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Constitución iraquí: Un mal precedente en política internacional


Se acerca el referéndum en Irak este 15 de octubre para votar un borrador de Constitución con el apoyo de las Naciones Unidas. La expectativa del Gobierno Provisional Iraquí, con el apoyo de las Naciones Unidas y especialmente de los Estados Unidos y la Comunidad Europea, es que se apruebe con la fórmula de los dos tercios, y que a partir de esta Constitución, se conduzca el proceso de normalización en Irak, eligiendo a un Presidente y se establezca un cronograma de retiro de las tropas de ocupación.



Independientemente del resultado, el proceso de normalizar a Irak a través de una Constitución forzada bajo el clima de una sangrienta insurgencia, es una demostración vehemente de una nueva doctrina de seguridad que se implementa en Irak como modelo experimental para los cambios de regímenes en el mundo.



Es una Constitución impulsada e impuesta en tiempos de guerra y la situación está siendo avalada por abogados de las Naciones Unidas. Lo que es peor, todo se está llevando a cabo en connivencia con órganos internacionales jurídicos, que en otras situaciones, como en el caso palestino-israelí o en la última guerra en la ex Yugoslavia se mostraron más pasivos.



El episodio ocurre en una ocupación donde no ha habido fiscalización alguna por más de dos años bajo los principios de la Convención de Ginebra, que al menos se haya hecho pública. También refleja un cuadro de alta peligrosidad para la estabilidad internacional futura, porque con la excepción de algunos «quejumbrosos» leninistas, como dirían los eufóricos encaramados en el poder actual, las riendas de este poder están avalando un precedente. Todo encaja a la perfección creando así el clima del nuevo orden mundial y avalando las herramientas de cómo se va gestando. Hoy es Irak donde se aplica el modelito, mañana puede ser Irán; también Argelia si el régimen se transforma en disidente; Venezuela, si Chávez continúa en una espiral de confrontación; y por qué no Pakistán, si no resuelve el problema de producción de radicales islámicos, esta vez con al apoyo de India en su coqueteo con los EEUU.



Un indicador de la acción concertada para dar vuelta la hoja en el orden internacional que se pretende implantar, es curiosamente el rol pro activo de organismos de derechos humanos como Human Rights Watch en denunciar la insurgencia y sus ataques a civiles. La noticia ocupa la primera plana en Irak y en el mundo. Esa misma diligencia que se le observa a Human Rights Watch en este instante, no tiene un registro similar de denuncia en los dos años y medio de la ocupación, y menos ha denunciado las violaciones a los DDHH en los sucesivos gobiernos provisionales en Irak y en la administración provisional que los precedieron. No es la primera vez que el ojo fiscalizador de los organismos de DDHH ocupa el doble estándar, pues en Irak, excepto en el caso de abusos en dos prisiones, su papel a lo largo de la ocupación ha sido decepcionante.



El nuevo caudillismo creado en Irak por la virtual repartición de zonas de poder entre chiítas y kurdos, es fuente de permanentes violaciones a los DDHH ejercidas sobre los opositores a la ocupación y al actual gobierno. El caso de Irak en la actualidad es comparable con los primeros años de la dictadura militar en Chile, donde se usa el discurso de la normalización para reprimir y encarcelar a las personas, y por qué no hasta su desaparición, hasta que se «compruebe».



Bajo el amparo de las Naciones Unidas y las Organizaciones de Derechos Humanos, se está «oficializando» con un nivel de carácter universal, una forma de cómo se construye el nuevo orden mundial, basado en Constituciones fundacionales sustentadas por apenas dos tercios de la población en tiempos de guerra, o de insurgencia sin control. O sea, bajo la condiciones de un orden civil absolutamente anormal, donde desde la partida se está estigmatizando a un porcentaje – el que sea, desde un tercio hacia abajo- de la población, con el expediente de una Constitución. Lo que importa es la votación, no el contexto que la sustenta, reflejando una peligrosa filosofía del derecho y un pésimo análisis político.



En el fondo, por las características del contexto iraquí actual, es entregarle a los dos tercios o más de población que voten la Constitución, un certificado de víctima y victimario.
Con esta Constitución, el derecho internacional y la llamada comunidad internacional han demostrado su real careta de estar a favor de un nuevo orden mundial forjado con el batallón de la acción preventiva, y que además desde la partida se sostuvo sobre un expediente fraudulento.




  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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