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Educación Preescolar y Realidad Social


Nadie duda del consenso que existe entre todos los sectores políticos, sociales y económicos respecto de la integración de la mujer a la actividad económica en el Chile de hoy, en especial en todo aquello que dice relación con la equidad y el aseguramiento de las condiciones necesarias para su buen desempeño laboral.



Esta nueva realidad social y cultural ha obligado al Estado a promover acciones concretas que respondan a los nuevos desafíos que estos ámbitos nos imponen, como garantizar que la mujer trabajadora pueda laborar tranquila, sabiendo que sus hijas e hijos menores de 6 años se encuentran en espacios y con personas idóneas. Esta, entre otras, ha sido una tarea central de los gobiernos de la Concertación y por lo tanto de la Junta Nacional de Jardines Infantiles, Junji, que ha sido responsable de adecuar su oferta programática para que la mujer acceda al mundo del trabajo.



Lo anterior incluye responder también a la diversidad existente en nuestra sociedad, en cuanto a la constitución de las familias y sus necesidades particulares. Así, hoy nos encontramos con familias cuyas madres trabajadoras son a la vez jefas de hogar, muchas de ellas de sectores rurales; otras pertenecen a comunidades étnicas o tienen niñas y niños con necesidades especiales; e incluso familias de inmigrantes, que esperan podamos acogerlos para que cuenten con las mejores condiciones para su integración.



¿Cómo enfrentamos esta multiplicidad de variables? Un ejemplo positivo de lo realizado por el Gobierno es el Programa Chile Solidario, el que a través de una adecuada coordinación de distintos servicios logra una intervención global para superar las condiciones de pobreza de las familias más vulnerables. En este ámbito, el aporte de Junji no es menor: más de 6.000 niñas y niños de dicho Programa son atendidos por nuestros profesionales, a través de diversas modalidades de atención, como el jardín clásico, familiar, laboral y estacional, jardín para comunidades indígenas o en centros de salud; etc.



Sin embargo, pese a estos beneficios, y a la respuesta que estamos dando a esa necesidad imperiosa que tienen las familias de poder contar con más ingresos, a través del trabajo de las madres, nos enfrentamos a otro desafío: cómo logramos convencer a esas mamás que un ingreso temprano de sus hijos e hijas a la educación es más beneficioso.



Al contrario de muchas miradas sospechosas sobre el acceso prematuro a la educación preescolar, creo que en la actualidad se abre una serie de oportunidades que nos asegura un expedito acceso a la cultura, la ciencia y las comunicaciones, todos elementos que mejoran las condiciones no materiales de millones de familias en nuestro país. Y si esto va paralelo a políticas tendientes a optimizar la calidad de vida material, podemos pensar que será posible, a mediano plazo, contar con una sociedad que avanza sustancialmente a niveles de igualdad.



En este contexto, los desafíos de la educación inicial deben comprender un trabajo mancomunado entre el núcleo familiar y la institución responsable de la educación de las niñas y niños menores de 6 años de edad. Por eso es necesario reflexionar sobre el rol socializador de las instancias educativas, pues si bien antes los hijos pasaban más tiempo con las familias, hoy los niños y niñas permanecen gran parte del día en establecimientos educacionales. De esta forma, podemos inferir que un trabajo conjunto entre las dos instancias socializadoras por excelencia en la cultura de nuestro país, como lo son la escuela y la familia, nos permitirá compartir roles que nos aseguren que miles de niñas y niños crezcan y se desarrollen en armonía.



Pero esto no basta, pues las familias necesitan certezas en cuanto a la cobertura, la calidad y la equidad de la educación que reciben sus hijos e hijas preescolares. Para ello hemos incorporado antecedentes provenientes de otras ciencias que han permitido tener una mirada más renovada en cuanto a los procesos pedagógicos preescolares. Particularmente nos referimos al mundo de la neurociencia, que nos señala que mientras más pronto se pueda ingresar al sistema educativo, más posibilidades de desarrollo sustentable se tendrán en el futuro en los más diversos ámbitos.



Frente a esta máxima, como institución del Estado debemos demostrar empíricamente que la inclusión de estas nuevas disciplinas a la educación inicial tendrá resultados que aseguren, resguarden y demuestren altos estándares de la calidad de la educación que estamos entregando, y esto se logra, entre otras cosas, por la vía de la implementación de un Sistema de Acreditación de Calidad del sistema preescolar.



Como Junji estamos en este desafío y contamos con las herramientas suficientes para avalar una educación parvularia acorde a las necesidades y requerimientos que, como decíamos anteriormente, posee cada familia en particular. Así, damos un paso importante como sociedad, en el sentido de responder a las necesidades laborales de las madres trabajadoras, pero a la vez garantizar un crecimiento armónico desde el punto de vista pedagógico y afectivo de esos menores. La invitación entonces es a las madres, padres y apoderados a sumarse a este desafío de asegurar el futuro de nuestras niñas y niños desde la más temprana edad.



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Pablo Mecklenburg Bravo es vicepresidente ejecutivo de la Junta Nacional de Jardines Infantiles (Junji)

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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