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Las freedom fries con ketchup


Hace mucho tiempo que un presidente de Estados Unidos no participaba personalmente en una reunión cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte. La de comienzos de este año contó con la activa presencia del mandatario norteamericano Georges W. Bush, quien no sólo estuvo en las reuniones de la organización militar, sino que ademas participó en encuentros bilaterales con los reyes de Bélgica Alberto II y Paola, con el primer ministro de ese país Guy Verhofstadt, con el Presidente de Francia Jacques Chirac -durante una cena tÄ™tÄ™ Å• tÄ™te- y con el Canciller Schroeder de Alemania, durante la visita oficial realizada a ese país después del encuentro de la OTAN.



En efecto, la apresurada gira del presidente estadounidense Georges W. Bush, en momentos en que un crudo invierno, como no se conocía en Norteamérica desde hacía muchas décadas, azotaba las llanuras del noreste dejando un sin número de damnificados, obedece a varios aspectos de la estrategia del segundo mandato. Señalemos, que este primer lustro del siglo 21 está marcado fundamentalmente por dos factores, los que, si no niegan la supremacía estadounidense, la ponen en verdadera posición de jaque.



Por una parte, Europa, a sesenta años del término de uno de los episodios más salvajes de la historia de la humanidad, ha recuperado la supremacía científica y tecnológica que la caracterizara desde hace más de dos mil años. Lenta y difícil fue la reconstrucción de Europa después de la gran guerra. Más difícil y conflictiva fue la reconsrucción moral del viejo continente después de haber abierto los ojos y constatado la magnitud de la barbarie y la dimensión del silencio. Comenzamos a constatar desde hace algunos años, la recuperación de la supremacía europea en la industria pesada. Prueba de esto, para mencionar algunos elementos, es el avión A 380, el más grande del mundo y que modifica diametralmente el concepto de viaje aereo. También se puede citar la industria europea de submarinos, de la cual nuestro país es cliente, o la industria automotriz y ferroviaria, ambas con franca supremacía sobre sus competidores estadounidenses.



El otro factor está relacionado con la industria liviana, desde los calcetines hasta las pinzas para el cabello, sin olvidar, equipos de sonido, televisores y computadores. En ese ámbito de la producción, no cabe duda que el primer lugar en el podio internacional lo ocupa la Républica Popular China, país que representa más de un sexto de la población planetaria. Visto de esta manera, aparece el gigante triunfador de la Segunda Guerra Mundial como un caballo placé en lo que a producción industrial se refiere. Con respecto del sector terciario hace mucho tiempo que Europa está en la primera línea. Baste enumerar los bancos y compañías de seguro europeos y norteamericanos que operan en nuestro país y ponerlos en una balanza.



Si George W Bush viajó hasta Europa con ocasión de la reunón cumbre de países de la OTAN fue, por supuesto, para cenar con Jacques Chirac y mostrar que más allá de las divisiones de los últimos años, la amistad galo-norteamericana sigue intacta. También para entevistarse con los reyes y mandatarios de Bélgica, país sede de la OTAN y luego entrevistarse por largo tiempo con el Canciller alemán, con quien tuvo serias diferencias durante la invasión de Irak.



Es importante para la imagen del gobierno de Bush, tanto a nivel internacional como, sobre todo, nacional, mostrarse aliado con el viejo mundo y con el continente que representa los orígenes mismos de la potencia norteamericana. Pero más importante aún para la Casa Blanca fue participar en la reunón de la OTAN para obtener el abandono de la moción franco-alemana que significaba el levantamiento del embargo que pesa sobre la industria de armas europea para vender productos a China. Y ese objetivo se logró, quedando el punto pendiente para los próximos años, a pesar de la frase pronunciada por Jacques Chirac en conferencia de prensa anunciando que de todas maneras el embargo terminará cayendo por su propio peso.



Aunque fue fundamentalmente el temor a presenciar un acercamiento entre la Unión Europea y la República Popular China lo que encendió los motores del Air Force 1 y motivó la presencia de Georges W. Bush en la reunión de Bruselas.



Dividir para gobernar sigue siendo el leit motif de la política internacional de la Casa Blanca.





André Grimblatt Hinzpeter, Ph.D. Académico, escritor y analista internacional.














  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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