Los chilenos estamos siendo política y económicamente tiranizados. Estamos siendo dominados y manipulados por un conjunto de poderes fácticos transversales y entrecruzados que han conseguido escamotear la reconquistada democracia, convirtiendo el proceso político en algo semejante a un fraude y al proceso económico en un asalto en despoblado que se perpetra cotidianamente.
Si acaso la extendida crispación social acaudillada por el movimiento estudiantil que sacude al país tiene alguna perspectiva realista de solución, aquella tendrá que emerger de la superación de la mera reivindicación sectorial, para situarse sólida y propositivamente en la esfera de la reivindicación política pura y dura.
Como se ha señalado hasta la saciedad, la atmósfera de irritación y movilización social reinante posee motivaciones diversas pero interconectadas. Las hay vinculadas con cuestiones medio ambientales, con la crisis terminal de un sistema educacional injusto y de mala calidad, con la inequidad económica y las abismantes diferencias sociales y con los temas relacionados con la exigencia por mayor igualdad, en sentido general.
Todos estas reivindicaciones temáticas o sectoriales, y otras muchas que habrán de manifestarse abiertamente más temprano que tarde, confluyen sin embargo en unos ciertos espacios comunes. Primeramente, en la crítica consciente o inconsciente, objetivada o no, de la naturaleza más profunda y distorsionada del sistema político e institucional que nos rige, y que en lo más esencial se corresponde con la herencia institucional de la dictadura.
De igual modo, el malestar ciudadano y ahora de manera más precisa y consciente, identifica como otra fuente principal de las desdichas al modelo de desarrollo que igualmente se nos ha impuesto desde arriba. Ese sistema económico que nos domina y nos abusa implacablemente, y frente a cuya lógica cruel, perversa y depredadora nos sentimos angustiados e indefensos.
[cita]Los chilenos estamos siendo política y económicamente tiranizados. Estamos siendo dominados y manipulados por un conjunto de poderes fácticos transversales y entrecruzados que han conseguido escamotear la reconquistada democracia, convirtiendo el proceso político en algo semejante a un fraude y al proceso económico en un asalto en despoblado que se perpetra cotidianamente.[/cita]
Que el sistema político e institucional esta crecientemente deslegitimado y amenazado por colapsar total e irremediablemente, es algo que está fuera de toda duda. Los ciudadanos desconfían de las instituciones del Estado, casi sin excepción y con particular encarnizamiento en el Parlamento. Tampoco confían en los partidos, todos los cuales experimentan una crisis estructural de dimensiones inéditas, reflejada dramáticamente en su evidente y contumaz incapacidad de representar las expectativas ciudadanas, con lo cual marchan directo a la marginalidad y la irrelevancia. Y si acaso ello llega efectivamente a ocurrir, tendremos muchas ocasiones de lamentarlo amargamente.
En general, los ciudadanos perciben que la política transcurre desconectada e indiferente a sus necesidades e intereses, y lo que es todavía peor, estiman que todo lo auténtico en política acontece a sus espaldas y que su escenificación cotidiana a través de los medios de comunicación casi siempre revela solo medias verdades, cuando no abiertas mentiras que apenas logran ocultar el mero interés corporativo transversal de la así llamada “clase política”.
Evidentemente, todos estos males han experimentado un largo proceso de maduración, y nadie puede legítimamente tratar de escamotear sus propias responsabilidades al haber permitido, por acción deliberada u omisión culposa, que esta circunstancia critica haya alcanzado tal extensión y profundidad. Más todavía, a la vista de experiencias semejantes de deterioro institucional acaecidas en otros países y cuyas consecuencias están a la vista reflejadas en tiranías o populismos. Y de modo especial, habida cuenta que algunos de nuestros políticos e intelectuales más lucidos venían haciendo oír sus advertencias sobre el descalabro que se avecinaba, al menos desde hace una década.
Los chilenos estamos siendo política y económicamente tiranizados. Estamos siendo dominados y manipulados por un conjunto de poderes fácticos transversales y entrecruzados que han conseguido escamotear la reconquistada democracia, convirtiendo el proceso político en algo semejante a un fraude y al proceso económico en un asalto en despoblado que se perpetra cotidianamente.
No es posible imaginar que las cuestiones políticas, económicas y sociales que hoy están colocadas en debate puedan ser resueltas satisfactoriamente en el actual contexto político y económico de un gobierno representativo de la derecha y el empresariado. No pude razonablemente esperarse que quienes provean las soluciones a estos problemas, sean precisamente quienes tienen en su ADN más esencial la defensa irrestricta y visceral de los conceptos y parámetros políticos y económicos que hoy nos rigen y cuya superación constituyen la base ineludible para alcanzar una genuina paz social, fundada en la extensión de la democracia política y la justicia social y económica.
Los actores sociales movilizados, principalmente los estudiantes, tienen legítimas razones para querer negociar sus reivindicaciones sectoriales sin intermediarios. Bajo circunstancias normales las cuestiones en debate deben ser debatidas y negociadas en el Parlamento, pero evidentemente, la confianza social en dicha instancia legislativa está muy deteriorada, y no es imaginable que los empoderados estudiantes, quieran pasar a ser meros espectadores de lo que habrá de venir inevitablemente como proceso negociador.
Ningún movimiento social está capacitado para mantenerse movilizado por tiempo indefinido. Antes que comiencen a sentirse los efectos de la extenuación y el natural desgaste, los jóvenes movilizados, de modo especial los estudiantes, tienen en sus manos la posibilidad de hacer sentir su voz de un modo rotundo y amenazador.
Concurran en masa a inscribirse en los registros electorales. Hagan que el país y principalmente los dirigentes políticos de todos los sectores, especialmente los candidatos de toda especie, los vean resueltos a participar activa y decisivamente en las próximas elecciones.
Ahora que nos han demostrado vuestra tenacidad y compromiso, pongan sobre la mesa el factor desestabilizador del stato quo que representaría por sí solo, el que el viejo y manipulado padrón electoral, ese mamotreto secuestrado por el binominal y el clientelismo, se vea amenazado de perder su intangibilidad.
Vayan ahora sobre ese padrón, ese mismo que los “incumbentes” prefieren mantener intacto y congelado en el tiempo y el espacio, evitando por todos los medios que se vea engrosado por millones de nuevos votantes hasta ahora no inscritos y especialmente jóvenes. Cuyo entendible descorazonamiento y desconfían los empuja a mantenerse al margen y como meros espectadores de un proceso político que sin embargo los afecta directamente.
Hagan ese gesto, el país se los agradecerá eternamente.