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¿Y los francotiradores?


Casa de la Literatura PeruanaEn tiempos remotos, Mario Vargas Llosa describió al escritor como un permanente francotirador, un observador en eterna rebeldía, un inconforme, a la vez un voluntario y trágico marginal condenado a la protesta perpetua.

No muchos años más tarde un grupo de poetas peruanos, los de Hora Zero, juraron sobre el futuro agujero de sus propias tumbas demoler y hacer volar por los aires el espurio edificio de la literatura peruana, maniatada por la tradición moribunda, y momificada en el canon oficial.

Hasta hoy mismo, Oswaldo Reynoso camina sobre una peculiar cuerda floja: por un lado, cada vez que puede describe la realidad peruana con el torpe léxico que Abimael Guzmán le inculcó a sus seguidores (la «guerra popular», que era la guerra del «pueblo» contra el Estado) pero también celebra ser un autor de cabecera en todos los colegios nacionales del Perú.

Los señores de Hora Zero pasaron de aquello a hacer campaña para que el Estado los reconociera como figuras estelares del mismo canon que una vez quisieron hacer estallar y desaparecer. Mario Vargas Llosa empieza a proyectar un museo a la medida de las amnesias con que el gobierno aprista quiera infestar la memoria colectiva peruana. (Ojalá no sea así: aún está a tiempo).

Y Oswaldo Reynoso sonríe complacido porque sobre él brillan los reflectores de la Casa de la Literatura Peruana, ese flaco mini-market cultural, parque temático de la literatura fagocitada por el Estado, hecho de salas vacías, imágenes de cartulina y seudo-bibliotecas sin libros, colocado tras el Palacio de Gobierno del mismo modo en que todas las casas de la Lima cavernaria colocan el «cuarto del servicio».

¿Por qué tantos escritores, en cierto momento de sus carreras, sienten que ya no hay que guardar las formas y se dedican simplemente a trabajar por la propia fama, el propio reconocimiento y la propia falsa y magra eternidad (en el caso de Hora Zero o Reynoso)? ¿Por qué otros tantos sienten que cualquier pequeña coincidencia coyuntural en lo político justifica regalarse, regalar su prestigio y legitimar con él lo ilegitimable (como en el caso de Vargas Llosa y su relación con el gobierno de García)?

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