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La Concertación y sus relaves

María de los Ángeles Fernández
Por : María de los Ángeles Fernández Directora ejecutiva de la Fundación Chile 21.
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Resulta irónico que los mismos que dejaron morir de inanición instituciones que, como la Corporación Tiempo 2000, brindaban asesoría parlamentaria a comienzos de los 90 y que, en 20 años, poco o nada hicieron para promover el financiamiento público de centros de pensamiento pretendan ahora, mediante el boicoteo, incidir en las políticas de las contrapartes internacionales.


Mientras la oposición critica por estos días al Ministro Golborne por promover una legislación que reduciría exigencias a las mineras, lo que incluye sus pasivos ambientales, bien harían sus dirigentes en analizar internamente sus propios relaves.

La difusión que ha tenido el llamado caso de las “platas alemanas”, que terminó por estallar ante las amenazas recurrentes por la prensa de que barones del PS se aprontaban a peregrinar a Berlin para dar cuenta de quien constituye, en el Chile actual, el “verdadero” progresismo, deja al descubierto males que explican, en parte, el resultado de la reciente elección presidencial. La soberbia de algunos socialistas, que ha salpicado internamente al PPD, se dirigió ahora hacia una fundación política como la Friedrich Ebert, prestigiosa, de probado compromiso con la justicia social y con una vocación de apertura e inclusividad que, más que cuestionar, habría que emular.

Resulta irónico que los mismos que dejaron morir de inanición instituciones que, como la Corporación Tiempo 2000, brindaban asesoría parlamentaria a comienzos de los 90 y que, en 20 años, poco o nada hicieron para promover el financiamiento público de centros de pensamiento pretendan ahora, mediante el boicoteo, incidir en las políticas de las contrapartes internacionales. Resulta inevitable no evocar lo que el actual Presidente uruguayo, José Mujica, dijera a propósito de la derrota de la Concertación, en alusión a lo que él considera un mal de la izquierda: el sectarismo.

[cita]La soberbia de algunos socialistas, que ha salpicado internamente al PPD, se dirigió ahora hacia una fundación política como la Friedrich Ebert, prestigiosa, de probado compromiso con la justicia social y con una vocación de apertura e inclusividad que, más que cuestionar, habría que emular.[/cita]

Pero no solamente la izquierda ha venido desarrollando pústulas que, de no sanarse, difícilmente permitirán la recuperación del gobierno. La mesa directiva de la DC amonestó a Claudio Orrego, su vicepresidente, por reconocer públicamente sus dudas de un retorno de la Concertación al poder dentro de cuatro años. Orrego no hace más que afirmar lo que cualquier ciudadano, al día de hoy, advierte. Más que reprimirlo, debiera ser felicitado. La honestidad forma parte del portafolio de aspectos positivos que la ciudadanía aprendió a valorar en Michelle Bachelet.

Se habla mucho de la Concertación, si permanecerá o si a lo que estamos asistiendo es al suministro de respiración artificial a un artefacto político que tiene fecha de vencimiento. Sin embargo, para llegar a ser una oposición en condiciones, en un contexto donde factores institucionales y culturales no lo facilitan, hay que empezar por las unidades que la componen y esas, son sus partidos. La omnipresencia de nuestro régimen presidencial, la dificultad para impulsar partidos programáticos en contextos de coalición, las pretensiones de ubicuidad de la derecha “hinzpeteriana” y el hecho de que los chilenos repelen la contradicción, configuran un cuadro donde la oposición, sustraída de sus rasgos diferenciadores, se ve obligada a apertrecharse en el Parlamento, y sin mayores correlatos culturales y sociales.

Los partidos, por su parte, muestran síntomas de debilidad preocupantes. Siguiendo a Huneeus, sus indicadores son el desplome de la afiliación, la escasa cohesión interna, renovación de liderazgos más aparente que real, precaria presencia en el mundo social y estitiquez de ideas, lo que lleva a un comportamiento reactivo y de búsqueda de “nichos”.

La verdadera prueba de fuego, entonces, para la Concertación es otra, que no termina por advertirse con nitidez: acoger a los discrepantes y canalizar el disenso. Sólo de esta forma, podrá recuperarse la diversidad perdida.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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