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Valiente mundo nuevo editorial


Esta semana se cerró la librería Borders de Ithaca (en todo Estados Unidos cerraron casi 300 de las más de 600 que había). Durante varios meses estuvo languideciendo, visitada por gente que quería llevarse libros a buen precio. Yo sólo me llevé una novela de Jim Thompson y algunos juguetes para mis hjos (hace rato que para las grandes cadenas de librerías vender libros es sólo una ocupación más). Saqué una foto del enorme letrero que decía STORE CLOSING y recordé que cuando llegué a Ithaca, a fines de los 90, había seis librerías. Para una ciudad de 60.000 habitantes, no estaba nada mal.

The Bookery, la librería independendiente más importante de la ciudad, también cerró hace un par de meses, con lo que solo nos quedamos con Barnes & Noble y Comics for Collectors. A los profesores y alumnos de Cornell, grandes compradores de libros, esto no parece molestarles mucho. Tengo alumnos que vienen a mis clases con sus iPads, y el Kindle se ha vuelto ubicuo en los cafés. Lo cierto es que quienes lamentan el cierre de muchas librerías son los mismos que han contribuido a ello: por más romántico y sentimental que sea uno, es muy difícil pagar 25 dólares por un libro cuando se lo encuentra a 10 en Amazon.

Aun sabiendo que eran más caros, yo tenía la costumbre de comprar libros en las independientes, como forma simbólica de apoyarlos; pero los descuentos me llevaron a las grandes cadenas y  a Amazon. Hace poco, en un Barnes & Noble semivacío, tuve la misma sensación que tenía con las independientes: la librería me dio pena y decidí comprar un libro. No es fácil conmoverse por los desafíos que afronta una gran cadena, pero la situación es así: el pez grande se comió al chico y Amazon se comerá a todos.

La transición del libro impreso al digital está ocurriendo de manera más acelerada de lo que se preveía. Consideremos algunos datos: Amanda Hocking, escritora de novelas románticas con temas paranoales que ha hecho su carrera publicándose a sí misma (ha vendido más de un millón de ejemplares), acaba de vender los derechos de sus próximos libros a St Martin’s Press; lo interesante de la situación es que Amazon también quiso comprar los derechos, porque quería tenerla en exclusiva para el Kindle (Amazon también funciona como editorial a través de sus sellos Encore y Crossing).

Para comprar los derechos de Hocking, Amazon se asoció con Houghton Mifflin, una editorial tradicional. Como parte de esta asociación, Houghton Mifflin ha comprado los derechos para publicar como libros impresos varios libros digitales de Amazon, con lo cual se ha llegado a una situación algo irónica: el mercado de libros digitales está creciendo tan rápidamente que los derechos para publicar libros impresos se están convirtiendo en subsidiarios de los digitales. Según Mike Shatzkin, un importante analista del mercado digital, esto tiene sentido porque «en cinco años, la mayor parte de las ganancias de un libro saldrá de la venta de libros impresos y digitales en la red». Vale la pena, entonces, que una editorial tradicional se asocie con Amazon.

A esto se suma la decisión de Barry Eisler, autor de novelas de aventuras, de rechazar medio millón de dólares de una editorial por dos novelas porque prefiere publicarlas por su cuenta. Eisler piensa que puede ganar mucho más sin la editorial como intermediaria. Al analizar este «terremoto», Shatzkin concluye, lapidario: «las grandes editoriales son unos dinosaurios en el mundo editorial emergente en el siglo XXI».

Ya sabemos qué ocurrió con los dinosaurios. Valiente mundo nuevo editorial el nuestro.

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