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Diccionario de clichés educacionales

Por: Estudiantes de Doctorado en Estados Unidos


Señor Director:

El origen de la palabra cliché viene del mundo de la imprenta. Antiguamente, antes de imprimir un escrito, se creaba una placa con letras metálicas sobre las que se esparcía la tinta. Este sistema era ineficiente, ya que se debía armar cada frase, letra por letra. El término cliché apareció cuando trabajadores del mundo de la imprenta francesa notaron que algunas frases se repetían una y otra vez. Así, con tal de ahorrar tiempo, crearon los clichés: un grupo de placas metálicas pre-armadas con frases usadas frecuentemente. Desde ese entonces utilizamos este término para identificar verdaderos atajos mentales, por ejemplo, para reafirmar un prejuicio, parecer sabios, tapar un silencio o atacar a un adversario.

Leyendo los artículos publicados en la prensa de Chile, pareciera que ésta ha creado un verdadero banco de clichés que se comparten mutuamente. Como ejemplos de clichés se podrían contar, «los privados son más eficientes en la provisión de la educación», «la gente ya votó con los pies al cambiarse de educación municipal a subvencionada», «eliminar el lucro perjudicaría la calidad de la educación», «qué importa la institucionalidad si lo importante es la calidad», y «el sector privado no tiene rol alguno en la educación». Ha llegado la hora de denunciar estos atajos mentales como lo que son: clichés insuficientes a la hora de decidir el futuro de nuestra educación. A continuación, usando la evidencia empírica publicada en la literatura vigente, analizamos 5 clichés altamente utilizados:

Cliché Número 1) “Los privados son más eficientes en la provisión de educación”. Esta afirmación ha sido justificada no sólo a través de la ideología, sino citando variados estudios publicados en revistas nacionales o como documentos de trabajo (como, por ejemplo, lo hizo la ministra Matthei). Sin embargo, cuando nos centramos en las revistas internacionales de calidad, la evidencia en la literatura rechaza claramente la hipótesis de que en el sistema educativo chileno de subvención escolar, las escuelas privadas que reciben subvención lo hacen mejor que las escuelas públicas que reciben un aporte similar. Tampoco existe evidencia que las escuelas privadas subvencionadas incrementen la competencia y por ende mejoren el desempeño de las escuelas públicas de manera significativa. De hecho, una vez que se controla por el nivel socioeconómico de los estudiantes y la selección de los mismos, la diferencia en el efecto promedio entre escuelas subvencionadas y públicas es cercano a cero o educacionalmente insignificante. Lo único que ha logrado eficientemente nuestro sistema de educación de financiamiento mixto es incrementar la segregación escolar. (Para una revisión rigurosa del caso chileno ver a Mizala y Romaguera, 2000; Hsieh y Urquiola, 2006; McEwan 2000, McEwan y Carnoy 2004; Ladd 2002; Lara, Mizala, Repetto, 2011).

Cliché Número 2) “… la gente ya votó con los pies al cambiarse de educación municipal a subvencionada”: Es efectivo que muchos padres prefieren la educación subvencionada, pero lo importante es determinar el por qué de esta preferencia. Ya hace más de 10 años Epple y Romano (1998) mostraron que aún cuando las escuelas públicas y privadas tuvieran la misma efectividad educacional, las primeras terminarían con los alumnos de desempeño más bajo. Esto debido a que los padres, cuando escogen la escuela para sus hijos, lo hacen fijándose en la composición socioeconómica de la escuela y el nivel de desempeño, de manera que sus hijos entren a la escuela más «exclusiva posible», pero no necesariamente la de mejor calidad educativa. En nuestro país, al permitírselas a los proveedores privados de educación la selección por habilidad y por precio, éstos terminan segregando el sistema y beneficiándose por la preferencia de los padres. Por ello, la votación con los pies sería en realidad una votación por exclusividad, no por efectividad. La evidencia para Chile refleja que nuestro sistema educacional privado no es superior al municipal, pero que al permitirse la entrada de los establecimientos privados subvencionados, nuestro sistema aumentó la segregación escolar de manera considerable (Hsieh y Urquiola, 2006).

Cliché Número 3) “El ataque al lucro es una simple consigna ideológica de izquierda”: La teoría de los “contratos imperfectos” sostiene que, en situaciones en que existan asimetrías de información y en donde el desempeño y la calidad sean difíciles de monitorear, es más deseable que una organización sea sin fines de lucro (ver Arrow 1963; Nelson and Krashinsky 1973; Hansmann 1980). En la educación chilena existe casi nula información con respecto a los servicios y la calidad entregada por los establecimientos educacionales –convirtiéndolo en un mercado con grandes asimetrías de información. A esto se suma que es complicado diseñar un sistema de información que refleje totalmente lo que es una «educación de calidad». Sin embargo, también se argumenta que las organizaciones sin fines de lucro podrían no tener el incentivo para invertir en innovación y capital, lo que podría ir en desmedro de su calidad. Dada la evidencia empírica disponible, no se encuentran diferencias entre el desempeño académico de las escuelas con y sin fines de lucro en Chile (McEwan y Carnoy, 2004). Dado esto, al permitir que escuelas que reciben aportes estatales lucren, nos veremos obligados a incurrir en grandes costos para su monitoreo.

Cliché Número 4) “Qué importa si es subvencionada, privada o pública? Lo importante es la calidad de la educación”: Coincidimos que el foco debe estar centrado en la calidad de la educación; pero calidad para todos. Lamentablemente, la distribución de la calidad de bienes y servicios no es neutral al marco institucional que se elija. Si queremos asegurar una distribución más igualitaria de la calidad de la educación, la evidencia empírica muestra claramente que países como Finlandia y Singapur han creado una institucionalidad que les ha permitido alcanzar sus altos niveles de calidad. Su marco institucional es claro: a) sistemas públicos de educación de calidad para todos que no permiten la selección por ingreso o habilidades, b) financiados a través de altos niveles impositivos que aseguren la misma educación para todos, y c) con un profesorado de primer nivel. No podemos seguir dándole prioridad a un determinado marco institucional si es que no hemos sido capaces de lograr educación de alto nivel para todos bajo ese marco. No basta con destinar los $18.000 millones anuales presupuestados por el Ministro Bulnes para la Superintendencia que tendrá como objetivo velar por la «calidad del sistema» cuando contamos con una institucionalidad que permite a algunos establecimientos educacionales que reciben aporte estatal seleccionar por ingreso familiar (vía copago) y seleccionar por desempeño. Nuestra institucionalidad ha permitido un aumento dramático de la segregación escolar, sin ir acompañada de un aumento de la calidad. Ha llegado la hora de evaluar nuestros supuestos, y adoptar un nuevo referente.

Cliché Número 5) «El sector privado no tiene rol alguno si queremos garantizar una educación de calidad para los más necesitados»: Es fácil caer en simplificaciones extremas. A pesar que un marco institucional público fuerte puede sentar las bases para nivelar las igualdades de oportunidades, el sector privado es muchas veces el eje innovador en el sistema social. Agentes privados altamente calificados y motivados pueden inventar nuevas soluciones y esquemas que el sector público no es capaz de resolver. La innovación social es un rol fundamental del sector privado, que debiese ser el responsable de encontrar nuevas alternativas, testear hipótesis a escala reducida, e introducir nuevas técnicas al sector público para ser adoptadas a gran escala. Algunos ejemplos de importantes innovaciones privadas en educación es la red de escuelas KIPP en Estados Unidos, que entregan educación a estudiantes de alta vulnerabilidad y Teach for America (con nuestro ejemplo nacional de Enseña Chile) que ha logrado atraer estudiantes de universidades de elite a enseñar a escuelas públicas de bajo desempeño. Es decir, debemos crear un sistema en que el sector privado y público colaboren entre ellos, apostando por cada una de sus fortalezas y supliendo mutuamente sus falencias. Simplificar (en cualquier dirección) es señal de cliché.

Al contrario de las imprentas francesas que ahorraban tiempo con sus clichés, nosotros como chilenos debiéramos tomarnos el tiempo y definir letra por letra y palabra por palabra lo que deseamos como sociedad. ¿Se justifica un determinado sistema educacional sólo por los resultados académicos que produce? Supongamos, aunque no es el caso, que las escuelas subvencionadas que escogen a sus alumnas y cobran copago son de mayor calidad que las públicas, ¿estaríamos, a pesar de eso, dispuestos a tener un sistema educacional desigual y segregado? ¿Sería éste un sistema que se condice con los ideales de una democracia inclusiva? Si lo que queremos es una sociedad en la cual privilegiamos a los más acomodados, entonces estaríamos escogiendo correctamente. Si, en cambio, tenemos diferentes aspiraciones para nuestras futuras generaciones y queremos un Chile más integrado y justo, debemos partir por ofrecer las mismas opciones educacionales de calidad, sin importar el nivel socioeconómico de procedencia, a todos los estudiantes del país.

¿Y qué importa si nos desvelamos en esto? Como dice el cliché: No por mucho madrugar, amanece más temprano.

Diego Gil
María Pérez,
Francisco Larraín
Bernardo Lara
Miguel Socias
Carola Vásquez
Juan Santos
Eduardo Abeliuk
Antonia del Río
Nicole Romo
Evan Epstein
Pablo Guilisasti.
Santiago Truffa
Ex-alumnos y miembros de la comunidad de las universidades
Stanford y UC Berkeley
Estudiantes de Doctorado en Estados Unidos

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