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El Grupo Croata y la desintegración de Bolivia


Son un pequeño conjunto de poderosas familias ligadas a la gran empresa, a la industria láctea, cervecera, y al capital financiero, llegadas al país altiplánico en los años posteriores al fin de la Segunda Guerra, cuando el gobierno boliviano aceptó, a solicitud de la CIA, dar refugio a miembros perseguidos de la Ustacha, la organización fascista croata. Al selecto grupo no los recibía ni siquiera la Argentina, gran acogedora de nazis.



Esos fueron los abuelos de quienes hoy llevan las riendas en el Oriente boliviano y quienes en la actualidad capitanean los principales proyectos de desarrollo en esa prospera región petrolera, agrícola, ganadera e industrial. Los nietos de estos connotados genocidas son gente formada en duras ideologías racistas y anticomunistas, y se sienten los principales forjadores del explosivo adelanto económico de sus provincias. Ellos se han esmerado por mantener a sus miembros lejos del negocio del narcotráfico y el lavado de dinero. Y por mostrarse frente a los Estados Unidos como un grupo de fiar. Tienen contactos directos con la CIA y han colaborado con la DEA en el control del la producción y tráfico de cocaína. Fueron los grandes aliados del general Hugo Banzer durante toda su carrera política, siendo beneficiados por éste con grandes partidas presupuestarias y de infraestructura en sus dos gobiernos.



Recordemos que Santa Cruz de la Sierra debe ser el lugar del mundo con mayor proliferación de logias y sectas por metro cuadrado que existe en el mundo. Cultura que ha facilitado al Grupo Croata la formación de redes de apoyo a sus planes secesionistas. Hoy el clan croata es uno de los elementos más activos en el proceso de desintegración de Bolivia. Ha impulsado la creación de varios grupos secesionistas, de los cuales el más activo es «La Nación Camba».



Sintomáticamente han retomado el símbolo de la Media Luna, en alusión a la Media Luna Croata, que en el año 1482 se constituyo en el último bastión de Europa contra la expansión del imperio otomano. Esta vez la Media Luna defenderá a la «civilización» contra los enemigos de la globalización y el progreso: los collas. Y por cierto contra su presidente Evo Morales.



Se sabe que para el Grupo Croata la caída del «indio» Evo no es prioritaria, aunque la ven inminente. Ellos buscan crear una nación blanca, laboriosa, ilustrada, que nada tenga en común con la altiplanicie colla a la que tienen que financiar diariamente con sus impuestos. Hay elementos de la Casablanca y el Pentágono que miran con muy buenos ojos la creación de un nuevo país en la región. O cuando menos la constante amenaza de ello.



Es un hecho que si Morales se opone por la fuerza a los estratégicos pasos autonómicos, diseñados por los croatas, éstos no vacilarán en recurrir a las viejas prácticas de sus abuelos. Al igual que para el general Custer, para los Croatas del Oriente boliviano el único indio bueno es el indio muerto. Y el indio puede ser Evo o el que venga. Son todos una lacra y un lastre que no están dispuestos a seguir subsidiando por más tiempo.



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Antonio Gil es escritor y periodista

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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