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Sustitución del bosque nativo e incumplimiento de Chile de sus compromisos


El bosque nativo representa el alma de Chile. Ha sobrevivido millones de años adaptándose a los diversos cambios. Y mientras en otras partes, los hermanos de este bosque han desaparecido, en nuestro país continúa presente.



Por ello, legislar sobre él es una necesidad imperiosa, porque, aunque parezca absurdo, en Chile no existe un cuerpo acorde a su protección. La normativa actual fue dictada no para proteger el bosque, sino para talarlo y aprovechar su madera.



En este momento, el Proyecto de Ley de Bosque Nativo (LBN) no tiene nada que ver con el que partió, pues ha sufrido tres o cuatro transformaciones sustanciales. Por lo tanto, cuando se habla de que lleva 13 años en el Parlamento, en realidad eso no es efectivo. La idea original sí, pero el proyecto actual no tiene más de dos o tres años.



Ahora, dentro de esta legislación, el Gobierno ha tratado de mediar entre los intereses de las empresas madereras, los grupos ambientales y los grupos científicos. No obstante, como en todas las negociaciones en donde se trata de quedar bien con Dios y con el Diablo, se ha considerado salomónico entregarle un poquito a cada uno. Sin embargo, se olvidan de que Salomón no partió la guagua por la mitad, sino que la entregó a su madre legítima. Entonces se debe buscar lo que es correcto y no una solución a medias tintas.



En este sentido, un tema clave es el de la «sustitución» de nuestro bosque original por especies exóticas de rápido crecimiento, pero con muy poca afinidad con nuestro ecosistema, ya sea porque deteriora los suelos, demanda demasiada agua, o produce un bosque y un sotobosque muerto.



La LBN, aunque sea de perogrullo, precisa como requisito la «no sustitución» del bosque nativo para la existencia de un bosque propiamente dicho y no «plantaciones».



Desafortunadamente, se ha permitido la sustitución en forma encubierta y Conaf es culpable por haber permitido la situación. El caso de Chaihuín y Venecia es patético: se arrasaron 10 mil hectáreas de bosque nativo para cambiarlo por pinos y eucaliptos. Un crimen del cual Conaf va a tener que responder en algún momento.



El problema es serio. El reconocimiento de la sustitución en una futura LBN representaría el incumplimiento de Chile a sus compromisos internacionales.



El segundo punto es la subvención a los que tienen bosque nativo. Creo que una subvención no puede ser esporádica. No le pueden dar mil o dos mil dólares una vez al que proteja el bosque nativo, porque eso no soluciona nada. Tienen que destinarse los mismos incentivos económicos que se le han dado al desarrollo de las plantaciones. Aquí, como no hay cosecha, se debe bonificar de acuerdo a los beneficios ecosistémicos que el bosque produce. O sea se debe estimar: ¿Cuánto vale conservar las napas de agua? ¿Cuánto vale la pureza del aire? ¿Cuánto vale conservar los seres vivos que habitan en los árboles? ¿Cuánto vale el paisaje? Todo eso que en economía se denomina el «valor de presencia» que es muy importante para el desarrollo espiritual y material de un país, pero que, generalmente, es pasado por alto.



En tercer lugar hay que eliminar todos los agregados de último momento, que incluyó el ministro de Agricultura, y que permiten la corta de especies protegidas, como el intento de sobrevivir el Decreto 455 que el mismo derogó, pero que metió como un huevo podrido dentro de este Proyecto de Ley.



No podemos permitir que, a través de una ley, se viole la Convención de Washington que establece claramente los requisitos para cortar este tipo de especies, los que, en general, sólo aluden a razones sanitarias o científicas.



En otro orden, hay ciertas cuestiones con las que hay que tener mucho cuidado. La definición de bosque es una de ellas. Es tarea de los académicos y científicos definir qué es un bosque. A mi me parece que la Agrupación de Ingenieros Forestales por el Bosque Nativo, que es la entidad que se ha especializado en la materia, es la que debe tener la última palabra al respecto y no legisladores, alguno de los cuales no saben distinguir un pino de una mesa. Hay que acudir a los expertos.



Los Planes de Manejo del Bosque Nativo no pueden ser como el de las plantaciones. Un bosque tiene una diversidad genética enorme. Son raros los bosques puros. Lo normal es que estén mezclados varios tipos de árboles. Eso es, por lo demás, lo que les da su encanto. Entonces, ¿qué sacamos con que la Ley señale que se va a tener que reforestar cuando se tale un bosque nativo si, en primer lugar, no existe una definición -en cuanto a su contenido- de lo que es un bosque, y en segundo, no se especifica que hay que hacerlo con las mismas especies cortadas?. Pero a ello debemos agregar un problema práctico y real que hace imposible comerciar con el bosque nativo: repoblar con las distintas especies que fueron cortadas es imposible.



En definitiva, el Proyecto de LBN tiene que ser remitido a una comisión de expertos que sepa del tema. No a una comisión de políticos. Sólo después de eso, discutirlo en el Parlamento. Pero, desde una perspectiva académica, con un respaldo científico, no pensando en favorecer a las motosierras.





*Fernando Dougnac es un abogado que ha llevado causas a favor de la protección del medioambiente. Además es Premio Nacional de Medio Ambiente y Premio Kerry L. Rydberg de la Universidad de Oregon, EE.UU.








  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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