Este miércoles 22 de marzo se celebra el Día Mundial del Agua, instaurado a nivel internacional con el fin de educar y crear conciencia sobre la necesidad de proteger y dar acceso a toda la población a este recurso. Hoy la fecha adquiere una mayor relevancia, ya que por estos días finaliza el IV Foro Mundial del Agua que, bajo el lema «Gestión Integrada de Recursos Hídricos», viene desarrollándose desde el pasado jueves 16 en Ciudad de México.
Si bien su título parecía llamar a una reflexión mayor sobre la necesidad de gestionar sustentablemente los recursos hídricos del plantea -y aunque todavía no conocemos las conclusiones finales de dicha cita- todo indica que una vez más se llegará a una declaración de buenas intenciones y que las acciones para proteger el agua seguirán a la espera. Esta realidad es alarmante y lamentable pues los informes y datos internacionales de los últimos años muestra un panorama poco esperanzador.
Según la Organización de Naciones Unidas, uno de cada cinco habitantes en el planeta no tiene acceso al agua potable; cerca de 3 millones de personas, en promedio, mueren al año por enfermedades relacionadas con el agua (diarrea, malaria, etc.); 2.600 millones de personas carecen de instalaciones de saneamiento básico; casi de un tercio de la población mundial vive en áreas con problemas de agua, entre otras urgencias.
A esto se suma el informe «Espejismo en el agua: el fracaso de las inversiones privadas en servicios de agua de países en desarrollo», publicado recientemente por la ONG Internacional de Servicios Públicos, en el que se evidencia que el tan promocionado «modelo de privatización» como «La Solución» a los problemas de agua potable y saneamiento básico de los países en vías de desarrollo no es tal, y que 15 años de inversión sólo han logrado una extensión del servicio de agua potable y saneamiento básico de 900 personas al día, cuando se requiere una cifra de aproximadamente 270.000 personas al día, entre 2006 y 2015 para poder cumplir con el Objetivo de Desarrollo del Milenio de reducir a la mitad el número de personas sin acceso duradero al agua potable y los servicios de saneamiento básico.
En nuestro país, en el tema de acceso a agua potable, red de alcantarillado y tratamiento de aguas servidas, se ha avanzado mucho con cifras de 99%, 95% y 71,6%, respectivamente. Sin embargo, este progreso vía privatización ha significado un aumento de 30% en las tarifas de agua potable y, adicionalmente, ha traído asociado una serie de problemas ambientales -olores, lodos, etc.- que están siendo absorbidos por las comunidades.
En materia de gestión de cuencas hidrográficas, protección de recursos hídricos y descontaminación de los mismos, la tarea ha sido mucho más lenta. Recién en 2005 se planteó por parte del Estado la necesidad de gestionar integralmente las cuencas hidrográficas y, por tanto, contar con normas de calidad secundaria para nuestros ríos. Además, dentro de la reforma al Código de Aguas aprobada también en el 2005 gracias a la presión de muchos sectores -no sólo ambientalistas- se incluyó finalmente el concepto de caudal ecológico.
Hay que tener en cuenta que en nuestro país se da una paradoja: mientras en el norte este recurso es cada vez más escaso, en el sur tenemos agua en abundancia, lo que sin duda dificulta su gestión. Esta realidad es la que nos debe hacer reflexionar y replantearnos la manera en que manejamos y gestionamos nuestros recursos hídricos, incluyendo no sólo el punto de vista económico -como se ha hecho hasta ahora- sino tomando también en consideración aspectos ambientales, sociales y, por supuesto, el resguardo de este bien «preciado y cada vez más escaso » que es el agua para nuestras futuras generaciones.
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Paola Vasconi, Coordinadora del Programa Medio Ambiente de la Fundación Terram
