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El cumpleaños del Willy

Manuel Riesco
Por : Manuel Riesco Economista del Centro de Estudios Nacionales de Desarrollo Alternativo (Cenda)
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El hombre está de cumpleaños. Tiene más años que una bandada de loros, no menos que el autor de esta nota. Sin embargo, celebra coquetos 30. Los mismos que lleva viviendo como un pasha a costa de todos nosotros, a cargo del sistema de AFP. Lo celebra en grande y adivinen quien paga el banquete. El único significado de este aniversario es lo mucho que falta por avanzar en la democratización del país: a veinte años del término de la dictadura, el Willy y su pandilla continúan expropiando el 13 por ciento de los salarios de todos los chilenos sin que nadie les ponga atajo.

Ha publicado en El Mercurio un opúsculo recordatorio del magno evento, en que se aplaude solo. Entre las loas que se canta a si mismo, el Willy se cachiporrea de haber logrado un 9 por ciento de rentabilidad promedio con los fondos de pensiones a lo largo de todos estos años. Es una gran ilusión.

Como se muestra en un estudio de CENDA que lleva este título, la elevada rentabilidad se explica principalmente porque los fondos AFP se crearon justo cuando los mercados financieros mundiales topaban el fondo del ciclo secular de los años 1970. De ese modo, el Willy cabalgó encima del larguísimo auge financiero que se extendió hasta el 2000. Durante ese período, por ejemplo, el índice bursátil estadounidense Dow Jones rentó más de un 11 por ciento promedio anual.

Algo parecido ocurrió con los llamados multifondos, que fueron creados el 2002, justo cuando los mercados topaban fondo tras el estallido de la llamada «burbuja punto com.» En el período transcurrido desde entonces, los mercados emergentes rentaron más de 14 por ciento y la bolsa chilena más de 20 por ciento, mientras el fondo A de las AFP ha rendido poco más de un 8 por ciento, como promedio real anual.

Estas rentabilidades estratoféricas no se corresponden para nada con los rendimientos de largo plazo de los mercados financieros mundiales: entre sus máximos de 1929 y 1999, por ejemplo, el Dow Jones rentó 1,96 por ciento real anual. Es decir, poco menos que el incremento del Producto Interno Bruto (PIB) estadounidense en el mismo período. Lo peor es que estuvo a pérdida durante 35 años después del crash de 1929, luego otros 25 años tras la caída de 1969 y hoy se encuentre una 40 por ciento por debajo de su máximo alcanzado en 1999.

Algo parecido le ocurre a los fondos AFP desde el inicio de la actual crisis en julio del 2007. Desde ese momento y hasta el 26 de abril del 2011, que es el último día que la Superintendencia de Pensiones (SP) registra datos al momento de escribirse estas líneas, el fondo total ha crecido apenas un 2,98 por ciento en casi cuatro años, lo que arroja un promedio anual de 0,7 por ciento real anual, en promedio.

Como se puede apreciar en el seguimiento diario de las pérdidas de los fondos que lleva CENDA en base a los datos de la SP, a la última fecha disponible el fondo A de hecho continúa un 6,33 por ciento por debajo de su nivel del 25 de julio del 2007. Es decir, en cuatro años ha acumulado una pérdida de 1,6 ciento real anual, en promedio.

Lo más probable es que estos rendimientos más realistas se extiendan por varios años más. Hasta que el rendimiento de largo plazo de los fondos AFP – el tan cacareado 9 por ciento del Willy – se acomode a los rendimientos de largo plazo de los mercados financieros, que como se ha mencionado es inferior al 2 por ciento real anual.
Sin descartar un nuevo derrumbe como el sufrido el 2007. En pocos meses los fondos perdieron un tercio de su valor total y el fondo A perdió la mitad del mismo. En el curso del año 2008 perdieron el 60 por ciento de todo lo que habían supuestamente ganado a lo largo de los veinte y tantos años precedentes.

Contrariando toda evidencia, el Willy continúa repitiendo la majadería fundacional del sistema de AFP: que los afiliados van a lograr pensiones parecidas a sus últimos salarios. La realidad es que aún con las rentabilidades logradas en estos treinta años, las pensiones de los afiliados son muy bajas.

Hay decenas de miles de casos reales que lo desmienten. Por ejemplo, una doctora que se cambió a las AFP en 1981 y cotizó sin interrupciones y siempre por el tope de 60 UF, obtiene ahora una pensión de 470 mil pesos mensuales. Si hubiese permanecido en el sistema antiguo, obtendría la pensión pública tope que es de algo más de un millón de pesos. Dos profesoras que ingresaron juntas y trabajaron toda su vida en el sistema de educación pública con sueldos parecidos, obtienen hoy pensiones de 823 mil pesos y 169 mil pesos, respectivamente: la primera del sistema público y la segunda de las AFP.

Todos estos casos reales son mujeres, las que son discriminadas especialmente por las AFP. En el caso de las profesoras, adicionalmente, la enorme diferencia de sus pensiones se explica en parte por el llamado «daño previsional,» es decir, la sub cotización que afectó a los EE.PP. durante los años 1980. Sin embargo, las pensiones de los hombres que han cotizado sin «lagunas» y por el tope son asimismo muy inferiores a las que perciben sus colegas con historias laborales similares que permanecieron en el Instituto de Previsión Social, IPS, ex INP y para que decir en el caso de los EE.PP.

La explicación principal del porqué las pensiones AFP son tan bajas es porque las mismas dependen de las cotizaciones de los primeros años, que son las que se benefician durante más tiempo con la rentabilidad del fondo. Como se se sabe, los salarios estaban muy deprimidos en los años 1980, cuando el Willy era Ministro del Trabajo de Pinochet. Los de los EE.PP. eran peores aún y además el Willy les cotizaba por la mitad del sueldo.

Sin embargo, ello afectará del mismo modo a los que recién ingresan hoy al sistema de AFP, con el agravante que no se beneficiarán con elevadas tasas de rentabilidad del fondo, las que no se repetirán en el futuro. En el sistema de reparto, en cambio, las pensiones y las recaudaciones que las financian se incrementan al ritmo de los salarios. De este modo, siempre guardan una relación razonable con los últimos sueldos ganados.

El Willy tampoco dice que él mismo se quedó con la mayor parte de la rentabilidad obtenida por los fondos de pensiones. En efecto, como se muestra un estudio de CENDA basado en las cifras del a SP, la rentabilidad real de los aportes netos de los afiliados y el fisco a AFP y sus compañías de seguros relacionadas resulta ser un 2,2 por ciento anual en promedio en los primeros 27 años de existencia del sistema, lo cual significa que los propios administradores se quedaron con cuatro quintas partes de la rentabilidad del fondo de pensiones durante los mismos años.

El balance del sistema resulta escandaloso: de cada tres pesos cotizados desde la creación del sistema hace treinta años, el Willy y su pandilla – las AFP y compañías de seguros relacionadas – se embolsaron uno. Los otros dos se los prestaron a sus compiches: del total invertido por los fondos AFP en Chile, la mitad se los han traspasado a sólo doce grandes conglomerados financieros, en forma de préstamos o capital accionario.

EL willy se cachiporrea de haber financiado miles de viviendas, el metro y no se cuantas cosas más. La firme es que los recursos invertidos por las AFP en bonos hipotecarios no alcanza al cinco por ciento del fondo total, los invertido en carreteras y otras concesiones es menos de 1,8 por ciento y al metro le ha prestado menos plata que a SOQUIMICH, la empresa que se apropió Ponce Lerou el ex yerno de Pinochet.

Se ufana el Willy del aporte que esta virtual expropiación de las cotizaciones ha significado para el PIB chileno y la industria de seguros. Podría haber aportado un poco mas el mismo, pero no no hizo. Se cuidó de establecer un tope a los descuentos, de modo que aunque corta unos treinta palos al mes, contribuye a la economía nacional como si ganara poco mas de uno, sesenta UF, igual que un modesto empleado.

El Willy se ufana que su sistema «se ajusta automáticamente al envejecimiento de la población.» Efectivamente, cada vez que las estadísticas muestran un incremento en la esperanza de vida de los afiliados, el Willy les baja las pensiones automáticamente.

Las mas perjudicadas son las mujeres. «Es que duran más,» dice el Willy, algo así como los neumáticos. Discrimina contra ellas en forma escandalosa y ciertamente inconstitucional.

Según muestra un reciente estudio de Cenda, los hombres reciben pensiones un tercio superiores a las mujeres con el mismo fondo acumulado al momento. Cumplir su edad legal de jubilación. Incluso si ellas abdican del derecho a jubilar a los sesenta años y esperan a los sesenta y cinco, las pensiones de ellos son un sexto mayores. Solo a las mujeres se discrimina en razón que «duran más.» Los habitantes de la comuna de Las Condes «duran» ocho años más que los de Lo Espejo y nueve años mas que los de Osorno, sin embargo no se los castiga por ello en sus pensiones.

Un reciente fallo de la Corte Europea de justicia prohibió a las compañías de seguros discriminar en sus «productos» en razón de diferencias de riesgos derivadas de género, edad u otros motivos que atenten contra la igualdad de los ciudadanos. El propio Tribunal Constitucional chileno ha fallado con un criterio similar en el caso de las ISAPRE. En otras palabras, en Europa al Willy lo meten preso por discriminar contra las mujeres.

Dice que su sistema es mejor que el de reparto, alegando que durante la reciente crisis varios países han elevado moderadamente la edad de jubilación para reducir sus compromisos fiscales a futuro. No dice que todos ellos obtienen superávit Fiscal hoy de sus sistemas de reparto. Es decir, las cotizaciones son mayores que los pagos de pensiones en todos ellos. Igual que ocurría en Chile en 1981, cuando dejaban un excedente de un tercio según un estudio de la Universidad Católica encargado por el propio Willy.

En cambio, la privatización de las pensiones origina déficit gigantescos para el fisco. Mientras el Willy se embucha las cotizaciones le deja al fisco el bulto de pagar las pensiones. Ello ha significado un gasto fiscal de 5,5 por ciento del PIB para el Estado chileno, a lo largo de los treinta años que celebra el Willy.

El fisco ha venido pagando de su bolsillo todas las pensiones publicas, que son dos tercios del total y el 60 por ciento de las que paga el Willy, que son el tercio restante. Las primeras incluyen las pensiones y aportes solidarios establecidos en la reforma del 2008, que el Willy denomina eufemísticamente «perfeccionamiento del sistema.» Resultó imperiosa porque el Willy estaba dejando sin pensiones nada menos que al ¡sesenta por ciento de sus afiliados!

Si se terminara hoy con las AFP y se restableciera el sistema de reparto, el fisco quedaría con casi todas las cotizaciones previsionales como excedente. Ello le alcanzaría, por ejemplo, para pagar toda la Educacion superior, con lo que seria gratuita. Los fondos acumulados quedarían adicionalmente de reserva.

Por este motivo, precisamente, el gobierno de ultraderecha de Hungría acaba de poner fin a sus propias AFP y el de Polonia las dejo congeladas, rescatando para el Estado el flujo de cotizaciones provisionales.

Otros gobiernos mas cercanos, los de Argentina y Bolivia pusieron fin a este «saqueo» como lo denominó la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Los chilenos pronto haremos algo similar.

¡No celebraras muchos años mas Willy!

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