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«Marca Perú»


En medio de su esquizofrenia de estos días, muchos peruanos no saben si celebrar orgullosamente el lanzamiento de la «Marca Perú» o si, más bien, echarse a llorar ante el panorama electoral.

Los alegra la imagen de lo que les gustaría creer que el Perú es pero los ensombrece la inminencia de cualquiera de sus dos futuros: o Keiko Fujimori u Ollanta Humala. Orgullo ante la fantasía y miedo ante la realidad: esa quizás sea la verdadera marca del Perú.

O quizá no: quizá la inmensa mayoría de los votantes de Keiko Fujimori sienta un íntimo placer ante la idea de transformar el país en un logotipo, dos lemas, un menú y un grupo de tiendas en una vereda por la que sólo caminen turistas. Y acaso a más de un votante de Humala se le encoja el corazón de placer nacionalista al suponer que la «Marca Perú» quizá logre derrotar a la «Marca Chile» en algún tipo de escenario, cualquiera que sea.

El proyecto «Marca Perú» es insufriblemente superficial y a la vez curiosamente sintomático: tras doscientos años de frustraciones con el plan del país Perú, hay quienes están dispuestos a suplantarlo con el plan de la «Marca Perú»: ofrecer el país como mercancía, ya no transformándolo en algo funcional para sus ciudadanos, sino simplemente asumiendo, fingiendo, actuando como si detrás de la marca hubiera un país funcional. Y como si el establecimiento de la marca fuera a traer consigo, como por arte de magia, la organicidad del país real.

Incluso peor: dado que el signo Perú refiere a realidades desbordantemente lamentables (un país sin instituciones, una democracia de pacotilla, una sucesión de caudillajes, una depredación del civismo, un olvido secular de regiones enteras de nuestra geografía social), ahora los peruanos están dispuestos a suprimir la realidad para suplantarla con una marca que se presenta como el signo de una realidad, pero que no hace otra cosa que ocultarla.

Las estrategias de la «Marca Perú» son increíblemente pobres (doblemente increíble es que parecen funcionar ante los ojos y en las mentes de muchos peruanos). Por ahora, se graban comerciales y se ofrecen al público como «documentales»: la fantasía premeditada de un grupo de publicistas se presenta como testimonio de realidad.

Lo que en cualquier otro lugar del mundo se llamaría «spot publicitario», «propaganda» o «mockumentary», es decir, falso documental, documental fingido, en el Perú se puede ofrecer, sin problemas, como «documental». Y hasta comentaristas que en el pasado han demostrado algún sentido común y que no pueden ser acusados de comprarle al gobierno todas sus mentiras, se tragan ésta sin problemas y la digieren, peruanísimamente, con una sonrisa y una lágrima, como un vals velasquista.

Se ofrece el proyecto como un plan de representación de lo peruano en el extranjero, pero obviamente el público objetivo del falso documental son solamente y únicamente los mismos peruanos.

De hecho, se ofrece como publicidad lo que no es sino propaganda: la «Marca Perú» puede generar diversos tipos de beneficio económico empresarial con el correr del tiempo, pero si existe con el apoyo de Promperú, la Cancillería y la Agencia de Promoción de la Inversión Privada, tres entidades gubernamentales, es porque el gobierno ve en ella una manera de uniformar una ya larga campaña de convencimiento: la campaña por la cual se nos quiere hacer pensar a los peruanos que estamos cada vez mejor y que no hay otra forma de crecer que no sea esa fusión de patrioterismo nacionalista y chauvinismo seudo-cultural que el «documental» mismo desborda.

Eso coloca al proyecto «Marca Perú» en el mismo orden de otras mentiras inventadas por el régimen aprista, como, por ejemplo, las torcidas e inconfirmables mediciones de la disminución de la pobreza: ya más de un analista serio, con cifras en la mano, ha demostrado que durante los mismos años en que el gobierno de Alan García ha publicitado una radical disminución de la pobreza y la pobreza extrema, las estadísticas de desnutrición y malnutrición en Lima Metropolitana (el centro más próspero del país) cuentan la historia opuesta: un crecimiento de esos dos índices de pobreza del 16% al 24% entre el 2006 y el 2010.

Un paseo por el sitio web de «Marca Perú» nos permite descubrir la fibra básica de sus falsedades: el proyecto se presenta como el trabajo de un número indeterminado de expertos en casi todas las ramas de las humanidades y las ciencias sociales (todos permanencen anónimos en el website). Ese grupo, tras pocos meses de «estudios» (se menconan visitas a museos y tours por todas las regiones del país, como si fueran trabajo de campo), ha arribado a algo así como la total comprensión de los problemas y las posibilidades del país. Una especie de omniciencia peruanista.

Los resultados palpables de toda esa sabiduría sumada son dos comerciales al mejor estilo de Coca-Cola y un logotipo que todos los peruanos juraríamos haber visto antes. Eso se debe a que el multifacético y polidisciplinario equipo no es un conjunto de intelectuales con algún conocimiento real del Perú, como se anuncia en «Marca Perú», sino un puñado de publicistas de una agencia extranjera, FutureBrand, que si algo saben hacer en este mundo es venderse a sí mismos: en su website se anuncian como «superior talents» y declaran que su trabajo es «shaping the global future».

Se entiende ahora cómo es que el inigualable conocimiento de la peruanidad llevó a estos científicos sociales y humanistas a usar (por error, es decir por ignorancia) una canción boliviana en vez de una peruana en su fingido documental. Se entiende también cómo es que un grupo tan connotado (¿es connotado un buen adjetivo para personajes anónimos?) de intelectuales ha creado un website tan vergonzosamente mal escrito como el de «Marca Perú», donde es posible leer pasajes tan nimios y tontos como el siguiente:

«¿Cuál es la propuesta de valor integradora de todas las áreas para Perú? El objetivo principal de una Marca País es generar una idea simple, contenedora e integral que logre transmitir con eficacia y contundencia su propuesta de valor».

Es decir, en efecto, la «propuesta de valor» de «Marca Perú» es transmitir la «propuesta de valor» de «Marca Perú». No sé a ustedes, pero a mí los textos de ese website me dan un poco de vergüenza ajena. Aunque, quién sabe, quizás esa es una de las «propuestas de valor» de Marca Perú: vender la vergüenza ajena como atractivo turístico.

Mientras tanto, falta ver qué pasará con la «Marca Perú» cuando sea electo el nuevo gobierno. Apuesto a que no habrá ningún cambio relevante, no importa quién gane: finalmente, la «Marca Perú» no tiene demasiado contacto con la realidad peruana.

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