Publicidad

AVC: a qué le teme la UDI

Camilo Feres
Por : Camilo Feres Consultor en Estrategia y AA.PP.
Ver Más

El AVC hasta ahora está avanzando por el ancho camino del medio, construyendo una carretera que deja en una de sus veredas a la UDI y abriendo el camino para eventuales nuevos acuerdos, de geometría variable, que podrían terminar por arrinconar al partido de Guzmán en la más incómoda de las posiciones: la intransigencia conservadora.


En las últimas semanas el tema político de moda ha sido la hostilidad entre oficialismo y oposición. Los primeros tildan a sus adversarios de obstruccionistas, mientras los segundos han disparado epítetos que van desde ignorancia hasta incompetencia a los actuales inquilinos de palacio.  El respetable, por su parte, ha premiado esta actitud con un rechazo de 57 y 65 por ciento, respectivamente, en la última encuesta Adimark.

En este contexto, el que un grupo relevante de parlamentarios opositores alcance un aceptable nivel de acuerdo para avanzar en materia de uniones civiles podría ser una buena noticia. Sin embargo, desde la UDI se esmeran en advertir que no es así. La bancada más grande de Chile ha vuelto a poner sus tropas en la frontera y presiona a su propio Gobierno para que no rompa el círculo de hostilidades y no avance en un acuerdo con la oposición por el vapuleado Acuerdo de Vida en Común (AVC).

[cita]La UDI sabe que no es rentable terminar este período con el rótulo de “momios”. Ninguna de las figuras promisorias que se enfilan a la lista de eventuales presidenciables podría cargar con esa mochila sin tener que compensar el bulto con otras figuras menos refractarias, por lo que la apuesta de ser el eje y soporte de lo que venga tras Piñera se dificulta y se enreda.[/cita]

En una primera mirada, la irritación del gremialismo podría leerse como una advertencia basada en su interés por cautelar una parte medular del naipe de valores que la derecha más dura sustenta: la familia. Así, el choque con que amenaza la UDI no dejaría de ser un conflicto de tipo “valórico” o moralista, para ser más precisos. Sin embargo, lo monolítica de la acción emprendida por buena parte del gremialismo habla más bien de una respuesta ante una amenaza más ligada al instinto de conservación que al mero talante conservador del partido. Para la UDI, el AVC no es un problema moral sino un problema político.

En efecto, porque tras los saludos y sonrisas cómplices de Lagos Weber y Hinzpeter en La Moneda el gremialismo ve encarnada la amenaza de su propia marginación. Eso que combatió desde muy temprano, desde los primeros días de la instalación, es decir, la idea de una convergencia programática que terminara por arrinconarla en la derecha más dura. Tal como lo hizo hace décadas la entonces patrulla juvenil de RN al viabilizar la manoseada “democracia de los acuerdos”.

Porque hasta ahora los proyectos del Gobierno, aún cuando no han suscitado el entusiasmo unánime de sus filas, sí han tenido una defensa de bloque, facilitada por la oposición en bloque que como contraparte ha opuesto la Concertación. Y si bien en la Ley de Educación Lavín logró, hábilmente, cuadrar consigo a la DC (que tiene no pocos intereses en el rubro), el resultado de ello no fue una fisura dentro del oficialismo.

Con el AVC ocurre algo distinto, porque hasta ahora está avanzando por el ancho camino del medio, construyendo una carretera que deja en una de sus veredas a la UDI y abriendo el camino para eventuales nuevos acuerdos, de geometría variable, que podrían terminar por arrinconar al partido de Guzmán en la más incómoda de las posiciones: la intransigencia conservadora y retrógrada que otrora los llevó a oponerse a legislar sobre el divorcio, por ejemplo.

Aún cuando se trata de un partido excepcionalmente fuerte y todavía aceptablemente ordenado, la UDI sabe que no es rentable terminar este período con el rótulo de “momios”. Ninguna de las figuras promisorias que se enfilan a la lista de eventuales presidenciables podría cargar con esa mochila sin tener que compensar el bulto con otras figuras menos refractarias, por lo que la apuesta de ser el eje y soporte de lo que venga tras Piñera se dificulta y se enreda.

En lo que toca a su propia sobrevivencia y su voluntad de poder la UDI rara vez se pierde y en éste, como en otros casos, se hace carne la amenaza que sus cuadros más duros han jurado contener: que el Piñerismo, con o sin RN, les pase la aplanadora por encima. Con eso en frente, la infantería del gremialismo no dudará en ponerse a disparar.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias