En búsqueda del socialismo puro


Existe una conspiración destinada a generar una fuerza política y un aparato orgánico que les permita apropiarse del Partido Socialista, cuya estructura dirigente ya está dominada en la actualidad por gentes provenientes de las corrientes MAPU y MIR, que han desplazado al socialismo histórico de las esferas de poder.



Esta afirmación de Antonio Cortés Terzi, contenida en su comentario «El PS histórico y la alianza interna Mir-Mapu», publicada hace algunos días en un tabloide de la capital, lo consagra como columnista a pedido para el nuevo periodismo amarillo que trata de entronizarse en la política chilena.

La teoría de la conspiración sostenida por Cortés Terzi en su artículo, basada en un conjunto de medias verdades y en la búsqueda de la irracionalidad y el resentimiento de sus lectores, recuerdan las prácticas más detestables del viejo estalinismo de los partidos de izquierda. Ello es brutalmente nocivo para un socialismo, ya muy disminuido en su fortaleza teórica, y revive prácticas que le impiden transformarse en un partido de pensamiento y acción democráticas.



Cortés inicia su artículo relatando la controversia entre dirigentes de la juventud socialista y Carlos Ominami, acerca de un tema totalmente opinable como es la inscripción automática y el voto voluntario en nuestro sistema electoral. Pero a Cortés no le interesan las posiciones ni los argumentos. Sólo le interesa que el «enojo de los jóvenes socialistas apuntaba a algunos dirigentes… Pero sólo atacaron y mencionaron al senador Ominami». Y se pregunta: «¿Será que los jóvenes socialistas tienen «problemas personales» con el senador Ominami? ¿O será que las conductas de él y sus amigos tienden a crearles animadversión dentro del socialismo chileno?».



El Senador Ominami no actúa de manera diferente a como lo hace cualquier oligarca actual del Partido Socialista. O de cualquier partido que no tiene democracia interna. Sea que venga del MIR, del Mapu, el PC, la Izquierda Cristiana, el socialismo histórico o la casa de su papá. Si algo le está pasando a la sociedad chilena es su creciente oligarquización, y no tendría por qué ser diferente en los partidos políticos. Sobre todo si sus militantes no luchan por democracia interna. Ley de hierro de las oligarquías le llama Michels a este intento de los dirigentes de suprimir la voluntad de los demás al interior de los partidos. Hasta ahí todo es medianamente previsible. Lo que sí es raro es que Cortés Terzi transforme esa conducta de Ominami en una conspiración de miristas en contra del Partido Socialista, y sindique a Camilo Escalona como una de sus víctimas.



Todo el mundo sabe que Escalona ha sido el dirigente socialista más subsidiado, electoralmente hablando, por el Partido Socialista. Al PS le costó cinco cupos parlamentarios su intento de ser senador por Santiago, y luego, cuando fue de candidato a diputado por Lota, y Carlos González, líder socialista de la zona quiso competirle, toda la oligarquía socialista le apoyó en masa. Mal ejemplo el de Cortés.

Pero además, resulta raro que use una escaramuza política de la juventud como señal de un malestar democrático dentro del PS, en contra de los ex miristas. Nada más lejos de la realidad. Le bastaría con averiguar qué pasó en la última elección de la directiva nacional de la JS, para ver que estuvieron meses discutiendo las garantías de transparencia electoral que se exigían entre ellos, debate en el cual intervinieron hasta los carabineros, y no precisamente como mediadores. Ello es indicativo que la directiva de la juventud PS no tiene mayores inquietudes democráticas.



Una vez creada la «atmósfera de desconfianza erosionante y atomizadora», para usar sus propias palabras, Cortés habla de un conflicto que se habría agravado «desde la elección de la actual mesa directiva». Y las emprende además contra Martner y Gazmuri, señalando que el tema de fondo es que la «representación, el poder y la influencia» han quedado en manos de actores provenientes del MAPU y MIR. Luego con finura digna de torero, hace una verónica intelectual y realiza un parteaguas entre estas dos corrientes. Los ex MAPU, dice, «hicieron junto al socialismo histórico el camino de la renovación, fueron un aporte intelectual significativo…» y varios de sus dirigentes se legitimaron en cargos de representación popular y otros por su eficiencia política o político técnica, «sin ocultamientos». «Los ex miristas en cambio optaron por vías menos diáfanas, usufructuaron de su ex militancia sin merecerlo», y «sus trayectorias internas y sus ascensos están plagados de procedimientos conspirativos y cortesanos».



Cortes Terzi termina su artículo apelando a un socialismo histórico que nunca se sabe qué es ( se puede suponer compuesto de viejos militantes de antes del 73 y que tienen pureza de origen) que deberían «reaccionar por imperativos éticos, políticos y políticos intelectuales» para impedir el Proyecto de los miristas (aliados con algunos Mapu como Gazmuri) genere «una escisión radical del socialismo y la emergencia de un PS cupular, elitario, sin nexos con lo popular y sus culturas».



Verdaderamente patético. Si Cortés Terzi se gasta tamaña artillería verbal para argumentar como futuro algo que ya existe, reprueba como sociólogo. El PS ya es cupular, elitario y tiene poco vínculo con el mundo popular. Cortés hace una afirmación, crea una atmósfera y luego sale a buscar culpables identificados, los que ya han sido condenados sin derecho a apelación. Sus afirmaciones tienen un subtexto de chovinismo, resentimiento y reacción facistoide incomprensibles, sobre todo si la supuesta víctima es un animal puro, mitológico, perfecto, que él llama socialismo histórico, que como toda creación cultural, si todavía existiera, tendría una vida relativa.



Las tesis de Cortés están tan llenas de manipulaciones y apelaciones al subconciente colectivo, que si no hubieran caído los socialismos reales, uno creería que las ha copiado de algún diario del sindicalismo oficial de Polonia, Checoslovaquia o la RDA. Dictadas por un burócrata empecinado en crear un ambiente apto para una purga de elementos trepadores, ambiciosos, sospechosos de trabajar contra el interés del socialismo y aliados al enemigo de clase, como dirían los textos estalinistas.



Ese tipo de argumentos solo pueden avergonzar al tronco histórico del viejo Partido Socialista. Porque él nació a la lucha política en contra de todo privilegio, lleno de heterodoxia, libertad e igualdad. Y siempre fue una casa amable para que se cobijen aquellos militantes de izquierda que no encontraban espacios de libertad y tolerancia en sus partidos de origen, para el ejercicio de su voluntad política. En él nunca ha habido verdades oficiales, proviene de muchos grupos, corrientes y fracciones de orientación socialista, y nunca ha reconocido ningún vaticano ideológico. Y si hoy es una estructura poco democrática, oligárquica y excluyente, ello es el resultado de la imposición de un modelo oligárquico de política del cual participan por igual todas las corrientes que lo han gobernado, desde el 90 hacia acá. Todas sus directivas han contribuido a que pierda textura orgánica, voluntad política, presencia social y, sobre todo, decencia en los argumentos y en los procedimientos. El artículo de Cortés Terzi, y la xenofobia ideológica que trasmite, es una prueba palmaria de nuestra pérdida de valores, producto de esa conducción.



El ingreso de otras corrientes de pensamiento socialista al PS han traído culturas, ritos y costumbres positivas y negativas. Cortés Terzi es sociólogo y debiera saber que así es el devenir social. Entre ellas, ese detestable modelo de la atomización clientelar del partido, donde han participado todos los dirigentes en el poder, y que alguien calificó como florentino azteca, para señalar que tenía la sapienza y practicidad del PRI mexicano y la teoría de Maquiavelo. Estilo que se vio potenciado por el tipo de transición democrática del país, que eliminó la presencia de la sociedad durante todo su período de duración. Por eso el PS oficial ha estado tan cerca del Estado y tan lejos de los DDHH. Y por eso, Salvador Allende, que al momento de su elección como candidato presidencial del PS era minoría en el Comité Central y mayoría en las bases, jamás hubiera podido ser candidato en las actuales circunstancias.

Muchos de los actuales dirigentes miristas eran casi unos niños a la época del golpe. ¿La culpa de un Milton Lee, de Lautaro Videla, Osvaldo Puccio o el Pájaro Torres es que no los haya matado la dictadura? ¿Esa es la trayectoria oscura, a que se refiere Cortés en su artículo? El solo respeta a los que están muertos, los vivos tienen que lamentarse de no haber sido víctimas de la Operación Cóndor.



Pero además, Cortés desliza de una manera infamante la insinuación de que el volúmen patrimonial del PS estaría siendo expropiado. ¿A título de qué un argumento de esta naturaleza? El sabe que todas las corrientes, los históricos y los que vienen de afuera, han institucionalizado la práctica de cambios de directiva sin cuentas políticas y orgánicas. El acarreo y la falta de transparencia electoral son el resultado de acuerdos entre grupos oligárquicos, que en cada Congreso y en cada elección cambian los reglamentos para luego infringirlos a la hora de contar los votos.



Cortés sabe que gente corrupta y oportunista hay en todas partes. Y que eso no se remedia en un partido progresista con llamados a rescatar la identidad perdida purgando a los supuestos malvados y conspiradores. Se combate con política y convicción democráticas. No con cazas de brujas. Un partido que predica la democracia, la igualdad, la libertad y la tolerancia, debe poder mirarse con tranquilidad en el espejo de su democracia interna.



Visiones mitológicas del socialismo, como la que alimenta las reflexiones de Cortés Terzi y que lo lleva a concluir que hay que rescatar un ser histórico socialista que estaría arrinconado por la conspiración y la traición, han sido las causantes de nuestra inmovilidad y de nuestra incapacidad para acumular fuerza social y proyectar al socialismo efectivamente hacia el futuro.



Bienvenidos entonces todos aquellos que aportan ideas, debate y democracia. Bienvenidos Carlos Montes, Sergio Aguiló y Jaime Gazmuri, porque son tremendos dirigentes sociales y parlamentarios socialistas. Bienvenidos Gonzalo Martner, Milton Lee o Carlos Ominami. Los que ya estábamos en el PS enfrascados en una lucha por el socialismo democrático cuando ellos llegaron, lo único que les pedimos y exigimos es que se sumen a las buenas prácticas de la democracia y la transparencia. Que no refuercen el autoritarismo o las redes clientelares del tronco histórico del socialismo, que siempre han sido minoritarias. Ustedes no son, para la mayoría de los viejos militantes socialistas, ciudadanos que tienen un pecado original que les impida que con ideas y democracia puedan construir una mayoría política.



Mientras tanto, dejemos que Cortés Terzi, al igual que lo ocurrido en la República de Saló durante la breve restauración musoliniana en Italia, escriba su propia Carta de Verona acerca del retorno a los orígenes.





*Santiago Escobar es abogado, periodista, cientista político y especialista en temas de Defensa.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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