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El show de Alan

Gabriel Angulo Cáceres
Por : Gabriel Angulo Cáceres Periodista El Mostrador
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Si Chile cree que va a ganar esta disputa por la vía del armamentismo va a ser derrotado en el campo de la diplomacia y de los espacios multilaterales y ese es un costo que no podemos pagar.


Por Álvaro Ramis*

Si en algo el presidente del Perú posee reconocimiento y prestigio es en el campo comunicacional. Alan García es de aquellos políticos que a falta de virtud cívica y vuelo intelectual, han hipertrofiado sus habilidades principescas de una forma desconcertante. Su fuerza radica en percibir los tiempos políticos y en saber capturar la atención hasta de sus más enconados detractores. En esta ocasión ha demostrado esa misma habilidad a costa de nuestra diplomacia, que ha quedado patidifusa y dispersa ante el despliegue de un espectáculo que le ha resultado inesperado e impredecible. Alan ha percibido nuestra coyuntura, atravesada por elecciones de alta incertidumbre, lo que reduce nuestra capacidad de respuesta política. Y nos ha dado un golpe que no nos esperábamos.

¿Han espiado las FF.AA. chilenas a sus pares del Perú? No me extrañaría. Como tampoco dudo que el Perú haga lo mismo con Chile. Y que Chile lo haga con Argentina y que Argentina lo haga con Brasil, y que Brasil lo haga con todos los demás. Si los ejércitos no espían ¿para qué están sus departamentos de inteligencia militar? ¿Acaso sólo se dedican a espiar a los civiles de sus propios países? Es evidente que la disputa por la información es una dimensión inherente al arte de la guerra, que en nuestro tiempo hemos sublimado bajo el subterfugio de la defensa nacional. Un caso como el ventilado por Alan no coloca nada nuevo bajo el sol. Lo novedoso es que escapando a los conductos esperados, que habrían prescrito una discreta nota diplomática, útil en nuestro alambicado ajedrez bilateral, Alan decidió hacer de este evento un casus belli mediático, ante una audiencia a la que se ha alimentado en un chauvinismo premeditado y constante.

Alan sabe muy bien que cualquier disputa que levante con Chile le reditúa en popularidad, anula a sus opositores y confunde una agenda interna plagada de conflictos y recriminaciones en su contra. Esta es la estrategia que le ha permitido opacar a Ollanta Humala, su principal rival y ha logrado unificar a la derecha peruana tras su liderazgo. Por eso no es extraño que el emblemático periódico La Razón, portavoz del más ácido antichilenismo, haya girado sin rubores ni vergüenzas desde su descarado  fujimorismo a un incondicional apoyo al gobierno aprista. Se trata de una cantera política de la cual García sólo obtiene utilidades y donde los costos no son más que externalidades marginales, tal como lo ha demostrado al levantar la disputa judicial por los límites marítimos ante la corte de La Haya. Aún en el peor de los fallos, Perú no va a perder ni un centímetro de su territorio y durante todo el proceso el régimen de García captará el apoyo corporativo de diversos actores nacionales. Y si llega a ganar la disputa judicial, aspirará a ser considerado un héroe nacional.

Ante este panorama nuestra diplomacia debe fortalecerse para evitar escenarios que dañarían nuestros intereses. Lo primero es no caer en una espiral de provocaciones de la cual nada podemos lograr. No se debe dar espacio a las voces que en el marco de las elecciones parlamentarias pretenden cargar en los inmigrantes peruanos los costos de un conflicto en el que no les cabe más responsabilidad que sufrir las consecuencias de las políticas que les han llevado a buscar otros escenarios de vida y desarrollo.

Chile tampoco puede mantener su actual ritmo de gasto militar, el más alto de América Latina, y que sólo sirve a los políticos como Alan para fortalecer sus diatribas antichilenas. Se deben postergar ejercicios militares en zonas fronterizas que son caldo de cultivo a este proceso. Si Chile cree que va a ganar esta disputa por la vía del armamentismo va a ser derrotado en el campo de la diplomacia y de los espacios multilaterales y ese es un costo que no podemos pagar.

El show de Alan nos debe motivar a desarrollar una política exterior más inteligente y activa frente al Perú, basada en romper un círculo de odiosidades  en el que no tenemos nada que ganar. Es hora de ofrecer a la ciudadanía peruana un nuevo pacto de amistad y cooperación que anule los anhelos revanchistas y competitivos de los sectores que en ambos países buscan atizar rivalidades que no sirven más que para agriar los vínculos entre dos pueblos que juntos podrían alcanzar un nivel de vida y de libertades que separados nunca podrían llegar a soñar.

Para ello es necesario poner otros temas en la agenda de las relaciones bilaterales, que esté basada en intereses comunes. Cuanta energía se desperdició, por ejemplo, en la disputa por la denominación de origen del Pisco, mientras fuera de las fronteras de nuestros dos países este licor prácticamente no se consume. Mucho más eficaz hubiese sido imitar a los productores de ron que sin importar denominaciones de origen han coordinado sus esfuerzos y han posicionado conjuntamente este producto en todo el mundo. Pensemos en las posibilidades que se podrían abrir por medio de la integración de los circuitos turísticos entre el norte de Chile y el sur andino peruano, incluyendo San Pedro de Atacama, Cuzco y Machu Pichu. Imaginemos una política de explotación pesquera complementaria, basada en criterios de sustentabilidad de largo plazo. ¿Qué sentido tiene disputar una demarcación marítima si los recursos pesqueros no reconocen fronteras y se ven amenazados de forma alarmante? En fin, calculemos las posibilidades que abriría un pacto en la triple frontera peruano-chileno-boliviana basada en la cooperación energética, vial y portuaria. Es hora de romper el ciclo de las disputas de suma cero para buscar la sinergia entre dos países que apuestan a ganadores.

*Álvaro Ramis, presidente  de la Asociación chilena de ONGs ACCIÓN.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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