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En su origen la Concertación fue una gesta y un drama, hoy, en su ocaso, más semeja una efimera comedia

Hernán Dinamarca
Por : Hernán Dinamarca Dr. en Comunicaciones y experto en sustentabilidad Director de Genau Green, Conservación.
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En lo mediato, la crisis abre la oportunidad –mejor dicho, obliga- a quienes hemos vivido en la democrática emoción concertacionista –que en la ciudadanía somos muchos- a re-inventarnos de alguna manera u otra, re-significando actores, con nuevas ideas y principios, acercándonos a nuevas sensibilidades, actualizando los desafíos.


El título parafrasea una notable intuición del gran historiador que fue Carlos Marx,  recuperada aquí para una breve reflexión sobre la Crisis de la Concertación –y sabemos que todas las crisis son siempre ocaso de algo y oportunidad de otra cosa- como hecho político y como sensibilidad (re)fundacional.

¿Qué, sino comedia, ha sido la protagonizada este mes de abril por la pareja Carolina-Fulvio y su cohorte de amig@s y adversari@s en el seno de los partidos concertacionistas? ¡Ellos, matrimonio de alcoba y relevantes socios políticos, ni siquieran se miraron en el pasado conclave “refundacional” concertacionista! Abril y ese lunes, en los pasillos de la Concertación han sido pura chismografía, nada de sueños y política. Y el país serio ha mirado absorto, el país frivolo como siempre ha reído y el país conservador se ha regocijado.

El lúcido Marx, en plena modernidad que se autoconstruía, escribió en el siglo 19 a propósito de una revolución que trataba de repetirse a si misma que algunos hechos históricos primero ocurren como gesta heroica, con todo su intenso drama a cuestas, mostrando así su potente cara honesta y verdadera; pero luego estos suelen tratar de repetirse simplemente como comedia, en una triste replica efimera y caricaturesca.

[cita]En lo mediato, la crisis abre la oportunidad –mejor dicho, obliga- a quienes hemos vivido en la democrática emoción concertacionista –que en la ciudadanía somos muchos- a re-inventarnos de alguna manera u otra, re-significando actores, con nuevas ideas y principios, acercándonos a nuevas sensibilidades, actualizando los desafíos.[/cita]

Léase entonces la analogía: hace ya más de 20 años, hombre y mujeres en ánimo de gesta, esperanza y sueño, viviendo intensamente el drama de la época dictatorial, fundaron en Chile la Concertación de Partidos por la Democracia, en su versión instrumental de concordar voluntades políticas y también en su cara más profunda de unir en la emoción de democracia y cambio a sensibilidades hasta ese momento históricamente confrontadas; hoy en cambio, una Concertación ya cansada y desgastada (lo que muy histórico luego de gobernar a la vez con grandes éxitos y grandes carencias en las últimas dos décadas), cuando la coalición intenta refundarse, cuando intenta repetirse a si misma en ánimo de gesta, se nos aparece simplemente como una burda comedia de egos y vanidades, sin sueños, sin alma y sin ideas. Eso al menos hasta ahora.

Se trata, sin duda, de una gran crisis. En su dejo de comedia, de una crisis terminal. El espéctaculo de las últimas semanas, guste o no a cualquier discurso voluntarista, clausura toda posibilidad de una emoción refundacional al menos en la dimensión de acercamiento de sensibilidades y de sueños que en el origen si hubo en la Concertación. Tal vez todavía esta concertación de partidos cansados podrá protagonizar algunos hechos políticos; pero será sólo eso, en un protaganismo efimero.

Además, por la edad y roles de las figuras principales de esta comedia en formato teleserie, con ella ha sido clausurada la viabilidad y pertinencia, si acaso alguna vez la tuvo, de un relevo generacional en el liderazgo concertacionista. La comedia Carolina – Fulvio ha venido sólo a demostrar que los nuevos “líderes” concertacionista lisa y llanamente no están a la altura de los desafíos históricos y más bien han crecido imitando de mala manera las peores prácticas de sus padres aprendidas ya en el poder, teniendo poco o nada de la rebelde y creativa emoción de todo jóven que se precie de tal. Más parecen sólo unos jóvenes – viejos, malcríados.

Pero seamos positivos. La crisis que evoca la comedia, conlleva también una oportunidad. En lo inmediato, la oportunidad de tomar conciencia del ocaso y la distancia emocional con la ciudadanía de la actual (des)concertación. En sicología y en política la toma de conciencia es siempre liberadora, pues abre las puertas de la percepción. Y más en lo mediato, la crisis abre la oportunidad –mejor dicho, obliga- a quienes hemos vivido en la democrática emoción concertacionista –que en la ciudadanía somos muchos- a re-inventarnos de alguna manera u otra, re-significando actores, con nuevas ideas y principios, acercándonos a nuevas sensibilidades, actualizando los desafíos. En esta titánica tarea, el mejor Aylwin, el mejor Frei, el mejor Lagos y la mejor Bachelet, tendrán mucho que aportar, también obviamente, lo harán los mejores jóvenes; pero todo con nuevos estilos, nuevas prácticas, en autocríticas profundas, mirando con respeto al otro diferente, diversificando nuevamente los colores del arco iris, agregando a la emoción roja y azul, ahora la emoción verde y lila.

Hay rencillas y dolores, pero en esta nueva gesta no sobra nadie. La suma base de lo que quedaba de la Concertación, si nos remitimos a los últimos resultados electorales, más la bonhomia crítica y sabia de Arrate y el impetú también crítico y libertario de MEO (que en paréntesis este mismo abril ha sido tocado y salpicado por otra comedia, aunque más trágica, protagonizada por su amigo Max, que trocó las armas del ayer por el escandalo del negocio y el dinero en el hoy), en fn, a todos ellos y a sus votos al menos simbólicamente habrá que acercar para tener algo parecido a una nueva alianza, con nuevas esperanzas y nuevos sueños… Los líderes que emergan, las nuevas ideas que se construyan, las emociones que aglutinen, todo esta por hacerse… El desafío es nada trivial.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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