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Twitter: donde todos hablamos sobre los medios, salvo los medios


Acabo de publicar en mi “feed” una idea del editor del The Guardian que al comentar la importancia de Twitter dijo que están condenados los medios con una visión demasiado estrecha de lo que es el periodismo. El futuro de los medios masivos pasa por evolucionar desde su condición de informadores y receptores de avisos a convertirse en un espacio privilegiado para la realización de una parte relevante de la conversación social que realicen sus audiencias. Las conversaciones siempre se dieron como resultado de los contenidos de los medios, lo novedoso es que ahora estas conversaciones públicas también pueden ser contenidos mediales.

Gracias a la interacción con espacios sociales los medios pueden fomentar y estimular cada vez más masivas conversaciones “publicadas” de lo que antes eran mera audiencia. En estas semanas sucedieron dos eventos políticos que tuvieron a las redes sociales en el centro de la polémica. Hace tres semanas escribí, con el título “Cuál es el largo adecuado de una falda”, que en un mundo comentado en espacios como Twitter y Facebook, los tiempos de reacción disminuyen drásticamente.

Era una reflexión a partir del instructivo que tuvo que ser retirado luego que en estos espacios las mofas se hicieran generalizadas y amenazaran con contaminar la imagen de la “la nueva forma de gobernar”. ¿Cuánto tiempo se puede mantener un instructivo incorrecto políticamente? En un mundo en la mira de las redes sociales los tiempos disminuyen drásticamente. Que queda claro que no soy de los que creen en las bondades inherentes al mundo de las redes: pienso que con ellas la sociedad no adquieren más capacidad de control sobre sus autoridades que en la época en que no contábamos con estos espacios. Pero sería ciego no reconocer la mucho mayor rapidez que suceden las cosas cuando la “opinión pública” de las nuevas redes se entusiasma con un tema.

El instructivo del gobierno regional pudo haber sido una noticia de un diario con pocos lectores, pudo haber terminado en una discusión en alguna instancia regional o nacional, los tiempos de estos procesos hubieran permitido ajustes indoloros. Como lector de Twitter me tocó ver cómo explotó el tema en las redes. Se alcanzó a mencionar a La Nación y el artículo que explicaba las nuevas normas que regirían a las funcionarias públicas de la región. Automáticamente, comenzó la creación colectiva de chistes. Un periodista muy conocido reaccionó diciendo que la redacción del instructivo era tan exagerada que sólo podía ser obra de alguien que quería provocar el incidente. Fue fue lo más suave que leí.

Seguramente, muy pocos de los que generalizadamente conversaban sobre el tema en las redes leyeron el instructivo mismo. Ya era tarde. Lo que hizo insostenible la norma y urgente la necesidad del cambio fue que en Twitter y en Facebook todo el mundo se reía. Los espacios sociales que he comentado aquí se convierten en parlantes que “publican” las conversaciones que antes se realizaban más discretamente en las cafeterías y espacios públicos. Hace unos años este tema seguramente también habría provocado risas, seguramente también habría terminado con un Intendente dejando sin efecto la norma, pero todo habría sido más “piola”. El ingenio de las redes permitió que en minutos se relacionara la norma con la “nueva forma de gobernar” y como el error local amenazaba con pasar a ser en un tema político que llegaría incluso a La Moneda el intendente regional se quedó sin margen de maniobra, solo pudo tratar de mostrarse digno y recoger cañuela.

Quizá el problema que tienen los medios para apostar por esta tendencia tiene que ver con entender esta conversación como un fenómeno excluyente a su trabajo. Muchos editores no ven que la gran ventaja de lo que sucede en las redes es que prácticamente toda la conversación gira en torno a lo que se publica o transmite en los medios tradicionales. A fines del año pasado vino a la UC el responsable del New York Times en la usabilidad de sus espacios en la web, Alex Wright. Como lo comenté entonces en este blog, en su charla citó una frase del jesuita Walter J. Ong muy orientadora para entender la complejidad de lo que sucede, era algo más o menos así: en el futuro primará “una oralidad más deliberada y consciente de sí misma, basada, permanentemente, en el uso de lo impreso como de lo escrito”.

La idea es que el paso de lo literario a lo oral no significó una vuelta a la barbarie, por un rechazo a lo escrito. Más bien se trató del fomento de una conversación masiva en torno a los textos ya impresos. Con lo anterior se entiende que la nueva preeminencia de lo oral, con sus valores como el fomento de la participación y de lo agregativo, en perjuicio del estilo más objetivo y subordinado que primaba en el mundo literario, no significará el fin de los medios impresos: de los libros, de los medios tradicionales. Lo que viene podrá ser una conversación alrededor de los mismos espacios tradicionales. En la discusión respecto a lo que viene hubo una corriente dominante de expertos que aseguraban que el nuevo mundo amateur de los bloggers y twitteros iba a ser capaz de reemplazar la existencia de las redacciones profesionales, en los meses recientes he visto que los mejores defensores de esas tesis comienzan a retroceder de sus posturas más extremas, empiezan a matizar sus iniciales afirmaciones y se plantean a favor de un mundo más plural en el que los medios tienen espacios crecientemente relevantes.

Me parece ver que la discusión cada vez valora más la importancia de mantener robustas estructuras tradicionales, como las de las redacciones periodísticas, para recopilar información y para investigar en favor de la acción de los espacios sociales. Los expertos en los que creo asumen que la conversación amateur se dará sobre esos datos. El rol de la inteligencia colectiva, de las masas inteligentes servirá para “curar”, recomendar, incluso apurar el desarrollo de lo más valioso del trabajo de las redacciones tradicionales; además para corregir o complementar los datos reporteados por los periodistas.

Es evidente que los medios no volverán a ser los mismos luego que blogs, Facebook, Twitter, los que permitieron que se abrieran espacios relevantes a favor de las audiencias, pero lo anterior no significa que el decantamiento de la participación social reemplazará el trabajo de los medios. La sociedad conversa sobre las noticias, como muchos otros temas y lo hace con las ventanas abiertas, permitiendo que otros la oigan, incluso la graben.

Solo una semana después del problema del instructivo de la falda, luego del fracaso de la convocatoria masiva a unas protestas callejeras coordinadas en estas mismas redes como reacción a la aprobación de parte del Corema regional a la construcción de la termoeléctrica en Barrancones, escribí nuevamente sobre el tema. Con el título “Hay vida fuera de Twitter” comenté que la falta de masividad en la respuesta callejera confirmaba mi idea de que la unanimidad casi absoluta que se dio en estos espacios sólo reflejaba a otra élite, que la opinión pública de los espacios sociales todavía no representaba a la del país.

Comenté que el martes 24 de agosto en la noche los espacios sociales como Facebook y Twitter explotaron reaccionando en contra la decisión del Corema de esta región, la que aprobó la construcción de una central termoeléctrica cerca de Punta de Choros donde se encuentra una reserva de pingüinos. Al menos en lo que publicaban las personas que yo sigo, no había visto una mayor unanimidad en una postura. Todos, desde los tuiteros piñeristas hasta los entusiastas del Meo de la primera vuelta presidencial, se sumaban a un mensaje único invitando a la red a salir a la calle a protestar en los centros de todas las ciudades chilenas.

El resultado se transformó en protestas callejeras que congregaron, en el caso de Santiago, a aproximadamente dos mil personas. Fue una protesta distinta, de lo más elitista que ha visto el centro de la ciudad, más pacífica que las más suaves celebraciones de este año en la Plaza Italia. Lo sucedido me recordó las proporciones de estos espacios sociales: Aunque la red es un espacio masivo en cuanto a la cantidad de personas inscritas y en cuanto al número de los que se conectan periódicamente, todavía sigue siendo un espacio elitista. Si ustedes hubieran leído mi “feed” habrían pensado que las manifestaciones serían históricas, muy distinto a lo que resultó.

Todavía la red social es un espacio en el que masivamente los chilenos entramos poco. En la versión de internet de un medio relevante se le llegó a dar tanta importancia a “las protestas” sobre Punta de Choros que hicieron un paralelo entre la aprobación que el gobierno había conseguido por los sucesos de la mina San Esteban con lo que perdería por el rechazo que provocaría la medida que criticaban los ecologistas.

Pero cuando acababa de publicar la columna recién explicada, solo un día después y sorprendiendo a todo el mundo, en especial a su sector, el Sebastián Piñera decidió solicitarle a la empresa eléctrica que no construyera la planta. La élite chilena, que maneja estos debates a través de los medios escritos, todavía no captó bien lo ocurrido. Hay que tener presente que hasta hoy el país acostumbraba a formar su “opinión pública” mediante una cierta “conversación publicada” que se daba entre las páginas editoriales de los principales diarios y las cartas al director de estos mismos. Este proceso exigía al menos pasar por un domingo, edición en al que los dos diarios relevantes de la capital presentaban las mejores plumas. Con todo esto se formaba un clima de opinión que en parte terminaría definiendo lo acertado de la decisión ejecutiva posterior.

Mi lección de estas semanas es que en los espacios sociales hay una nueva élite que conversa públicamente de forma mucho más rápida estas situaciones y está impidiendo que los medios tradicionales sigan siendo los canales únicos para la creación de nuestro clima de opinión. Las ediciones de los últimos días de nuestra prensa, tanto en la forma de cubrir las noticias, como en el tono de las editoriales y las columnas de sus principales plumas, confirma el malestar resultante entre los profesionales que no entienden lo que pasa.

Hay editores todavía influyentes en nuestros medios tradicionales que no están participando en esta conversación, siendo que tendrían mucho que aportar a esta “real time web”. Incluso algunos ni siquiera están leyendo lo que aquí se conversa, por lo mismo son constantemente “golpeados” por lo que sucede en este nuevo espacio de opinión.

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