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La venganza de los autoflagelantes

Cristóbal Bellolio
Por : Cristóbal Bellolio Profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez.
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Esta parece ser la hora de destruir lo construido, irónicamente, en los mejores 20 años de historia republicana. Total, el objetivo político es recuperar la mayoría para volver a tomar las riendas. Una vez de vuelta en La Moneda, la lucha entre autoflagelantes y autocomplacientes escribirá un nuevo capítulo. Pero esa ya es otra historia.


Dos almas habría tenido la Concertación. Una que se declaraba más o menos conforme con el camino que Chile tomaba bajo sus gobiernos -crecimiento sostenido, estabilidad macroeconómica, disminución de la pobreza, reformas sociales graduales- y otra que renegaba del “modelo” y propiciaba transformaciones más profundas. Durante 20 años, a pesar de las pataletas de los segundos, el control lo tuvieron los primeros.

Los llamados autoflagelantes de la Concertación han encontrado en el movimiento social su mejor aliado para infringir la última derrota a sus socios autocomplacientes. Porque la única manera de presentar la adhesión de sus partidos al paro convocado por la CUT en forma consistente es reconociendo que a lo largo de dos décadas gobernaron con el libreto equivocado. No voy a hablar de oportunismo ni de querer poner a Piñera de rodillas. Estar constantemente atribuyéndole oscuras intenciones al adversario es síntoma del deterioro de la política. Prefiero creer que el balance de poder ha cambiado legítimamente al interior de la actual oposición.

Los mejores trofeos de guerra que pueden exhibir los autoflagelantes en su disputa interna son los dos eufemísticos apoyos que el ex ministro Andrés Velasco y el presidente de la DC Ignacio Walker otorgaron a la paralización de dos días.

El primero representa a ese mundo liberal de la Concertación que no tiene traumas con el mercado ni cree que todas las soluciones vengan del Estado. Está consciente de que acceder a todas las demandas de los actores involucrados en el paro puede constituir un desastre en el largo plazo para el país. Su rol a la cabeza de Hacienda es el mejor testimonio, lo que fue recordado una y otra vez por un Francisco Vidal ebrio de victoria vía Twitter.

[cita]Los mejores trofeos de guerra que pueden exhibir los autoflagelantes en su disputa interna son los dos eufemísticos apoyos que el ex ministro Andrés Velasco y el presidente de la DC Ignacio Walker otorgaron a la paralización de dos días que comenzó ayer y continúa hoy. [/cita]

El segundo dice querer darle a la DC un perfil distintivo en el seno de la coalición opositora, ese capaz de recuperar los votos del centro que le habrían dado el triunfo a la derecha en la pasada elección. Por lo anterior, tiene claro que el petitorio de los convocantes no es el suyo, menos encabezando una corriente abiertamente autocomplaciente respecto de lo realizado por los gobiernos de la Concertación.

Ambos, sin embargo, se han visto en la necesidad de claudicar frente a la necesidad. Velasco dice apoyar el “sentimiento” tras el paro –cómo no hacerlo- y Walker sostiene que su partido participa pero no convoca. Pero estos matices se pierden en la película completa. En escenarios de polarización no hay espacio para aquellos que quieren “solamente la puntita”. Andrés Velasco sabe que la chance de convertirse en candidato presidencial de la Concertación pasa por jugar –como todos los que aspiran a obtener el 50+1 de los votos- a la ambigüedad. En su posición sería una torpeza estratégica –aunque también una señal de valentía- salir a confrontar a sus antagonistas ideológicos puertas adentro. Por eso escoge la ruta fácil: pegarle al Gobierno. Para el senador Walker la situación no es tan distinta. Después de haberse distanciado del resto en el ítem plebiscito, en esta pasada no le quedaba otra que agachar el moño. Como el hombre también tiene ambiciones presidenciales, sabe que no puede convertirse en el reaccionario del grupo. Por lo mismo, no se desgasta explicando sus acuerdos y discrepancias con la CUT. Como el anterior, dispara contra el blanco fácil que es La Moneda.

En el bando de los autoflagelantes, el desafío es recomponer confianzas con un mundo que ya no les cree. Deben convencer a los “indignados” chilenos de que esta vez no se dejarán intimidar. De que siguen siendo “la” alternativa. De que han visto la luz. En consecuencia no les sirve ningún “defensor de la obra” modelo Lagos Escobar. Esta parece ser la hora de destruir lo construido, irónicamente, en los mejores 20 años de historia republicana. Total, el objetivo político es recuperar la mayoría para volver a tomar las riendas. Una vez de vuelta en La Moneda, la lucha entre autoflagelantes y autocomplacientes escribirá un nuevo capítulo. Pero esa ya es otra historia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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