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Bolivia: los atrapados somos nosotros

Carlos Correa B.
Por : Carlos Correa B. Ingeniero civil, analista político y ex Secom.
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Históricamente los bolivianos han argumentado que sin acceso a Pacífico, se encuentran atrapados en el altiplano, con los consiguientes costos para su país, pero en realidad los atrapados somos nosotros sin acceso a los recursos hídricos y energéticos de Bolivia.


Soy de los sorprendidos por la virulenta reacción del Presidente Piñera contra Bolivia por su propuesta de ir a La Haya para reclamar salida al mar, comparada con la complacencia, con pisco sour incluido, que tuvo con Perú ante una demanda ya presentada.

La dificultad para explicarlo desde el punto de vista político, ha hecho que varios miren criterios económicos para entender tal diferencia. Sin duda que suena razonable para la lógica del Presidente no escalar el tema con Perú, pues las empresas chilenas tienen casi diez mil millones de dólares invertidos en ese país, encabezadas por las emblemáticas Falabella y Lan, de la que fue accionista hasta el año pasado. Una primera mirada podría indicar que no es así en el caso de Bolivia, y entonces la mano dura tendría “bajo costo”. Lo sorprendente es que si se mira con cierta atención, los beneficios económicos de un entendimiento con Bolivia son bastante interesantes.

En primer lugar, el acceso al gas natural boliviano, que siempre ha estado disponible, en el caso de un acuerdo para salida marítima. Sus reservas exploradas de gas son de 750 billones de metros cúbicos. A manera de comparación, este volumen es más de 300 veces que lo que se podría descargar en el puerto de Gas Natural Licuado de Mejillones funcionando a máxima capacidad durante un año.

[cita]Pero no solamente el gas es un recurso al que podríamos acceder, sino al agua dulce. Sólo en la frontera Bolivia posee otras 19 cuencas hidrográficas que poseen recursos iguales o superiores a los del disputado Silala, lo que podría implicar recursos hídricos muy superiores a los que hay disponibles en las cuencas altiplánicas chilenas y en la Pampa del Tamarugal.[/cita]

Con el acceso a dichos recursos los costos que se paga en el norte por generación eléctrica para las ciudades y la industria minera, serían al menos un 10% menos de los que se pagan actualmente. Como es sabido estos costos de energía eléctrica se encuentran entre los más elevados de Sudamérica.

Pero no solamente el gas es un recurso al que podríamos acceder, sino al agua dulce. Sólo en la frontera Bolivia posee otras 19 cuencas hidrográficas que poseen recursos iguales o superiores a los del disputado Silala, lo que podría implicar recursos hídricos muy superiores a los que hay disponibles en las cuencas altiplánicas chilenas y en la Pampa del Tamarugal.

De hecho, la escasez de agua ha obligado al ingenio y a desarrollar soluciones mucho más costosas para la actividad minera. La mina más grande de la Región de Antofagasta, La Mina Escondida, debe desalar agua y elevarla más de 2000 metros, con los consiguientes impactos en sus costos y el gran gasto en energía eléctrica. Otras mineras han explorado operar con agua salada antes los crecientes problemas del recurso hídrico.

Los escasos recursos de agua en el sector de Toconce, en la II Región, son objeto de largas disputas entre mineras, empresas de agua y pueblos originarios. Las  transacciones de derechos de agua en muchas zonas del norte alcanzan a varios millones de pesos por litro/segundo y muchas cuencas poseen sobreexplotación, con grave impacto para un medioambiente muy frágil y una amenaza  constante a la agricultura tradicional del altiplano.

Si se contara con disponibilidad del agua de Bolivia, las cosas podrían ser distintas. No solamente para la minería, sino para las ciudades, que tendrían mayor seguridad hídrica que la de depender solamente de las desaladoras, las que, después del incidente del exceso de algas en la desaladora de Antofagasta, han demostrado que también son vulnerables.

Además que el costo de vivir en el norte bajaría enormemente. Aparte de los menores costos de la energía eléctrica, la existencia de mayores cantidades de agua permitiría un desarrollo agrícola que redundaría en aumentar la producción de alimentos con costos menores a los actuales.

También los beneficios ambientales de un acuerdo con Bolivia son notorios. La disponibilidad de gas y agua desde Bolivia, significaría una menor presión sobre los acuíferos y la posibilidad de poseer fuentes energéticas menos contaminantes.

Lo que tiene  que ceder Chile a cambio es salida al mar. Históricamente los bolivianos han argumentado que sin acceso a Pacífico, se encuentran atrapados en el altiplano, con los consiguientes costos para su país, pero en realidad los atrapados somos nosotros sin acceso a los recursos hídricos y energéticos de Bolivia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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