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Obama, a toda vela


Las primarias del río Potomac, Virginia, Maryland y la capital federal, reafirman las tendencias del proceso electoral de EEUU. Si bien se sabía que Obama tenía la primera opción, dada la composición demográfica de la región, trascendió que los clintonistas pensaban que podría haber un milagro en Virginia, y la diferencia no ser tan grande en Maryland.



No ocurrió así. Obama se impuso en Virginia en una proporción de 2 a 1, con una participación ciudadana récord. Y los resultados fueron muy similares en Maryland. No solamente incrementó su votación en los segmentos que lo apoyaron desde un comienzo, afroamericanos, jóvenes, independientes, trabajadores del conocimiento; también superó a Clinton en parte de su base social de apoyo, votantes de edad madura, mujeres y segmentos de bajos ingresos. E incluso le ganó entre los varones blancos y los hispanos en Virginia, aunque no en Maryland.



Obama partió a Wisconsin, donde será la siguiente gran primaria el próximo martes. A sus nuevas victorias, se suma que ganó un Grammy, por el video de su libro «La Audacia de la Esperanza», que compitió con uno de Bill Clinton y otro de Al Gore. Su caja electoral se incrementa en un millón de dólares diarios, con pequeñas contribuciones. Su discurso da la impresión que dejó atrás las primarias: no menciona a Clinton y enfrenta a McCain. Mientras que la caja electoral de Clinton recolecta la mitad que la de Obama y la candidata se refugia en lo que cree serán sus bastiones, Texas y Ohio, donde habrá primarias el 4 de marzo, en una estrategia de dudosa eficacia.



En el campo republicano, McCain triunfó en el Potomac. Sin embargo, Huckabee, quien no tiene ninguna opción de ser nominado candidato de su partido, logró una votación respetable. Y las encuestas a pie de urna siguen demostrando que McCain provoca una fuerte resistencia en conservadores y evangélicos, la infantería republicana.



A lo que se suma que en Virginia, que ha sido republicana en las últimas elecciones presidenciales y donde los electores pueden elegir la primaria en qué votar, éstos prefirieron hacerlo en la demócrata: 973 mil versus 484 mil. Es decir, en una diferencia de 2 a 1, que se repitió en Maryland. Y McCain obtuvo menos votos, incluso que la perdedora Clinton, en las tres primarias del Potomac. Un pésimo augurio para la final en noviembre.



Ahora bien, cómo se explica este brusco realineamiento de la política norteamericana.



En el segundo período de la administración Bush, EEUU sufrió con intensidad las consecuencias de la revolución conservadora, es decir, la transformación del lucro en codicia, del ahorro en endeudamiento, del emprendimiento en especulación, de beneficios al capital a costa del trabajo, de militarización y unilateralismo de la política exterior, etc.



En 2006 los republicanos perdieron la Cámara baja, y la Casa Blanca siguió imperturbable. El descontento aumentó y se generalizó. La alianza de derechas se desarticuló, comenzó a excomulgar herejes. Y hoy día su candidato McCain debe confrontar a la base partidaria, los evangélicos. Los demócratas se agruparon, Ä„oh sorpresa!, alrededor de un afroamericano y una mujer, que no tienen entre sí mayores divergencias ideológicas y andan a la caza de conversos.



Un gran cambio histórico. La revolución conservadora fue una reacción al feminismo, los derechos civiles, el estado del bienestar y el pacifismo. Y la antítesis de esa reacción es el nuevo liderazgo demócrata, que es bastante identificable con los demonios políticos de la derecha.



Ahora bien, por qué Obama comienza a superar a Hillary Clinton, quien no sólo es la cónyuge, sino además la principal socia política de Bill Clinton, el presidente demócrata más popular desde Franklin Delano Roosevelt. No se trata, por supuesto, de que haya más sexismo que racismo. Tampoco, que el proyecto de Hillary sea volver al gobierno de su marido.



Larry Summers, el único economista que ha sido secretario de Hacienda en la historia de EEUU, durante la era de Bill Clinton restableció los equilibrios macro económicos. Hoy es asesor de Hillary. Y propugna por una especie de social keynesianismo, es decir, que la mano visible del Estado ayude a la invisible del mercado y la supervise estrictamente, como también, varias medidas para amortiguar el impacto de la globalización en los perdedores. El proyecto de la candidata está impregnado de esas ideas, que traduce en una serie de medidas concretas.



El gran problema de Hillary es que no hace explícito que el siglo XXI es diferente al XX, que ella no es Bill. Tampoco reconoce haberse equivocado al sumarse a dar carta blanca a Bush para invadir Irak en el Senado, en vez de proponer que Washington se enfocara en Bin Laden y Al Queda. A lo que se suma que carece de un discurso que integre su programa, un error típico de quienes piensan que la sociedad, que llaman posmoderna, es fragmentada.



Obama tiene un proyecto similar, pero nadie lo asimila a la era de Bill Clinton, y se opuso desde un comienzo a la guerra de Irak. La gran diferencia, sin embargo, es su multinacional historia personal (Hawai, Kenya, Kansas, Indonesia, Harvard, Chicago). A lo que añade un discurso profético, cuya base es una religión civil cuyos preceptos son el excepcionalismo de América (reducida a un país), la igualdad de oportunidades y bienestar para todos los ciudadanos (the American Dream), una política exterior ética, la redención por intermedio del bipartidismo y la unidad, etc.



«De muchos, uno» (e pluribus unum), dice el sello nacional; «crisol de razas» (melting pot), es un popular lema; «un país conforme a Dios» (a nation under God), es parte del juramento de lealtad, etc. Y se negó a tener discursos hacia grupos específicos; aunque ahora ha hecho una excepción respecto de los hispanos.



Las palabras de Obama movilizan a los estudiantes universitarios, más de 2,5 millones, a los jóvenes en general, a los trabajadores del conocimiento, a los potenciales ganadores de la globalización. Y el proyecto que lo acompaña comienza a llegar a las mujeres y a los perdedores de la mundialización.



De seguir esa tendencia, tendremos el primer presidente no blanco en una gran potencia. Según los observadores británicos, las promesas del excepcionalismo norteamericano son virtualmente imposibles de cumplir y recuerdan el notable fracaso de la política exterior ética de Blair. Lo mismo piensa la derecha norteamericana.



Creo que el problema mayor es otro: que el gobierno de Obama comenzaría con demasiadas expectativas, como Kennedy hace ya muchos años. En todo caso, si llegara a ser presidente, dada su historia personal, discurso y color, tendría más posibilidades que otros en integrar a EEUU a un mundo en que el poder es cada día más multilateral y menos blanco, como también, inconquistable y muticultural.



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Iván Auger es consultor internacional

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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