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Los nombramientos de Bachelet


Un especial interés despertó en nuestro país y en América Latina la elección de Michelle Bachelet como Presidenta de la República. Se puso énfasis en su condición de mujer, agnóstica, separada y socialista. Incluso, el mandatario venezolano, Hugo Chávez, dedicó elogios a Bachelet. Pese a las expectativas puestas en la ex ministra de Defensa de Ricardo Lagos, lo cierto es que Bachelet no representa un cambio significativo ni para Chile ni para la región.



Por ahora, los ojos periodísticos y políticos han estado puestos en la nominación de subsecretarios e intendentes y en las cuentas políticas para saber a qué partidos benefició, si desplazó o no a la Democracia Cristiana o si cumplió con sus promesas de paridad de género y caras nuevas. Se ha esperado con ansias cada uno de sus nombramientos, tanto como se aguarda el cambio de mando, donde simplemente Lagos pasará a Bachelet las riendas de un país que no avanzará en mayor justicia social, pues así lo auguran los nombramientos que ya ha realizado.



La conformación de su nuevo gabinete, por ejemplo, confirma que seguirá apostando por la misma estrategia de desarrollo que han implementado los gobiernos de la Concertación. Es decir, una apertura irrestricta de la economía, con supremacía de los grandes conglomerados económicos y la liberalización de capitales, consolidando un modelo de concentración y acumulación, basado en un acelerado proceso de conversión de capital natural en capital financiero.



En puestos clave nombró a personeros que comulgan con el modelo neoliberal y, especialmente, con el gobierno de George W. Bush. En Relaciones Exteriores, designó a Alejandro Foxley, uno de los arquitectos del aggiornamiento de la Concertación hacia el modelo heredado de Pinochet, tal como el mismo Foxley lo reconoció en una entrevista del 2000, cuando sostuvo que al ex dictador hay que reconocerle su capacidad visionaria al abrir la economía y al cambiar el país para bien y no para mal. Siendo esa -a juicio del futuro canciller- una contribución histórica que va a perdurar por muchas décadas en Chile.



En Hacienda, Bachelet puso al economista de Yale y doctor en Harvard, Andrés Velasco. Un discípulo de Foxley, alineado a las posturas económicas de la administración Bush, que mantendrá el actual estado de las cosas. En su primera intervención, Velasco declaró que el «modelo neoliberal ha funcionado muy bien, ha logrado crecimiento económico sostenido, bajas en la pobreza y cuenta con un gran apoyo de la población».



Pero el nuevo ministro no sabe o simula olvidar que el modelo ha funcionado muy bien sólo para los grandes grupos económicos que han multiplicado sus ganancias por tres veces en los últimos años. Chile posee la undécima economía más desigual del mundo, donde con sólo 43 mil pesos al mes una persona deja de ser considerada pobre. Para ser rigurosos en cuanto al ejercicio de la ciencia económica, la gente no apoya el modelo neoliberal como dice Velasco. Es más, de acuerdo con una encuesta del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo Humano del 2003, el 74% de los chilenos tiene sentimientos negativos (inseguridad, enojo, perdida) hacia el modelo económico imperante.



Esta desesperanza tan enraizada en los chilenos se explica por la grotesca concentración de la riqueza que han propiciado los gobiernos de la Concertación. A comienzos de los 90, el 5% más rico de la población recibía ingresos 110 veces mayores que el 5% más pobre. Esa diferencia se duplicó hacia el año 2000, llegando a las 220 veces. Actualmente, según cifras del Servicio de Impuestos Internos, el 85% de los chilenos posee una renta mensual que no supera los 400 mil pesos.



Así las cosas, la expectación que generó la conformación del gabinete y de las subsecretarías está completamente alejada de la realidad. La verdad es que con el nuevo gobierno no se verificará ningún cambio sustantivo en la sociedad chilena y la justicia social y el desarrollo sustentable seguirán siendo la muestra más evidente de nuestro ya añoso desarrollo frustrado.



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Marcel Claude es economista. Director de Oceana, Oficina para América del Sur y Antártica

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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