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Rock y circo


Hemos conmemorado una fecha emblemática para ejercitar la memoria histórica, para recordar los momentos duros sufridos por nuestro país y promover balances de lo que han sido estos 17 años de Estado democrático.



Sabemos que los crímenes de lesa humanidad siguen impunes, que el modelo económico ha sido perfeccionado durante la administración concertacionista y que continúan dentro de la elite política los mismos actores que protagonizaron una de las etapas más dolorosas para el pueblo de Chile.



No obstante se continua reviviendo la figura de Salvador Allende, en homenajes como el realizado en la Plaza Aníbal Pinto en Valparaíso, para insertar la idea de que el Presidente compañero sigue siendo el bastón ideológico de una concertación mustia, vendida a los intereses del gran capital.



Cristián Zúñiga, que oficia de anfitrión en cada uno de los shows ofrecidos por las Escuelas de Rock del Ministerio de Cultura, animó este homenaje que abrió las actividades en el marco del centenario de Allende, recordando sus últimas palabra en Radio Magallanes.



Tras este emotivo momento, tomó la palabra Rubén Andino, quién se refirió al contexto actual diciendo que «hoy gozamos de la democracia gracias a la Concertación».



Si bien no podemos desentendernos de Salvador Allende como un funcionario público, que aspiró a la revolución por el controvertido método institucional, me resulta una falta de respeto ligarlo de esta manera a la administración actual, que mantiene al pueblo de Chile descontento por un sistema depredador y corrupto que tiene una clara distancia con el socialismo de los 70.



El homenaje continuó con la aparición de músicos que convocaron un sin número de jóvenes de diversas tendencias políticas. Al son de Sonora de Llegar, bailaron alegres incluso okupantes de la casa TIAO, que al parecer no repararon en discursos y se entregaron plenos al rock, dando un cariz pluralista y festivo a este acto público.



Es ahí cuando uno comienza a percatarse de la repercusión de un instrumento como la cultura para cooptar a las nuevas masas, echando mano a artistas que dado su precaria condición, son a su vez absorbidos por promesas y proyectos ofrecidos por el Estado neoliberal.



De esta forma se instrumentaliza la memoria, generando vínculos forzados para mantener el status quo. Nada nuevo en nuestra sociedad del espectáculo, que se profundiza amparada en un patente Ministerio de Propaganda y no de Cultura como se hace llamar.



Así transcurrió el apronte de lo que será la conmemoración del natalicio de Salvador Allende. No hubo ninguna reflexión acerca de que nos convocan las mismas luchas como pueblo, no existió análisis con respecto a las problemáticas sufridas por los chilenos, ni una interpelación directa al excluyente modelo político.



Tranquilos y contentos esperando el bicentenario, con un triunfalismo estremecedor, los agentes concertacionistas celebraron un año más en nombre del compañero Presidente, las dos décadas de supuesta democracia.



Karen Hermosilla es periodista

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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