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Echándole la culpa a la CAM

Diego Vrsalovic Huenumilla
Por : Diego Vrsalovic Huenumilla Estudiante de Pedagogía en Historia, Geografía y Educación Cívica de la Universidad de la Frontera.
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“Los indios venían llenos de gozo. Para ellos quemar una ciudad de los huincas era una de las ambiciones supremas de su codicia y su venganza, heredada de aquellos bárbaros primitivos que convirtieron en un puñado de cenizas las famosas siete ciudades de la conquista castellana”.

Benjamín Vicuña Mackenna, La guerra a muerte.

Siempre es más fácil echarle la culpa al empedrado, aunque sepamos que la responsabilidad es nuestra. Nuevamente confirmamos el compromiso con la educación del Gobierno de Chile: nos ha enseñado que, aunque no tengamos todos los antecedentes sobre la mesa es más fácil conjeturar sobre una situación, sumar dos más dos y lanzarse con una opinión.

Hoy es necesario hacer algunas reflexiones sobre lo que esconde esa adjudicación errónea de la responsabilidad a la Coordinadora Arauco-Malleco sobre los tristes hechos de Carahue y aportar con algunos antecedentes al tema.

Nos quejamos de que La Araucanía sigue siendo pobre y necesita mejorar su imagen para que entren los empresarios a empujar su desarrollo económico-productivo pero, por otro lado, seguimos culpando a los mapuche que queman camiones. Sin embargo, ya lo hicieron nuestros grupos gobernantes cuando necesitaban tierras fértiles para dar el salto al desarrollo y vieron miles de hectáreas improductivas y sin dueño; ya lo hacen actualmente con los barbaros de la Coordinadora Arauco-Malleco y los que no se sientan a negociar porque, aparentemente, se niegan por llevar la contraria.

Chile no es centralista únicamente porque se nos haya ocurrido a la mayoría, sino porque originalmente es un territorio continuo entre Coquimbo y Concepción que impuso sus costumbres al resto. Lo demás son anexos que se sumaron con el tiempo debido a la ambición económica. Así como se anexionó el norte chico y Magallanes, entre otras zonas, La Araucanía forma un descuido más en el largo proceso de consolidación del centralismo nacional con un Santiago parasitario de los tributos del resto del país.

La Araucanía forma parte de este complejo de anexos descuidados en el más amplio sentido de la palabra por el Estado de Chile. La historia de esta zona puede explicarse, incluso, a través de la red de familias que han mantenido, durante casi un siglo y medio, el poder. El Intendente es descendiente de un antiguo alcalde; una concejala de Temuco es hija de un senador y sobrina de un diputado, y a la vez nieta de otro diputado de larga data (que a su vez tiene redes con antiguos locales comerciales). Otro caso: durante décadas los dueños de las empresas más grandes de la capital regional han sido alcaldes de la ciudad y han ocupado diversos cargos en la administración pública, consolidando una red de familias que conforman una elite que, en algún minuto, tuvo sede en Angol y después en Traiguén, conforme avanzó la ocupación del territorio.

Lo anterior no sería nada si los intereses no empujaran a consolidar una visión exclusivista que veía al mapuche como un factor negativo. Reducciones, comunidades… mejor démosle la espalda. El desarrollo no les queda. Se construye sin el mapuche.

Las noticias nos muestran la cara menos amable de un conflicto de siglos: los atentados, los incendios, las discusiones. Pero, ¿no será mejor dar vuelta la pregunta y ver que se pide a gritos una solución al conflicto, de la mano del dialogo? Gobierno que viene, gobierno que se hace el sordo: es más fácil detenerlos en las comunidades mismas, subir a los niños a los helicópteros bajo amenaza de lanzarlos si no dan datos, llenar de vigilancia policial los territorios.

La forma más efectiva para parar la violencia de ambas partes y dar paso a ese tan anhelado desarrollo es sentarse a conversar estableciendo políticas de solución que traspasen los gobiernos temporales hasta encontrar el punto de acuerdo. Solo así se dejaran de quemar helicópteros y se dejará de culpar a las comunidades antes de tener los antecedentes.

La lección que nos queda al final del día es que hay que tener más cuidado al hablar y reunir todos los antecedentes antes de emitir una declaración de semejante envergadura. Porque culpar a tontas y a locas al que antes ha cometido un error no significa que realmente sea el culpable. El único dañado en esta historia antes de dormir es el que ha hablado sin fundamento.

Echarle la culpa a la CAM fue una decisión claramente errada y lo mínimo seria retractarse públicamente. Lo demás es sordera gubernamental.

(*) Texto publicado en El Quinto Poder.cl

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